(Jmm Caminero) Existirán o existieron motivos, que desconozco, porqué estos Diarios de Etty, no se publicaron hasta los años ochenta. Cuándo ella los dejó a personas para que los publicasen si fallecía. Supongo que existirán, quizás otros todavía desconocidos, o que se han destruido.
Etty Hillesum, era una mujer judía holandesa, que con cerca de treinta años falleció en los vientos de las circunstancias que la llevaron a los crematorios de Auschwitz.
Edith, una mujer, que en medio de tantos desalientos, temores, angustias, sufrimientos, llegó a la conclusión de que el ser humano no podía abandonar a Dios, porque Dios no le abandonaría, aunque le llegase la muerte. Esa convicción tan profunda en esta mujer, que se refleja en sus diarios, es una prueba o un espejo que nos pone frente a nosotros mismos, a nuestra auténtica y profunda realidad. Es diríamos el tiempo de la prueba. Y todo ser humano tiene que soportar alguna o algunas pruebas, serán diferentes en su contenido, pero todos como Abraham, tenemos que superar una o varios dilemas o trilemas, una encrucijada en el camino y optar por una solución o por otra. Quizás, no solo exteriormente, sino interiormente. Quizás, no poder hacer nada desde fuera, pero si desde dentro.
Nos enseña la necesidad de conocimiento y autoconocimiento del alma humana. De la propia y por tanto, también la de los otros, la de los otros y también la propia. Ciertamente, el sentido del alma humana en Edith, diríamos que es la unión de alma como psique y razón, y el alma como alma-espíritu, y todas sus interrelaciones. Recordando a Teresa de Ahumada, nos diría, que bajo su entender, el Alma en sentido estricto, es el hondón más profunda del alma. Por lo cual, se distingue ambas realidades. En unos tiempos complejos, que quizás, se da demasiado culto y adoración al cuerpo-carne, hemos olvidado la llamada del alma-espíritu, que dentro de las religiones monoteístas occidentales, es inmortal. Edith nos enseña que el ser humano que es cuerpo-carne-cerebro-psique-mente, también es alma-espíritu. Y que hay que alimentar esas realidades, de forma correcta y armónica.
Señalar, que hasta donde conocemos e interpretamos de sus Diarios y Cartas, ciertamente, sabiendo lo que le sucederá a ella y a su familia, y al pueblo judío, no cae en el odio. Hoy, que por cualquier cosa, las personas caen o caemos en el rencor-inquina-odio-maledicencia, en toda esa sinfonía de posibilidades, es un ejemplo, entender o al menos, escuchar, que el odio es una fuerza que aniquila al ser humano que lo siente, y desde luego a parte de los de alrededor. En última instancia, que fue la segunda guerra mundial, sino un enorme producto y estructura de odio, inquina, rencor. Ciertamente, nos preguntamos como no pudo sentir Edith ese odio, quizás, tengamos que enfrentarnos al misterio de su realidad más profunda y esencial, es decir, quizás, nos guste o disguste, al menos abrir la posibilidad de esa relación tan profunda que alcanzó a vivir y existir en el Buen Dios. En ese Dios del monoteísmo…
Quizás, esa fe profunda, esa convicción, de que dentro de cada ser humano, está el alma-espíritu, esa unidad substancial que diría la filosofía-teología, de que todo ser humano, toda alma-espíritu, por naturaleza esta unida a Dios, esa unión esencial o fundamental o natural del alma-espíritu con Dios. Que todo ser humano tiene y lleva, al menos hasta el momento de la muerte, cuándo se dilucida si el árbol de que lado caerá, y caerá eternamente, según el refrán popular hispano…
Nos enseña que en la tragedia más grande y grave, todo ser humano, puede tener las fuerzas, interiores y exteriores, de si misma y del Buen Dios, para no caer en la desesperación. Porque la desesperación, que no es sufrir dolor o tristeza o angustia, sino la desesperación es un mal profundo, porque puede llevar a la perdida de todo, incluso del alma. Judas se desesperó por su error de entregar al Nazareno, Cefas o Pedro lloró amargamente por la negación del Nazareno, pero no se desesperó. Seamos creyentes o agnósticos o ateos o lo que seamos o creamos ser, esta aptitud y actitud de no caer en la desesperación, es quizás, una de las grandes lecciones de estos Diarios, y de la vida de esta persona.
Narra en su última carta, que se introdujeron en los vagones que les llevaba al extermino cantando. Esta realidad o imagen o metáfora, podría mostrar y demostrar, la gran entereza y esperanza del pueblo judío. Uno, aunque no sea judío, como es mi caso, debemos indicar que mientras haya habido seres humanos, que han sido capaces de afrontar realidades, que no tienen nombre y adjetivos, cantando. Mientras esto suceda la especie humana y la humanidad tiene o debemos tener esperanza. Ciertamente, habría sido mucho mejor, no hubiesen sucedido estos acontecimiento, y sus cantos se hubiesen sonado en sus casas o en sus sinagogas o en sus calles…
Es un enorme misterio que el ser humano sea capaz de llegar a los niveles más altos, en todos los sentidos, positivos y buenos, y que también es capaz de llegar a los estratos más bajos de la existencialidad y moralidad humana. Quizás, esa es la gran lucha o el gran dilema humano. Cada ser humano, cada día, cada hora tiene que escoger entre el camino de la verdad-bondad o del error-maldad. Entre el bien y el mal. Haga grandes cosas o pequeñas cosas, grandes palabras o pequeños discursos, grandes deseos o pequeños actos. Como nos diría Chesterton en sus últimos momentos de vida, el gran misterio es escoger entre el bien o el mal, entre la bondad o la maldad. ¡Y eso, eso es todo!
Edith en sus avatares de su existencia, con sus negros y blancos y azules y amarillos y verdes, nos presenta estas realidades humanas. Solo puedo indicarle y decirle, que no podemos devolverla del gas y hollín de su cuerpo flotando en Auschwitz, pero si podemos recoger su testigo, y leer y releer y meditar y remeditar y pensar y repensar sus Diarios. De alguna manera, la devolvemos a la vida actual. De alguna manera, su muerte y sufrimiento, y la de millones de seres humanos, en los campos de concentración y exterminio del siglo veinte en Eurasia. Millones de victimas, sin nombre recordado, de alguna manera, su muerte y vidas no hayan sido en vano.
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Fin artículo 1.750º: “El Diario de Etty Hillesum y, IV”.