¿EXISTE DIOS?

Acabo de ver en Facebook una anécdota real. Me ha llamado mucho la atención. Por la espontaneidad e ingenuidad de un niño con su profesor. Decía el profesor: “Les probaré a ustedes que si Dios existe él es malvado. ¿No fue Dios el que creó todo lo que existe? La maldad existe, ¿no? Entonces Dios creó la maldad. Entonces, Dios es malvado, porque creó la maldad. Lo que significa que él es malo”.
– Disculpe, profesor- levantó la mano un alumno. – El frío ¿existe?
– ¿Qué pregunta es ésa? ¿No has sentido nunca frío? Claro que existe.
– Se equivoca, profesor. Según las leyes de la física, de hecho, lo que consideramos frío no existe. Es la ausencia de calor. ¿La oscuridad existe? – siguió el alumno.
– Por supuesto que existe
– No, señor. La oscuridad es la ausencia de luz. Podemos estudiar la luz, pero la oscuridad, no. La maldad no existe. Es realmente como la oscuridad y el frío. Dios no creó la maldad. Es lo que pasa cuando el hombre no tiene el amor de Dios en su corazón.
Era este alumno Albert Einstein.
No voy a demostrar ni defender la existencia de Dios. Dios no necesita defensores, sino testigos de su amor en el mundo. Como dice el Papa Francisco: “Dios no quiere que creas en El; sino que lo ames”. Porque se cree más con el corazón que con la cabeza. Decía Unamuno, agnóstico de mente y creyente de corazón: “Yo no creo para salvarme; yo amo que es lo que salva”. Y añadía: “El problema no es no creer, sino no querer creer. Porque yo tampoco tengo pruebas de que exista Dios, el más allá, la vida eterna…Pero que no quieran creerlo, eso no lo comprendo. País en el que sólo piensen en disfrutar, el dinero, aturdirse, en ese país yo me moriría de asco, de frío, de vergüenza…”
El odio no existe. Es la ausencia de amor. El miedo no existe. Es la ausencia de valor. La mentira no existe. Es la ausencia de verdad. La maldad no existe; es la ausencia de bondad. Son abstracciones.
Tampoco existen el amor, ni el valor, ni la verdad ni la bondad. Existe el hombre que ama, que es valiente, que es sincero y bueno. En palabras de la Madre Teresa: “Yo no amo a mi prójimo; amo a Pablo, a Juan, a Luis, a María…”
Estamos acostumbrados a teorizar, a generalizar. Prójimo significa próximo. El que está a tu lado, al que ves. “Si alguno dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso. Porque si no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios a quien no ve? (1ª Juan,4,20-21).” Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos “verán” a Dios”. (Mt.5,8-9)
En la serie Arcadia, a un joven que hacía el papel de Dios le pide una chica que haga un milagro para creer en él. Y él le mostró un gigantesco roble. Ella le dice: “Eso es un árbol”. La respuesta del joven dios: “Haz tú uno”. Un árbol, un río, un amanecer, un arrebol, el sol en su ocaso, rojo, incandescente, el arco iris, el mar en calma o con sus inmensas olas, el pájaro cantor, el niño que ríe, en su inocencia, las cataratas del Iguazú o del Niágara, las islas maravillosas, paraísos de ensueño, la inteligencia del hombre en la exploración del universo, su amor, cuando supera toda maldad, la expansión del universo con sus incontables soles, estrellas, galaxias…no parece que sean pruebas suficientes de la existencia de Dios, aunque pudieran serlo.
Pero sí son pruebas de su amor. La ausencia del reconocimiento del amor de Dios, en el corazón del hombre, es la causa de la maldad. Como dijo el jovencito Einstein.
Cuando contemplo, detenidamente, la imagen, el rostro, sobre todo, de Jesús en la Sábana Santa de Turín, me pregunto: ¿Hasta dónde tiene que llegar Dios para demostrar a los hombres, no su existencia, sino su amor? ¿Hasta dónde para que, amándolo, crean en El y, creyendo, lo amen? Exclama San Agustín: ”¡Oh, hermosura siempre antigua y siempre nueva! ¡Tarde te conocí, tarde te amé!”
Dios con nosotros; como uno de nosotros; uno de nosotros. Con todas sus consecuencias de dolor, amor y muerte. Y, por amor, resurrección y vida eterna ¿Qué más puede hacer?
“Disculpe, profesor, Dios no creó la maldad. No es malvado; la maldad no existe. Es la ausencia del amor de Dios presente en el hombre.”
Ese es el problema de fondo, de toda crisis, social, económica, moral, política, humana, universal.