ELIAS, PROFETA

Antonio Serrano Santos

E. P. “Ya cansa la vida”. Estas palabras de alguien que aprecio mucho, incansable en su lucha de más de ochenta años, me ha dado pie para este nuevo artículo. Tiene esta sentida expresión un profundo sentido intuitivo de trascendencia, de nostalgia, de dulce y sereno deseo de paz. No de una paz cualquiera, no de la paz de este mundo. La que realmente desea y necesita el alma, el espíritu, cansado de luchar en este mundo. “La paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo os la doy Yo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde”. (Jesús en vísperas de su muerte, a sus discípulos).

Todo sabemos, sin confesarlo, la paz que deseamos cuando alguien muere: “Descanse en paz”. A veces, hasta se la deseamos a desconocidos. Era yo niño y siempre recuerdo aquellas palabras de mi padre que decía, con algunas lágrimas, al pasar por nuestra calle un entierro: “Pobrecillo! Dios lo haya perdonado”. Sin conocerlo. Y sin saber si había sido bueno o malo. ¡Qué cerca estaba de la misericordia de Dios! Con razón decía Jesús: “Gracias te doy Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque estas cosas las has ocultado a los sabios y entendidos de este mundo y se las has revelado a los sencillos y humildes”.

El deseo de paz que se pide tiene unas connotaciones humanas y también religiosas. Muchos que no tienen fe en otra vida más allá de ésta, también así lo expresan. Tanto unos como otros tienen una aspiración común de ese descanso definitivo. “Buenas noches- se dice- vamos a descansar”. Preludio, ensayo y reminiscencia de la muerte. Vamos a descansar, a dormir. La palabra dormitorio viene del original griego “koimeterion” = dormitorio. Esperando el despertar de la resurrección. Por eso, en tantas canciones, poesías, comentarios y en la literatura, en general, es un suspiro común, universal. Vale la pena poner algunos ejemplos. “Milicia es la vida del hombre sobre la tierra”. (Biblia) “Silencio en la noche/ Ya todo está en calma/ el músculo duerme/ la ambición descansa” (Carlos Gardel). “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (San Agustín). “Morir sólo es morir/ Morir se acaba/ Morir es una hoguera fugitiva/Es cruzar una puerta a la deriva/ y encontrar lo que tanto se buscaba” (José Luis Martín Descalzo). “Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz” (Nelson Mandela).

Para los que sentimos que “ya cansa la vida” es bueno recordar las palabras de San Pablo a Timoteo: “Soporta con paciencia los trabajos por el evangelio según las fuerzas que Dios te dé”. Cuando ya nos faltan las fuerzas, nos queda el consuelo y la paz que da saber que podemos seguir soportando con paciencia los trabajos por el evangelio, teniendo en cuenta las fuerzas que Dios nos da. Él hará lo que nosotros ya no podemos. El profeta Elías se tendió en el suelo del desierto, cansado y desanimado por el poco fruto, según él, de su trabajo, dispuesto a morir, diciendo: “Llévame, Señor, contigo porque no soy mejor que mis mayores”. El ángel le despertó, señalándole un pan junto a Elías, diciendo: “Levántate y come que aún te queda mucho camino”. Tenemos un Pan, un viático (alimento para el camino) ¡Cuántas veces nos ha pasado lo mismo y cuántas hemos oído esas palabras!

“Los trabajos por el evangelio”. Tenemos la impresión de que no conseguimos nada, o casi nada, ante tanta batalla, tantos acosos, tanto odio, tantas frustraciones, tantos ataques que se han multiplicado y que nos rodean y asfixian con toda clase de medios, hoy más que nunca, a los cristianos. Pero ése es el tributo que tenemos que pagar. Ésa es la nueva forma de martirio que el “enemigo” adopta, como el máximo esfuerzo ante los últimos tiempos que sabe que se acercan y que será el “perdedor” definido, ante Dios y ante la Humanidad. No descansará ni nosotros tampoco debemos hacerlo. “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿la aflicción?  ¿la angustia? ¿la persecución? ¿el hambre? ¿la desnudez? ¿la espada? En todo esto vencemos fácilmente por Aquel que nos ha amado”. (Romanos, 8,35)

“Descanse en paz” es descansar en Dios, el que se lo haya merecido. “Ven, servidor bueno y fiel, entra en el descanso (gozo y paz) de tu Señor”. (De la parábola del evangelio).

“Yo también quiero resucitar/ ser feliz toda la eternidad/ y vivir con los que tanto amé/ una paz que no terminará”. (Cántico eucarístico). “Atravesar el túnel de la muerte, es ir al encuentro tuyo”. “Tus brazos nos esperan, Padre bueno, al despertar del sueño de esta vida”.