(Susana López Chicón) Evidentemente los tiempos cambian y es necesario adaptarse a estos cambios, sin embargo la rapidez con la que cambian algunas cosas no deja de sorprendernos y al mismo tiempo desilusionarnos. Me refiero a como de golpe y porrazo la generación de nuestros hijos está obviando la etapa más hermosa de una relación amorosa.
En los comienzos de su adolescencia mi hija me comenta como sus amigas y amigos quieren a determinada persona desde que la han visto y la contestación positiva de la otra parte hace que se inicie desde ese instante un noviazgo. Fulanito o menganita se QUIEREN porque ayer se vieron y se gustaron y ya no se lleva el le GUSTA, le ATRAE y que ni decir de hacerse TILIN. Y esto para mi supone una tristeza en el sentido de que ya no solo se empieza un noviazgo con once, doce o trece años sino que ya no saben la diferencia enorme y llena de contenido que implica la palabra QUERER.
Necesito que mis hijas lo sepan antes de descubrirlo por si mismas y que no se salten la mejor etapa del enamoramiento. Lo mismo que No podemos empezar un libro por el final o quedarnos en la misma portada porque no solo habremos matado el argumento de la historia sino porque montones de sensaciones, recuerdos, experiencias, anécdotas y sentimientos se nos habrán escapado, lo mismo no podemos dilapidar de un plumazo el Gustar para pasar al Querer, así sin más porque existe una diferencia abismal entre una cosa y la otra.
Desearía tanto que todas las madres supieran explicarles a sus hijos el error que están cometiendo o que quizás nosotros mismos como padres estamos pasando por alto.
Querer es algo tan maravilloso que uno se desprende de si mismo y a la vez se siente auténtico cuando comparte lo más simple con otro ser humano, el sexo complementa todo eso pero el querer va más allá, mucho más allá de un simple enamoramiento inicial y el hecho de que alguien te atraiga queda a años luces del verdadero cariño y del verdadero amor.
Es cierto que no podemos pretender que a tan temprana edad nuestros hijos comprendan algo que llegamos a descubrir con el tiempo y la experiencia de la vida, pero si nos arriesgamos a decidir que son mayores para entablar una relación de pareja cuando aún no saben distinguir la mayoría de las cosas importantes de la vida. Nos hemos convertido en padres tan tolerantes, tan modernos y europeos que dejamos pasar cosas por delante de nuestros ojos sin hacer el menor de los gestos porque es lo que hay, lo que se lleva o lo que nos marcan los cánones actuales.
Pues no, yo no quiero que mis hijas se lancen  esta aventura sin  saber la diferencia entre un Gustar y un Querer, porque sino confundirán los términos para todo y Todo lo que les guste será querido y nunca descubrirán el verdadero valor de lo que cada cosa significa. Y en el amor esto es tan fundamental como  necesario. La vida está llena de pequeñas cosas que son las que hacen grandes al resto.Quizás alguien me tache de demasiado romántica o antigua, pero al cabo de los años, he descubierto que mis mejores recuerdos, están en aquellas primeras miradas, aquel simple  roce, el primer beso robado, la primera caricia e incluso la sonrisa de él mientras me veía llegar y todas esas cosas hicieron posibles otras porque poco a poco en ese intervalo de tiempo nos fuimos conociendo y queriendo.¿Que sentido tiene no saborear una cita, una espera, el ir haciéndose amigos poco a poco y compartiendo todo aquello en lo que uno se encuentra perdido al principio descubriendo un nuevo mundo.?
Debemos enseñarle a nuestros hijos que en esta vida de prisas y en la que parece que hay que vivir experiencias antes que nadie, deben descubrir el significado verdadero de la vida y enseñarles que con esa edad el mundo empieza abrirse poco a poco y que hay que esperar de la misma manera que la naturaleza nos enseña que en cada etapa las cosas suceden en el tiempo exacto, ni antes ni después y tras la secuencia de una serie de pasos que son necesarios y fundamentales.
El valor de un te quiero es una de esas cosas, en las cuales hay que detenerse. Ellos aún no lo saben, pero debemos por encima de todo enseñarles a Querer y hacerles comprender que el cariño implica olvidarse de uno mismo y entregar muchas más cosas que un beso o algo más.
No permitan que sus hijos pasen directamente al final del libro…hay tiempo, tiempo para todo y lo importante es saborear cada etapa en su justa medida.