(Antonio Serrano Santos) La dificultad no está en creer en Jesucristo. La dificultad está en creer en Dios, sin Jesucristo. Dios pretende que creamos, como dice este Papa Francisco, más en su amor que en su existencia, porque ésta, para los limpios de corazón, está patente en las maravillas que nos rodean y sorprenden, en la naturaleza y en todo el misterioso universo. “ ¡ Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios!”, en palabras de Jesús. Ese “ verán” a Dios se puede tomar en su doble significado: creer en la tierra y verlo en el cielo.
Dios se esconde pero va dejando pistas para que lo busquemos, como una madre juega, escondiéndose, haciendo sufrir, aparentemente, con su ausencia, a su pequeño, por el gozo de provocar en él la búsqueda angustiosa de su amor y protección, saliendo, por sorpresa , de su escondite y estrechándose los dos en un tierno y apretado abrazo de cariño y seguridad absolutos. Así, en su bondad maternal, despierta, mantiene y aumenta el amor de su hijo.
Así es el encuentro de Dios con sus criaturas, el hombre. Y las pistas que va dejando son muchas. Pero la pista clave, la definitiva, es Jesús de Nazaret. Jesús es la salida, por sorpresa, de Dios, de su escondite, de su misterio, de su aparente inexistencia, para encontrarse con el hombre, su pequeña criatura, en un abrazo de amor, consuelo y seguridad, en la angustiosa búsqueda, en medio de su soledad, dolor y miedo a la muerte.
Sin Jesús sufriente, humano, cercano, íntimo, abrazando a los niños, secando las lágrimas de la viuda por la muerte de su hijo, un Jesús que llora por un amigo querido muerto y por la destrucción de su amada Jerusalén y de sus habitantes, sus paisanos; que pasa hambre y sed, y es pobre; que ama y perdona, y muere injustamente; que manda amarse y amar a todos, poniendo el amor como suprema ley universal de salvación…y resucita como garantía de la nuestra, de vida eterna feliz…
Si ese Jesús es Dios, si ese Dios no se queda eternamente feliz en su cielo mientras los hombres, sus criaturas, sufren, temen y mueren sin esperanza…; si ese Dios es así, Jesús, por más dudas que se tenga, por más locura que nos parezca, vale la pena arriesgarse a creer en El, en su amor, más que en su existencia, que, también; en su incomprensible, misterioso y, para nosotros, loco amor.
Es preferible a este “ cuerdo” mundo enloquecido.
No hay argumento histórico, científico, ni personaje, ni religiones que puedan superar y rebatir a este Jesús, “ Dios con nosotros”, como anunció setecientos años antes el profeta Isaías: “ Una virgen dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “ Dios con nosotros”, como nosotros. Si despojamos a Jesús de su realidad física, histórica, nos “deja incierto su auténtico punto de referencia: la íntima amistad con Jesús, de la que todo depende, y se corre el riesgo de moverse en el vacío”. ( “Jesús de Nazaret”) Y, por tanto, nuestra fe en Dios, en su amor, en el verdadero contacto con El y su conocimiento.
¡ Oh, buen Dios, Padre bueno!,
que nos hiciste a tu imagen y semejanza,
no debemos hacer, por miedo,
lo que, por amor, nos mandas.
Imagen y expresión tuya es el buen Jesús.
Ya sabemos, ¡oh, buen Dios!, cómo eres tú.