(Antonio Serrano Santos) El corazón, en su misterioso autoimpulso, es el motor que impulsa la sangre a todo el cuerpo. Las emociones aceleran sus latidos , sobre todo la emoción del amor. Y de ahí lo hemos elegido como el símbolo del amor. Lo vemos grabado en el tronco de los árboles, en las paredes, en las estampas, en infinitas formas y diseños, en las más variopintas manifestaciones. Es el símbolo universal. 

   ¿Pero de dónde le viene ese enigmático impulso? Se puede trasplantar, se puede colocar un corazón artificial por un tiempo. ¿Pero ese órgano, por sí mismo, late? ¿Quién es capaz de saberlo? Ni la ciencia ni la filosofía pueden explicarlo. 

      ¿ Y la religión? Sabemos que en la Biblia aparece muchísimas veces la palabra corazón. Con connotaciones de amor, de odio, de indiferencia, de ingratitud, de olvido, de pura maldad y de pura bondad. Es curioso que, siendo el corazón un puro órgano material, trasciende en su significado lo material y se presenta con la espiritualidad del amor. No es el sexo, en sí, ni el erotismo, ni la materialidad del beso, preciosa expresión de amor;  es algo que nos viene dado y que nosotros no somos más que cauce de ese amor, no sus autores.

      “ Os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”. “ Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de Mi”. “ No es lo que entra en el hombre lo que le hace impuro. Sino lo que sale de su corazón, como la injusticia, la impureza, los malos pensamientos, el odio, la mentira. Eso es lo que hace impuro al hombre”. Porque los dirigentes religiosos judíos consideraban impuro muchas cosas como no lavarse las manos, estar en contacto con los paganos, y muchas cargas insoportables minuciosas y atemorizaban al pueblo con su forma orgullosa de enseñar. Por eso dijo Jesús: “Venid  a Mi todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mi, porque Yo soy manso y humilde de corazón. Y allaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. “ Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…”

    Estas expresiones bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento es la clara voluntad de Dios de que, aunque podemos amarlo, porque no lo vemos, con amor de valoración, es decir, como el Ser máximo de la fe y de la existencia, creador de todo, también podemos y debemos amarlo con amor del corazón, afectivamente. “ Amarás al Señor con todo tu corazón…” Porque podemos, si no no lo mandaría. San Agustín decía. “ …y despierto mi afecto hacia Ti…” Porque el amor se puede dormir, como todo amor, si no se le despierta con el recuerdo, con la vigilancia, con la oración o trato con Dios y con los hombres. 

     San Pedro, que negó tres veces a Jesús, aunque le seguía amando, luego declaró su amor también por tres veces, dice en su primera carta: “…Jesucristo, en quien creéis sin verle y a quien amáis sin haberlo conocido”.

     Por lo que el amor es un milagro, en todos los órdenes de la vida, incomprensible y vivido por todos y que a algunas almas, como la de la jovencita muerta de tuberculosis y de amor a Dios, llegó a decir. “ Yo seré el amor en el corazón de mi madre la Iglesia”. Porque así tendría todas las vocaciones. Teresita del Niño Jesús. Y Teresa de Jesús murió con estas palabras: “ Al fin,  muero hija de la Iglesia”. Porque la Iglesia, con sus pecadores y santos, nació del Corazón de Jesús. Y hoy celebramos, los cristianos, católicos, su festividad.

       Quisiera que las palabras de este humilde artículo fueran de tanto fuego que encendiera, primero, mi corazón y también el de los que lo lean, creyentes y ojalá los no cryentes, viendo el infinito amor y misericordia del corazón de Dios a través del Corazón divino y humano de Jesús. Como dijo El: “ Fuego he venido a traer a la tierra y ¿qué quiero sino que arda?