(Ángel Perea) El desempleo juvenil es un problema de difícil solución por multitud de motivos; recordemos el anuncio publicitario del “jóvenes aunque sobradamente preparados” y el estereotipo bien clavado como si de una espina se tratase en el ideario de la España profunda del “joven irresponsable y sin experiencia” a lo que le sigue la “necesaria solución” del adulto, al que se le presupone saber técnico y buen hacer sobradamente probados.
Y mientras tanto está el mercado, que en palabras de Adam Smith es el protagonista estelar en la sociedad en la que vivimos.  Mientras estamos en la libertad guiada por los intereses de consumidores y productores que también marcan las directrices del mercado de trabajo que por ende participan la juventud.
En tiempos de Smith con su ley de la oferta y la demanda en cabeza junto en contraste con la división del trabajo  es clave fundamental para el crecimiento económico.  
Por otro lado Keynes ya hablaba de que un insuficiente gasto en inversión daba como consecuencia un mayor desempleo. Para ambos seguramente sonarían como algo extraño hablar de políticas pasivas o activas de empleo, pero ya  se estaba hablando por aquel entonces de la mecanización del proceso productivo, del incremento de la productivo en el trabajo además de la especialización.  
En la actualidad  ya no hablamos de sustituir a personas por máquinas, aunque se siga practicando, tampoco hay grandes manifestaciones en las calles de gente crispada porque tienen una jornada laboral larga o porque no tienen reconocidos derechos como el desempleo o las pensiones pero estamos en una etapa donde hay sectores de la población que les cuesta llegar a fin de mes, ya no son solo familias que lo mismo van a tener que pedir un subsidio para poder subsistir. En esta dirección existe diversificación, de hecho hemos contado hasta con nueves tipos de subsidios para personas en situación de desempleo.
Mientras, un sector clave de nuestra sociedad como es la juventud se habla de su empleabilidad, se habla de incrementar en formación para que se adapten más y mejor al cambiante mundo del empleo, a la continua especialización así como aprender a ser más “multifuncional” a lo que en este punto podemos preguntarnos ¿y qué hacemos con los “jóvenes sobradamente preparados” acaso que amolden cada uno de sus curriculums a ofertas que poco o nada tienen que ver con su formación o quizá que se tiren acumulando conocimiento con pocas o escasas probabilidades de aplicarlo cerca de su hábitat?.  
Luego está la cantidad de jóvenes que prefieren marcharse fuera a “estar en desempleo y/o cobrar una ayuda”.  Y es que, es evidente, que ni la mayoría de la juventud cumple las expectativas del estereotipo “faltos de experiencia e inexpertos” ni tampoco cuentan con el apoyo suficiente, sencillamente llamémosle apostar por una mayor credibilidad.  
Dicho de otra manera, es arriesgado dar crédito y no sólo en dinero a quienes estén estudiando hagan unas prácticas relacionadas con lo que se están formando y que hubiera un compromiso real del tejido empresarial bien privado o público en contratar a quienes hubieren desempeñado prácticas o conceder beneficios curriculares.  
Esto es una medida muy simple, pero si evaluamos la misma podemos darnos cuenta que el problema no es aplicable a la juventud, sino quizá tengamos que llamar a más de uno a que diga o se explique cómo es posible que haya mayor escolarización y haya tan pocos jóvenes emprendiendo.  Cómo puede ser posible que con medidas como el “Programa Extraordinario de Activación para el Empleo” o la “Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven” auspiciados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social de  como resultado que el desempleo siga cebándose en este sector de la población