(Antonio Serrano Santos) (Este artículo, más bienintencionado que valioso, como todos los demás, se lo quiero dedicar a Don Ramón Buxarráis Ventura, en su onomástica de San Ramón Nonato, obispo emérito que dejó su obispado  y una huella imborrable de pasar haciendo el bien, como se decía de Jesús, y se trasladó a Melilla, para atender a los ancianos de un centro y a jóvenes ex-presos creando, con los salesianos, un centro de formación profesional, más capellán de la prisión, y otras muchas actividades. Hoy, después de un grave infarto, bastante recuperado, se encuentra acogido en la residencia de ancianos El Buen Samaritano, de Cáritas, hoy en cuarentena por el ingreso de una anciana, aislada, con coronavirus. Con 103 residentes. A sus 91 años, lúcido de mente y de alma y de corazón, a él le tengo un enorme cariño y agradecimiento por lo mucho que ha influido en mi vida y en mi quehacer literario- humanístico y teológico en mis artículos en los periódicos digitales desde hace muchos años, de alhaurindelatorre.com,  primeramente,de su inestimable director y amigo mío entrañable, Fco. López López y, por último, también, en globatium. Twiter, málagaldía, y,mucho antes, en Ymálaga, cuyo amable y querido director descanse en paz.. Gracias infinitas a ambos que me han hecho mucho bien en lo divino y en lo humano. Dios les compensará lo que yo no puedo. )

“ No quieras enviarme, de hoy ya, más mensajeros/ que no saben decirme lo que quiero./ Y todos más me llagan/ y todos van muriendo/. Y todos van dejando/ un no sé qué que queda balbuciendo.”

“ No quieras enviarme, de hoy ya, más mensajeros.”

Toda la creación es un mensaje que viene fuera de ella. Que lleva en su seno innumerables mensajeros.  Cada criatura, en sus infinitas variedades de especie, color, forma y de belleza inimitable hasta en sus formas, aparentemente feas o deformes, tienen una finalidad instintiva, y una función programada, infalible. De conservación y bienestar . Animados e inanimados. Desde los espacios siderales inabarcables hasta las profundidades de la tierra y del mar.

No cabe duda que todos traen un mensaje, un por qué y para qué. Aunque  muchos no lo sepamos aún. Pero el ser humano, la criatura por la que toda la creación existe, porque sin él, no se entiende la creación, no acaba de entender lo que esos mensajeros le quieren decir, y se cansa. Porque

“ … no saben decirme lo que quiero “. El inexplicable instinto siempre insatisfecho de felicidad,  de un saber el por qué de su vida y de todo, que por mucho que se ciegue en felicidades pasajeras, siempre sale a flote con la misma pregunta: no saben decirme lo que quiero. No explican su ansia de saber y de felicidad, y su angustia crece frente al pensamiento de la muerte, de morir, sin saber si podrá alcanzar esa felicidad. Y por eso, los mensajeros, por muy bellos y buenos que sean para su vida mortal

“ … todos más me llagan”. Porque su inmensa belleza y bondad, no acaba de satisfacer su instinto. No lo hacen feliz de una forma definitiva. Más, cuanto más se le acercan y parece que le hacen feliz, esa felicidad no le calma. Más le hacen desear la felicidad definitiva, que le libere del dolor, de la muerte que trunca todas sus pequeñas felicidades y le deja a las puertas de lo desconocido sin saber si la encontrará. Es terrible la llaga. Porque

“ … todos van muriendo”. La belleza de las flores dura un día, los animales se mueren, las estrellas se apagan, todo perece o cambia. La ciencia parece afirmar  que el universo, la misma creación, tienen su fin . Y se acabarían los mensajes y los mensajeros.

“ y todos van dejando”; pero el mensaje, mientras tanto,  se queda, algo quiere decir porque si no, no hubiera venido, existido. Todo tiene una explicación, una finalidad,

“ un no sé qué que queda balbuciendo”. Balbucir, como los niños o los que apenas se les entiende, que quieren decir algo y, o no saben, o no pueden. Pero queda. Y, entonces, la criatura humana, busca, se dirige al autor  de esos mensajeros, y de sus mensajes, con ansias infinitas de saber y vivir lo que intuye en su corazón, lo que esos mensajeros quieren decirle de parte de su Creador. Si en las criaturas ha puesto ese instinto infalible de llevar su mensaje, en las criaturas humanas, ha puesto el instinto, el deseo infalible de conocer y recibir el mensaje. Si existe la sed, es porque existe el agua. Si existe, el hambre, es porque existe el alimento. Ni el bebé sabe que hay leche o agua, pero es la razón de esa existencia de su sed . Si el hombre siente, por instinto, la necesidad de la felicidad completa, no la pasajera, es porque existe esa felicidad. De lo contrario ,no  sentiría ese deseo incontenible.

Una Sabiduría y Bondad superior a la criatura ha programado esto. Porque las criaturas se lo encuentran ya al nacer.No  lo han creado ellas.

Hay un Mensajero que sí sabe decirme lo que quiero. El Creador mismo, en persona, viene a decirlo. Siente compasión de sus criaturas que, con la libertad de que Él las dotó, no saben o no quieren, ciegamente, entender sus mensajes, ni reconocer a sus mensajeros. Y no con sofisticadas palabras ni imponiendo su voluntad contra la libertad. Su ejemplo, sus palabras de vida eterna y feliz, sus mandamientos de amor y perdón. Jesús de Nazaret. Basta leer el evangelio para conocer lo que dice el Mensajero, que no llaga, que no muere, no deja un no  sé qué balbuciente, sino totalmente claro: “ Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mi, porque Yo soy manso y humilde de corazón. Y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”. “ En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado( Mensajero) Jesucristo”. “ He aquí que hago cielos y tierra nuevos. Y no habrá más frío,  ni calor, ni llanto, ni dolor, ni muerte”. Este artículo lleva la intención, como todos, de llevar a conocer y amar al Autor de tanta bondad, sabiduría y belleza. Si fuera el último,  cumpliera esa misión, moriría contento de haberlo intentado, como un mensajero más.