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(Antonio Serrano Santos)  «¿Dónde estaba Dios?» (Benedicto XVI, en su visita a Auswit)

«¿Por qué permite Dios esas cosas malas y a los niños?» – Pregunta de la niña filipina al papa Francisco.

 «¡ Dios mío, Dios mío ! ¿Por qué me has abandonado?» (Jesús, en su agonía en la cruz)

Dice el papa Francisco que la respuesta a estas preguntas de la pequeña que lloraba, es» el silencio o las palabras que salen de las lágrimas».

El silencio por respeto a ese dolor de » esas cosas malas», porque no hay palabras humanas que puedan explicarlo. ¿Qué palabras que salgan de las lágrimas puede dar una respuesta a ese dolor, a esas cosas malas?

Sólo desde la fe, por eso puse en el subtítulo «aproximación a la fe», decimos: ¿Por qué  «permite» Dios esas cosas? Pero nadie dice :¿Por qué » quiere» Dios esas cosas malas? Porque la idea que tenemos de Dios es que es bueno; si no, no sería Dios. Luego no puede querer el mal. Y, si lo permite, siendo bueno, tiene que haber una razón, una explicación, aunque nosotros no lo comprendamos.

Y sólo desde la fe podemos encontrar  a esas preguntas una respuesta; acercándonos, rozando el misterio. Aproximándonos a la fe, porque, aún con ella, no llegaremos al fondo del misterio, a la explicación total.

Con palabras salidas de las lágrimas del corazón, porque yo, también, como muchos, he sufrido y sufro » cosas malas» humanamente inexplicables, y me hago preguntas que necesitan sus respuestas.

Porque con Dios, y sin Dios, esas cosas malas siguen existiendo, sobre todo, provocadas por el hombre.

Este artículo, que parece una fría reflexión filosófico-teológica, es fruto de una profunda emoción, de un amor a la verdad, de una inmensa compasión por el llanto y el dolor, sobre todo de los inocentes.

Entre el misterio de la fe, que da una respuesta y una esperanza, y la contradicción de aceptar a un Dios que dejaría de serlo si fuera la causa de los  males, o ninguna explicación, prefiero el misterio.

Y la respuesta de la fe es:

A la pregunta de Benedicto XVI, en Auswit: » ¿Dónde estaba Dios?»:

Dios estaba en el centro de la vorágine del mal.

Cuando Maximiliano Kolbe, preso en Auswit, se ofreció en lugar del padre de familia que iban a fusilar, entre los diez elegidos, en un diezmar, en represalia por las acciones de la resistencia y murió en su puesto.

 Ahí estaba Dios.

Cuando Schindler compró con diamantes la salvación de muchos judíos y lloró por no haber salvado a más con su anillo de boda.

 Ahí estaba Dios.

Cuando la filósofa judía, atea convertida, Edift Stein, murió en las cámaras de gas, hoy Santa Teresa Benedicta de la Cruz.

Ahí estaba Dios.

Cuando el difamado papa Pío XII salvó a cientos de judíos escondiéndolo en el mismísimo Vaticano,

 Ahí estaba Dios.

A la pregunta de la pequeña filipina, llorando, al papa Francisco: «¿Por qué permite Dios esas cosas malas y a los niños?»:

Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». La paciencia y la misericordia de Dios son tan misteriosas e incomprensibles como las cosas malas que ocurren y la libertad con la que el hombre las hace. Imaginad un padre con muchos hijos y algunos de ellos son perversos y hacen cosas malas. ¿Prefiere ese padre destruirlos o que se vuelvan buenos? A todos los quiere igual. Si el que hace el mal no quiere arrepentirse, él solo se condena. Dios no condena a nadie. Creó seres libres y no robots; respeta su libertad, aunque su voz, que es la conciencia, no deja nunca de decirles que está mal lo que hacen y deben arrepentirse. Lo que haría un buen padre. Dios está dispuesto siempre a perdonar, lo que el hombre no es capaz de hacer, porque su amor y paciencia son infinitamente superiores a los del hombre. Claro que Dios también es justo y » esas cosas malas» las hará desaparecer Y » dichosos los que lloran, porque serán consolados». Y los causantes de esos males se hundirán en ese infierno donde no hay amor y que ellos escogieron, donde serán el llanto y el crujir de dientes».

A la suprema pregunta-queja de Jesús en su agonía en la cruz:» ¡Dios mío, Dios mío!¿Por qué me has abandonado?»:

Nunca estuvo Dios tan cerca del hombre. Porque El mismo, en el mayor de los misterios, misterio de dolor y misterio de amor, se hizo dolor. Vivió, en toda su realidad, el dolor, el abandono, el llanto de los inocentes, la miseria de los pecadores, el trato cruel e injusto, siendo inocente, el dolor del cuerpo, la tristeza mortal y las angustias del alma. Con su resurrección, después de su muerte, nos dio la respuesta a nuestras preguntas sobre el dolor y la muerte.

Dios es el Creador de la vida y no de la muerte, ni del mal, pero» por envidia del Diablo entró el pecado en el mundo y, por el pecado, la muerte». Dijo el mismo Jesús.

Y la respuesta definitiva es : » Ya no habrá más frío, ni calor, ni llanto, ni dolor, ni muerte». Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos».