(Román Serra)  Con un solo titular puedo resumir perfectamente lo que en mi opinión se ha convertido en un problema añadido en nuestra Semana Santa. Un trono se porta cada día del año, no solo durante unas cuantas horas en el día mayor de una hermandad. De moda están los submarinos en la mayoría de cofradías y pro-hermandades que a su vez, en muchos de los casos, han ido aumentando el número de varales en sus respectivos tronos de salida, como el caso de la Cofradía del Rescate, pasando de seis a ocho varales. Cada vez están adquiriendo mayor relevancia las procesiones de traslados que son ya, a día de hoy, pequeños cortejos  de barrio que anticipan la Semana Santa hasta diez días antes. Hoy en día, el domingo de Traslados es una especie de Domingo de Ramos a una semana vista del comienzo de la semana mayor. Este fenómeno unido al cansancio, el hartazgo social que también cobra su efecto en todos los ámbitos, sin olvidarnos que la oferta turística y de ocio son cada vez más suculentas y asequibles para los jóvenes y añadido además, al aumento de plazas en los tronos debido al auge de los submarinos, están generando una pequeña crisis de portadores/as; un pequeño bache que podría llegar a mayores y agravarse con el paso de los años, si las cofradías, máximas responsables, no ponen remedios desde el sentido común.

Una cofradía o asociación cultural, de fieles o grupo parroquial, debe mantener prendida esa llama de sentimiento que nace y se forja bajo un varal, y no hay mejor manera de avivar esa mecha de fuego, que propiciando un vínculo bidireccional entre cofradía y hombres de trono. Esto es como la candelería de un trono que debemos ir prendiendo continuamente para que nunca falte la luz. ¿Por qué no se convive ni se hace vida de hermandad durante el resto del año? Siete días al año no son suficientes en muchos casos para mantener esa conectividad entre portadores y cofradía, más teniendo en cuenta que cada vez descubren mejores ofertas los jóvenes al margen de nuestra Semana Santa que, sin lugar a duda, se encuentra en un periodo de grandes cambios y avances y ante una profunda transformación . 

Una agenda cofrade o eventos puntuales no son suficientes para atraer a esa juventud que es el futuro de las cofradías y, en definitiva, de nuestra Semana Santa. 

Mención similar podríamos hacer del machismo todavía existente en una parte considerable del sector cofrade, pues la mujer es la gran castigada por el simple hecho de ser mujer pero hay pruebas evidentes, de que hay mujeres que arriman más el hombro y sienten más lo que hacen que numerosos hombres. Llevar un trono es más sentimiento que fuerza y más amor que demostración y alarde. Que nadie se olvide de ello.

Esto no es una crítica a ninguna cofradía en sí, pero sí es un aviso, una alerta y ante todo, una propuesta para que traten este asunto al mismo nivel que llegan a tratar una restauración necesaria en algunos de sus titulares o una compraventa de enseres. Este asunto debe ganar peso y protagonismo en las reuniones y cabildos de las diferentes cofradías así como en la Agrupación. Renovar un trono puede ser importante pero antes hay que renovar a sus portadores/as. La falta de portadores es un problema de todos y como tal, debe ser compartido y debatido por todos. No hay ninguna hermandad que pueda sacar pecho en este tema, ni si quiera las que hoy van sobradas ya que, lo que hoy es una traba o amenaza para algunas de ellas, mañana puede haberse convertido definitivamente, en una crisis de varales y todos nos lamentaremos con impotencia, más si aún alguna llegara a quedarse encerrada como ya hemos podido sufrir en casos concretos de hermandades de barrio o asociaciones de fieles. Ocurría allá por los años setenta y ochenta, cuando las mesas de trono eran excesivamente pesadas, magnánimas e iban a sueldo los entonces hombres de trono que podían ser ateos pero del mismo modo, necesarios ante la demanda creciente de portadores año tras año ¿Volveremos a esos años?

Los hombres y mujeres de trono, son tales los 365 días del año, no solo durante el curso cofrade ni durante unas cuantas horas en Semana Santa. Seamos conscientes.

Román Serra