(Flamencologia.org) El festival comenzó media hora más tarde de lo previsto. Inició el Flamenco a las 21:30 horas en una cálida noche malagueña. La Finca «El Portón» de Alhaurín de la Torre cobijaba a los asistentes en un marco ya clásico de este añejo festival.
Abrió el cortejo de artistas Rosi Navarro «La Divi», como manda el protocolo por haber ganado el concurso «Mirando a la Torre» organizado también por la Peña Torre del Cante. Las tradiciones hay que cumplirlas. Más que una tradición es ya un imperturbable que presente el eterno Gonzalo Rojo Guerrero, flamencólogo de campo y escritorio, de juergas y meditaciones. Le acompañó, como viene siendo regla, Manuel López que se ha «arrimao» a un buen árbol para aprender lo de presentar, lo de saber y todo aquello que se tercie junto al maestro Gonzalo.
La Divi
La Divi arrancó al cante y Antonio Soto al toque con unos tientos tangos «bragaos», valientes y respetando los recovecos que los habitan. Fueron unos tientos unitonales y unos tangos temperamentales. Continuó con cantiñas con mucha personalidad. En ocasiones recordando levemente a Chano Lobato y sus requiebros. Las hizo demasiado largas llegando a conseguir que resultaran monótonas. En la bulería por soleá le faltó un pelín de fuerza y por ello anduvo algo dispersa. Terminó por bulerías y aquí sí que temblaron las tablas de la finca en un broche que dejó al público en pie. Antonio Soto estuvo comedido en los palos, suave y perfecto. Un valor seguro.
Chato de Málaga
El Chato salió destemplado con unos tientos tangos que le costó remontar. Avanzó con la soleá por bulerías que, gracias al guitarrista Ismael Rueda, consiguió terminarlas como un conjunto aceptable. Las siguiriyas fueron quizá, un escollo demasiado grande en el camino del Chato que anoche sorteó con dificultad. La fiesta es su territorio, aquí el Chato de Málaga encuentra su medio ambiente y se notó, las bulerías le salen de escándalo. Es pícaro como pocos y se sabe todas las salidas de este cante. Conectó con el púbico en los primeros compases. Terminó por todo lo alto.
Luis Perdigero
El antequerano con lazos familiares jerezanos fue junto a La Macanita, los dos poderes del Flamenco en la primera noche del festival. Su velada empezó con bulerías por soleá. Posee un tinte de voz, unos metales que recuerdan a otros tiempos, los tiempos de las voces claras y poderosas; además sabe ejecutar a la perfección. Se le une la pasión y la fuerza en la siguiriya que hace con mucha jondura. El público en el bolsillo. Transitó por los fandangos, palo instrumento para ganarse al púbico que utiliza cualquier artista, aunque él ya lo había hecho desde que abrió la boca. A pesar de ello, se hizo corriente en los fandangos. Los hizo sin pena ni gloria. Con las bulerías terminó la actuación de un gran cantaor. Les insufló duende, poder y ejecución. Estamos ante un grande de tiempos presentes y futuros.
Estrella Morente
Hubo que esperar hasta las doce y veinte de la medianoche para oír un cante de Málaga. Lo hizo Estrella en el comienzo de su espectáculo flamenco. Ese espectáculo que construye con coros de voces, percusión, dos guitarras, mucha «creación flamenca» y menos rigor. Pero si hay un sector del público que admite esta casi incursión en el «más allá» del Flamenco, ¿Quién soy yo para cuestionarlo? En un festival tiene que haber de todo para todos los gustos y la verdad es que lo de Estrella Morente funciona. Quizá seamos demasiado dogmáticos en nuestras percepciones.
Como decía, tuvo que ser precisamente La Morente la que empezara haciendo una caña, cante derivado y originario de Málaga, como bien establecen muchos flamencólogos con pedigrí. Prosiguió con otro cante de Málaga, los llamados Fandangos del Albaicín que en realidad son cantes de Juan Breva en su variedad más cercana al verdial, unos fandangos veleños que el maestro y nunca bien ponderado Antonio Ortega Escalona, Juan Breva para la leyenda, tuvo a bien remodelar para entregarlos a la historia del Flamenco. Luego más Málaga, con unas malagueñas de Chacón. Hay que decir que todo lo citado hasta ahora fue ejecutado a su estilo; que muchos no aceptan o catalogarían como un estilo no estrictamente flamenco.
Terminó con una siguiriya, una vez más, a su estilo. Es un modo de ver el Flamenco, que como ya he comentado, tiene sus adeptos y detractores. La siguiriya me funcionó y a gran parte del público tambien. Terminó su show con una creación flamenca no catalogable dentro de los palos existentes.
Agujetas Chico
De la actuación de Agujetas Chico hay que destacar al guitarrista, el malagueño Rubén Lara; inmenso y joven, el potencial que tiene pues es inconmensurable. Agujetas quiso ejecutar unos tientos tangos, una soleá, siguiriya y fandangos. Posee una voz ténue y rasgada con más voluntad que facultades. En ocasiones pareció que venía de cantar en otro lugar o en otros muchos lugares. Pero ojo, como él mismo resaltó en la actuación, es tocaór y no cantaor. Cosa que hay que tener en cuenta. Lo que me hace preguntarme es ¿pá qué se mete entonces?
La Macanita
El puntal principal de la noche de la primera jornada del Festival Flamenco Torre del Cante lo vimos a eso de las dos de la mañana. Apareció La Macanita, con los dos primeros quejíos ya nos hizo recordar quién era. La jerezana y sus tientos tangos presentaron su cartel de la noche con la guitarra espectacular de Manuel Valencia, un señor estratosférico que parecía tocar en playback por lo perfecto de sus pulsaciones. A La Macanita se le escapa una voz que transmite sabiduría. Por momentos asíncrona para llevarnos de nuevo al compás, al sitio del que, en realidad, nunca nos salimos al oírla. Lo tiene todo preparado, es como una trampa maravillosa de tempos en los que controla y dirige los diapasones y el metrónomo que ella misma gobierna.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y Tomasa lo sabe. Canta porque puede y sabe hacerlo. Quizá flojeó un poco en la soleá, o quizá era yo tratando de poner un pero a una verdad flamenca como La Macanita. Con las bulerías terminó e inundó el festival con un torrente imparable en el que dió todo de sí. El fin de fiesta empezó cuando lo dictaminó la Señora Tomasa. Los demás la siguieron.
Jesús David López.