(Antonio Serrano Santos) Este artículo no es una simple exposición religiosa con motivo de la Navidad aunque comporta, también, sus connotaciones.

Ser niño es una etapa de la vida desde bebé hasta la adolescencia. Tiempo en que la mente, y el alma, del niño es como cera blanda donde se graba todo lo que le envían sus sentidos. Aunque parezca que con la edad adulta olvida muchas cosas, hay momentos en que, desde la subconsciencia, afloran a la conciencia, como en situaciones límites; y así, muchas otras experiencias humanas. El hombre, el ser humano, él y ella, todo en sí, es un misterio, pero sobre todo,su mente. El hombre es un microcosmos más fantástico y complejo que el universo, o macrocosmos, y más digno de atención y estudio que éste. Es un pequeño y frágil “ dios” que, con su inteligencia, libertad y voluntad, ha evolucionado desde las cavernas prehistóricas hasta la era espacial.

Pero esto no le ha servido para resolver el misterio de dónde venimos y a dónde vamos, ni el desface enorme entre progreso y ética, entre tecnología y hambre, entre guerra y paz.

En esta evolución cósmica y personal ¿ de dónde viene y a dónde se dirige este pequeño y gran ser humano?

En este contexto, aparece en la Historia, en nuestro mundo, rodeado de circunstancias extraordinarias, un misterioso niño, de apariencia física y externa nada misteriosa, más bien todo lo contrario. Nace y es reclinado en un pesebre, por pobreza.

Siglos antes, el profeta Isaías predijo: “ He aquí que una virgen dará a luz un hijo y le pondrá Enmanuel ( que significa “Dios con nosotros”); comerá requesón y miel hasta que sepa rechazar lo malo y escoger lo bueno. Consultados por Herodes los doctores de la Ley sobre el rey de los judíos que buscaban los Magos, leyeron en sus escrituras la profecía de Miqueas: “ Y tú, Belén tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre los clanes de Judá, porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo, Israel”. Es decir, el Mesías.

En Belén de Judá. Entre las profecías y los evangelios, y otros testimonios ajenos, este Niño viene rodeado de datos históricos, geográficos, locales y personales que lo identifican con Jesús de Nazaret. Para la fe, el Hijo de Dios, Dios mismo, “ Dios con nosotros”. El Enmanuel.

¿ Por qué empieza Dios su entrada en nuestro mundo y en la Historia, como un niño? Este niño, bebé, al principio, luego, adolescente, joven y, por fin, adulto, no se  distingue en nada de los demás en los treinta años de su vida familiar, de trabajo y vida social.  Conoció, vivió, sufrió y aprendió todos los pormenores de esa vida que luego usará en sus parábolas y predicaciones.

El falseado, por mal interpretado, terrible Dios, Yhavé, del Antiguo Testamento, al que presentaban con cualidades humanas, antropomorfismo, con una mezcla contradictoria de bondad y crueldad, aparece ahora como un niño, todo débil e indefenso, dependiendo su vida de los hombres. Un niño que no soluciona todas las cosas. Pero nos trae al verdadero Dios, humano y compartiendo el dolor y la alegría de nuestro vivir. Todo inocencia y ternura.

Niño que ha inspirado las más bellas canciones, los más alegres y graciosos villancicos, que inunda de paz y alegría todos los hogares, calles, pueblos, hospitales, cárceles, que consigue treguas de paz en las trincheras y une al mundo dividido por el odio y las ideas.

Y trae la respuesta de dónde venimos y a dónde vamos. Y amor. Un amor que no nace en este mundo, que lo va transformando todo. Este Niño, ya adulto, diría: “ Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el cielo”. Como Él, que se hizo niño para poder entrar en la tierra, ya que parece que no bastaba la creación del universo, quedándose en el cielo, para que los hombres se acercaran a Él.

Y ahora ¿quién temerá acercarse a un niño, a este Niño Jesús, “ Dios con nosotros?”.