EL ÚLTIMO VUELO DE “PAPALOMA”

Antonio Serrano Santos

“PAPaloma, como le llamaban, cariñosamente, tiene un historial periodístico y personal que dignifica y honra al periodismo. Reportera católica de tanta sencillez y bondad con todos, que no habrá nadie que no la admire y sienta afecto por ella y pena por el hueco grande que deja.

Era la sombra blanca del Papa, ya San Juan Pablo II, y tan unida a él, hasta viajar sentada a su lado en el avión, que también seguirá a su lado muy cerca en el cielo y, sin duda, le seguirá en fama y vida santa. Tiempo al tiempo. Muchos no lo veremos, pero Dios se toma su tiempo para cuando lo cree necesario, como los santos canonizados después de siglos. Juan Pablo lo conseguirá como la mejor forma de pagarle y agradecerle el trabajo que le daba con sus viajes. “Perdona, hija, Paloma, por el trabajo que te doy”, le dijo en una ocasión al encontrársela una noche, ya muy avanzada, al salir, según su costumbre, de orar, largamente, de la capilla.

Primera mujer reportera de TVE en Roma, el Vaticano. Paradigma de feminidad y del verdadero feminismo. De sonrisa contagiosa y simpatía tan atractiva que desarmaba todo intento de polémica “agresividad” con ella en todo tema, sobre todo, en lo religioso, con su razonar sencillo y su experiencia.

Estas almas de altos vuelos nos acercan a Dios. Alzan el vuelo como águilas y nos quedamos como torpes avecillas que no acaban de agitar las alas en su pobre intento de despegarse de la tierra. Glosando a Fray Luis de León, con perdón: ¿Y nos dejas, Paloma, / en este valle hondo/ oscuro/con soledad y llanto/ y tú, rompiendo el puro/aire te vas al inmortal seguro?

Abatida fue Paloma, herida de muerte en el cuerpo, rotas sus alas por el cazador furtivo que, “por su envidia entró el pecado en el mundo y, con el pecado, la muerte”. Pero vive su alma inmortal por el Espíritu que la animaba. “No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita dentro de vosotros” (S. Pablo) El Espíritu Santo que, en forma de paloma, se posa sobre nosotros y nos da alas para volar hasta el cielo.

¿Qué teme el hombre? ¿Qué le impide el vuelo? “Y acepto el mi morir/ con voluntad clara y pura/ que querer el hombre vivir/ cuando Dios quiere que muera/ es locura”. (J. Manrique) ¿De qué tiene sed el hombre? ¿Qué es lo que desea? “Sed tiene mi alma de Ti, Dios mío. Mi carne te desea como tierra sedienta, sin agua”. Todo apunta al cielo. Los cipreses del cementerio, entre las tumbas, señalan, con sus agudas copas, la “salida”. Todo nos invita a volar.

“¡Oh, Dios, ¡quién pudiese dejar esto criado y en gloria ser con Vos ya transformado!” (S. J. De la Cruz). Los santos no se equivocaron ni se equivocan al desear la muerte. La fe en el cielo le duele al pobre cuerpo, pero alegra al alma. “Te lo aseguro. Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (Jesús al buen ladrón en su agonía. ¿Qué otra cosa nos puede desear Dios si le decimos: “Jesús, acuérdate de mí…” Y porque Paloma, PaPaloma, es nuestra paloma mensajera.