1150131_723028624401575_904072269150007700_n(Antonio Serrano Santos)   “ En pleno siglo XVIII, el Mediterráneo era campo de batalla entre piratas berberiscos y navíos españoles. A bordo de sus temibles bajeques corsarios, secuestraban y hundían barcos de guerra o pesca; mataban o vendían como esclavos a sus tripulaciones; e, incluso, hacían incursiones en la costa sembrando el caos. Los marineros sólo podían encomendarse a la Virgen del Carmen para que los ayudase a salvar el cuerpo en caso de combate, y el alma en caso de muerte. A Ella se encomendó el almirante Barceló en 1,784, cuando salvó la vida de milagro en la batalla que puso fin a la piratería, e hizo oficial el patronazgo marinero de la Stella Maris.

Cuando Barceló quedó huérfano con 19 años y heredó el jabeque de su padre, los primeros dineros que ganó los entregó para el altar de la Virgen del Carmen, en la iglesia de la Santa Cruz de la Palma. En su navío El Temible, pone el estandarte de la Virgen del Carmen y marcha al frente de una escuadra internacional de 53 navíos. En plena batalla contra los berberiscos, un cañonazo alcanza de lleno a la pequeña falúa de Barceló que dirige la batalla.  Entre los remeros está el joven Barceló, en medio de la confusión, agarra el escapulario de su cuello y lo lanza a su capitán y grita:” ¡Virgen del Carmen, vos sois mi Madre! ¡Salva a la Cristiandad!¡Salva a España!” De pronto, el viento cambia de dirección, entorpece a los argelinos y permite a los españoles rescatar a los hundidos que están milagrosamente ilesos. Barceló rinde al enemigo y los musulmanes ya no intentan acometer a Europa. La voz de los marineros corre por los muelles de España: La vencedora ha sido la Virgen del Carmen, Madre de cada marinero. Desde esa fecha, Patrona de la Marina.”( Extractado de un artículo de José A. Méndez.

No puede ser. Es humanamente inexplicable. Las profecías de Nostradamus se pueden interpretar de muchas maneras, porque no son claras; más bien, ambiguas y saber que se cumplen es “a posteriori”. Las mismas profecías del Antiguo Testamento vienen envueltas en símbolos, misteriosas alusiones, tipos comparativos, alegorías y metáforas, hasta detalles que se pueden aplicar a personajes, pasajes y hechos posteriores. Pero nunca con toda claridad y rotundidad.

Y lo que dijo esa muchachita insignificante, de un pueblo más insignificante aún, hace más de dos mil años, es de tal claridad, de tan segura expresión, de tan diáfano significado que no queda la más mínima duda de lo que quiso decir::

“… desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones”.

Dichosa, bendita, feliz, y todos los epítetos traducibles del mismo significado según la traducción griega. Para mayor confirmación, su prima le llama “bendita eres entre todas las mujeres”.

Para asombro de creyentes y no creyentes, para asombro de la Historia, no hay país, nación, ciudad, pueblo, aldea, villorrio, ni rincón no sólo de España, sino de Europa y de casi todo el mundo, que no tenga una imagen, un culto, un recuerdo, algo referente a esta pobre niña que se atrevió a profetizar, claramente, que siglo tras siglo la  llamarían bendita, la honrarían, la querrían con inmenso cariño y devoción, hasta rayar la idolatría y el fanatismo. Hasta en el fondo del mar y las más altas montañas tienen su imagen. Y, lo que más asombra, es que no decae, sino aumenta cada vez más. Ahí tenéis, entre todas,  la Virgen del Carmen.

Los nombres que recibe, las advocaciones, son innumerables. No cabrían, en este espacio de que dispongo, la lista de ellos. No me creerán si les digo que casi supera la de la guía telefónica y el libro Guinnes de los records en lugares que se refieran a una persona.

Existen dioses y diosas,  tanto de la mitología como de  la historia de los pueblos, ajenos al cristianismo. Pero ninguno, jamás, y dicho con todo respeto, tiene las características de realidad y de realización original y actual. Nadie de mediana cultura puede negarlo. Creerá o no lo que enseña la religión cristiana sobre ella, pero negarlo, imposible. No hay más que coger un mapa o darse una vuelta, turística o religiosa, por los pueblos y ciudades del mundo para comprobarlo.

Me parece, si me permiten decirlo, sin molestar a nadie, que la importancia y dignidad de la mujer nada ni nadie la ha defendido, confirmado y propagado como esta joven mujer. Y, en particular, de la mujer sencilla, humilde y pobre del pueblo.

A raíz de la aparición y culto de ella han desaparecido tradiciones y costumbres inhumanas, injustas para la mujer. Desde los sacrificios de jovencitas(y todo ser humano) a dioses como entre los aztecas, al dios-serpiente,tenoztitlán, con el nombre de Guadalupe,(que se traduce por “la que aplasta la serpiente”, que recuerda a la del paraíso), con montañas de calaveras de los sacrificios humanos, hasta las peregrinaciones a Lourdes, Fátima y otros muchos lugares marianos que, con milagros o sin ellos, (cosa en la que no me meto), pide a los hombres que recen, se arrepientan de sus maldades o pecados, y lo consigue en muchísimos casos. Y los defiende como en este caso de la Virgen del Mar.

Esto, también, es un hecho. Es fe y es historia.

La profecía se cumple:

“Desde ahora me llamarán dichosa, bendita, todas las generaciones”.

Una mujer del pueblo, una de aquellas madres que se atrevían a  llevar sus pequeños a Jesús, en una sociedad que menospreciaba a los niños y las mujeres,  y que veía cómo hablaba y cómo se enfadaba con los que se lo querían impedir, y  cómo El los abrazaba y bendecía, gritó, conmovida: “ ¡ Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Jesús, se volvió, sonriendo: “Dichosos, mejor, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Dichosa, sí, quiso decir, por ser mi Madre, pero más dichosa,aún, por escuchar la palabra de Dios y cumplirla.

Otra mujer de nuestro pueblo, madre, seguro, también hubiera dicho lo mismo pero con estas palabras nuestras, tan castizas:

“¡Bendita sea la madre que te parió!”

Valga este último artículo  con ocasión de la festividad de la Virgen del Carmen. Fiesta de casi todos los pueblos, Estrella de los mares, de la Marina, de los pescadores y , en especial, de Andalucía, que por algo se llama “la tierra de María Santísima”. Y más, aún, de Málaga. En 1,953 el obispo entonces de Málaga, Cardenal Don Angel Herrera, hoy en proceso de canonización, dijo estas palabras-oración: “ Que la Señora tenga para Málaga, como la tuvo en Caná,una singular mirada maternal cargada de misericordia. Tú conoces bien, ¡oh Madre!, las necesidades de mis hijos, y no es preciso que yo te las presente. Ellos no desean más que trabajo con que ganar honradamente el jornal que ahuyente de sus hogares las necesidades, las lágrimas y el dolor. Con sus propios recursos Málaga es impotente para atacar el mal. Ni los tienen las autoridades provinciales o locales para intentar a fondo el remedio. Dí Tú,¡Oh Señora!, una palabra al oído de quien puede hacer el milagro, humanamente hablando. Que ponga los ojos especialmente en Málaga, capital, la quinta capital de la nación por el número de habitantes y, por desgracia, la primera  con mucho, relativamente, por la población de vida estrechísima y pobre, cuando no miserable.”

¿Hay mucha diferencia de la Málaga de hoy? Lo que se refiere a la Virgen del Carmen, no. Lo demás, que cada uno juzgue.