TG family formatted(Leide Lessa). Una reflexión sobre el Día de Acción de Gracias.

Un día llegué de la universidad y comenté con la familia con la cual estaba viviendo en Long Island, NY, que un amigo me había invitado a ir a su casa para el día de Acción de Gracias. ¿Debía ir? No tenía idea de lo que significaba recibir una invitación para un almuerzo en esa fecha. Me dijeron que sí, que sería bueno que fuera.

Yo tenía 21 años y era la primera vez que vivía en los Estados Unidos. No sabía nada de la historia de esa conmemoración estadounidense. Ese día, mi amigo vino a recogerme, me llevó a su casa, me presentó a sus padres y hermana. Ellos me hicieron muchas preguntas sobre mí, mi país, mi familia y me recibieron muy bien. La comida estaba excelente, y era diferente de lo que yo conocía. Después pasamos la tarde mirando una película y disfrutando del ambiente familiar.

 

Unas semanas después volví a mi país y no fue sino hasta muchos años después que llegué a saber más sobre esta costumbre estadounidense. Ahora que vivo en los Estados Unidos me encanta ver que cierran las tiendas, el Presidente hace un pronunciamiento, las personas viajan largas distancias, muchos van a las iglesias a un servicio religioso especial, invitan a los que no tienen familia cercana o están solos para que, en un ambiente de unión y familia, todos disfruten de momentos de alegría y gratitud.

 

Hoy día hay varios estudios desarrollados en renombradas universidades que demuestran que la gratitud trae varios beneficios a la salud física y emocional, lo que seguramente contribuye a que la persona tenga relaciones más armoniosas, amistades más duraderas y una felicidad más constante.

 

¿Quién no quiere vivir con más armonía, más amistades y más felicidad? Si la gratitud ayuda a alcanzar esa meta, podemos empezar a sentirnos agradecidos hasta por las cosas más pequeñas que forman parte de nuestra vida, incluso por el aire que respiramos, por las flores que vemos en los jardines o la buena música que escuchamos en la radio.

 

Cuando me di cuenta del valor de la gratitud, y aprendí que la Mente divina responde a todas las necesidades humanas, varias cosas en mi vida empezaron a cambiar para mejor. Lo más significativo fue la cuestión de la “insuficiencia”. Durante mi juventud muchas veces pensaba que “no era suficientemente capaz”, “no tenía suficiente valor”, “me faltaban cosas más elegantes, más lindas, más lujosas”… De esa manera me enfocaba más en lo que no tenía y esa visión me impedía ver lo que sí tenía.

 

Cuando, con gratitud, centré mi atención en lo que tenía, reconociendo cualidades, dones, valorando lo que ya había logrado hasta entonces —aunque lo considerara poco— mi concepto de suficiencia se amplió, empecé a estar agradecida por la vida, incluso por las lecciones que había aprendido de los problemas que había tenido que enfrentar.

 

En los últimos años, he disfrutado mucho del día de Acción de Gracias con mi “familia” estadounidense, los mismos amigos con los cuales viví hace años en Long Island. Siempre celebramos con otros que tampoco tienen a su familia cerca, y después del almuerzo, cada uno en la mesa expresa su gratitud por algo bueno e importante que nos haya pasado durante el año. Así, nuestra gratitud se multiplica, pues nos alegramos también por la bendición que cada uno haya recibido.

 

Reconocer lo bueno en la vida personal, en la vida de los otros y dar gracias nos trae tanta alegría, además de una perspectiva tan positiva, que deberíamos considerar unos minutitos todos los días solo para expresar gratitud. ¡Qué excelente y económica manera de vivir saludablemente!

 

Leide Lessa es maestra y conferenciante de la Ciencia Cristiana y escribe sobre salud y espiritualidad.

Twitter: @LeideLessa

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