ship-83523_640(Susana López Chión) Emprovima (Empresa Provincial de la Vivienda- Diputación de Málaga.
Ni siquiera un año después y próximos también a las navidades, los cuatro empleados que quedaron del ERE de Emprovima  del año pasado van a la calle.

Las navidades del 2013 doce de ellos digerieron un duro turrón después de haberles estado echando peladillas durante un proceso largo, enfermizo, torturador y sin miramientos. Los que iban en el barco sabían que lo hacían a la deriva porque el capitán, al que nunca conocieron en persona ya daba por hundido el barco antes de subirse en él y con mano certera y sin contar con que algunos luchaban por hacer uso de su salvavidas, los fue arrojado al mar uno tras otro sin pensar en su trayectoria, en sus capacidades o en sus familias a las que el agua iba ahogando poco a poco.

En este barco las mujeres y los niños fueron los primeros….pero en arrojar al mar. No hay justificación alguna, ni la habrá para zanjar de un golpe la estabilidad laboral, familiar y psicológica de estos 16 trabajadores, de los cuales muchos comulgaban con las ideas de quien se encargó de ejecutarlos.
Hoy tirados por la borda la mayoría se plantea su error y su culpa al haber sido en cierta medida artífices de abrir esta caja de Pandora que gobierna el buque, en la que ellos se pavonean de su poder y su reconocimiento dejando atrás cadáveres de fieles e infieles.

 

Dejar sin trabajo a dieciséis personas jóvenes pero no tanto para poder encauzar su vida de nuevo, es un duro golpe y más cuando se hace certero, preciso, sin dar la cara y con total impunidad.

 

Mientras el capitán es condecorado por haber salvado al país de un mal menor y las noticias consisten en publicar que el barco ya no navegaba, la tripulación calla y otorga porque lo cierto es que el barco ha sido tocado y hundido pero mucho antes de que quienes se subieron en él para dirigirlo, lo llevaran no a un buen puerto sino a piqué y lo peor de todo es que como en el Titanic, no hubo salvavidas para todos, en principio solo para cuatro que al cabo de casi un año aguantando el oleaje han tenido que sucumbir también.

Las aguas suelen ser tenebrosas pero el mar tiene sus momentos de calma en los que uno tiene serenidad para descubrir que no todo está perdido y que quizás el otro barco donde disfrutan y festejan los altos mandos también esté tocado y hundido y ellos entre el ruido de los cohetes, no se hayan dado cuenta todavía…