euro-373006_640(Daniel Gándara Martín) Ayer se celebraron elecciones en Grecia con las cuáles el pueblo ¨soberano¨ elegía a su nuevo Gobierno. Pero no quiero hablar de los resultados, no quiero hablar de encuestas ni de políticos, quiero hablar de una batalla, de las más importantes que ha visto este milenio, entre el poder económico y el pueblo, y en la que el pueblo ha salido derrotado.

 

El 26 de enero de 2015 Alexis Tsipras, candidato del partido de izquierda Syriza, ganaba las elecciones de forma arrolladora en un ambiente de incertidumbre y gran penuria del pueblo griego, el cual esperaba que el recién elegido Tsipras presentara batalla a una Troika que poco se interesaba por los intereses del malogrado pueblo griego.

 

Parecía que así ocurría, hasta que en verano el pulso entre Tsipras y la Troika llegó a su punto cumbre, se debía decidir si Grecia aceptaba las condiciones del nuevo Rescate ofrecido o se plantaba. Ante tal disyuntiva, Tsipras optó por lo que muchos han calificado de cobardía, pero que es tan lógico como consultar al pueblo sobre el destino del país, Tsipras convocó un referendo.

 

El 5 de julio tuvo lugar la consulta cuyo resultado arrojó que, con una participación del 62,50% el 61,31% de los votantes optaba por no asumir las condiciones del nuevo Rescate, el poder económico por primera vez en muchos años sintió un escalofrío por la espalda.

 

Pero, de repente, Tsipras aceptó el Rescate con unas condiciones aun más duras de las que el pueblo griego acababa de rechazar, es decir, que estando en una posición negociadora más fuerte, se cedería aun más, un movimiento sin ningún tipo de lógica y que a cualquier persona un poco observadora le tuvo que llamar la atención.

 

A partir de esta traición al pueblo, el poder económico mandaba un impresionante mensaje al mundo: Da exactamente igual la voluntad del pueblo, da exactamente igual que un pueblo, de forma soberana y democrática elija una dirección, si esta atenta contra nuestros intereses será aplastada.

 

Un mensaje que puede asustarnos mucho, pero aun más asusta la reacción de la gente ante esto: Al saberse que Tsipras aceptaba el Rescate con condiciones más duras mucha gente decía frases como estas: ¨Qué se puede esperar de la izquierda radical¨ o ¨Esto es lo que trae esta gente¨, y también estaban quienes intentaban defender la posición de Tsipras diciendo ¨Esto no es más que producto de las políticas de la derecha que gobernaba antes ese país¨.

 

Es decir, que ante una puñalada certera al pecho de la libertad de los pueblos y la democracia, muchos no hacían otra cosa que correr a su trinchera y disparar al otro, mostrando una tremenda ceguera.

 

Porque el poder económico no solo ha vencido en el campo de batalla de lo visible aplastando la soberanía del pueblo, también ha vencido en el campo de batalla de las almas de las gentes, creando divisiones y encargándose de producir líneas imaginarias que hagan que el pueblo pierda su fuerza y su tiempo enfrentándose entre sí en lugar de cooperar y descubrir la verdadera situación.

 

Claramente El Pueblo perdió la Batalla de Grecia, un Pueblo representado por un presidente que tal vez no fuese lo suficientemente valiente para mantener el pulso a los poderosos o simplemente las amenazas fueron tales que era demasiado lo que tenía que perder. Pero también un Pueblo dividido y enfrentado, que enviste al enemigo equivocado como el toro que enviste el capote en lugar de al torero.

 

El Pueblo perdió la batalla, pero mientras exista el Pueblo, existirá la guerra, y mientras exista guerra habrá esperanza. Yo albergo la esperanza de que algún día aprendamos a actuar como hermanos, y eso nos permita quitarnos la venda que llevamos y que no nos deja ver lo crudo de la situación en la que nuestras decisiones como seres libres se ven pisoteadas por los intereses egoístas de unos pocos.

 

No nos dejemos dividir por los que nos quieren divididos.