(Antonio Serrano Santos) Este artículo está dedicado a la sección de Facebook TIERRA VERDE. Me invitaron a escribir y colaborar con ellos, pero lo que tenía que decir, en un principio, era algo extenso y, por ello, lo hago en forma de artículo, aunque, después, seguiré en plan de colaboración breve y oportuna, como hacen todos sus componentes. A ellos se lo dedico, pero, especialmente, a su impulsor Scotta2,020, a Antonio Gómez García y a Josefina Ramírez Ruiz.

Hace algunos años, en una finquita de un buen amigo que cultiva árboles frutales, sobre todo, cerezos y granados, planté con su ayuda un granado; bueno, un tallo, un esquelético y futurible granado. Con menos certeza que  esperanza.. Tierra poco apta, poca agua y por mi parte, poca asistencia ya que vivía lejos. Le pusimos de mote “ Capitán”, una contraseña mutua nuestra de cuando pescábamos en bote en el mar cercano a la playa.

Pero mi paciente amigo, después de ayudarme a cavar, rellenar, regar y rodear de piedras el futuro arbolito, se encargó, con paciencia china, de cuidarlo y vigilarlo. Inventó una especie de goteo que, en nuestra ausencia, lo mantuviera húmedo. Me comunicaba los resultados, poco halagadores. Me mandó fotos. Un año me sorprendió con una foto: pequeñas granadas. Tuve que hacer un acto de fe. Años más tarde, casi hoy, me dice que el granado se ha robustecido, tronco grueso, robusto, esbelto, y granadas grandes y dulces. Me mandará foto. El milagro se realizó. La madre tierra es muy agradecida cuando se la ama y cuida.

Hay un dicho popular: “ Para que un hombre sea feliz, tiene que plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo”. Bien. Reclamo mi parte de esa felicidad, relativa, pero felicidad. Planté el granado milagroso; escribí, no uno, sino cuatro libros, tan futuribles como el granado porque  apenas  han tenido éxito ni medios para tenerlo; y tengo, no uno, sino cinco hijos y siete nietos tan madurados como el granado.

Bien. Todo esto viene a cuento de mi amor por la naturaleza, por mi gusto de pertenecer a TIERRA VERDE,  y por mi agradecimiento al ser invitado. Y ahora, como ya advertí, tendrán que” aguantar”, además de este artículo, mis incisos, en mis comentarios, de mis ideas y  opiniones que, a veces, no coincidirán con las de otros, pero siempre estarán dirigidas al amor a la naturaleza y, al respeto a todos los miembros de TIERRA VERDE, a los que admiro por su interés y valentía.

Cuando Antonio, mi tocayo, Gómez García, enviaba sus videos, fotos y comentarios de sus excursiones por el campo, yo lo admiraba y compartía, y le decía, él lo recordará, que era un “ contemplativo”. Que su amor y admiración por tanta maravilla natural  nos contagiaba. Pero yo no quería detenerme en solo la contemplación. Viendo crecer las plantas y toda la maravilla natural, que, según él, crecía espontáneamente, por azar, decía que no necesitaba un Dios. Recuerdo una anécdota: Un joven hacía de Dios en una comedia. Una chica le dijo que si era Dios hiciera un milagro. El la llevo delante de un enorme roble, altísimo. Y le dijo: Ahí tienes uno. Ella: Eso es un árbol. Y él: Haz tú uno.

Con toda mi admiración y afecto, hago este inciso. Ramón Tamames, antiguo comunista, economista reconocido, en su obra, dice: “ La grandiosidad de la naturaleza, del universo, y la existencia del hombre no se debe al azar. La ley de probabilidades no sirve. Si yo bombardeo el desierto del Sahara con un millón de palabras, nunca se formará el Quijote. En la grandiosidad del universo y la existencia del hombre, yo intuyo la presencia de Dios”. No dice que la demuestra, solo que la intuye, totalmente seguro.

Es decir, que hay una inteligencia creadora de tanta maravilla y que no tiene otra explicación. Pero yo añado: no se trata solo de inteligencia. En la naturaleza vemos cosas buenas y necesarias: el aire, el sol , el agua, los frutos de la tierra, del mar y del aire…Si eso es bueno, esa inteligencia es también bondad. La observación de la maravilla, del universo entero, despierta nuestra admiración. La sabiduría y bondad de Dios, creador, se manifiesta en ellos. Y esto suscita, debe suscitar, agradecimiento, amor, confianza y alegría. Agradecimiento, como se agradece un regalo; amor, porque amamos al que nos regala, confianza, porque no tememos al que nos hace un bien; y alegría, porque todo lo bueno nos alegra.

Un millón de inviernos no acaban con la primavera. Un millón de males no acaban con la esperanza en la Historia. Hay una Providencia  “¡prodigiosa Providencia, silenciosa, y no obstante tan eficaz, constante e infalible” que así actúa.

Toda esta intención que se descubre en la naturaleza y en el entero universo, no es otra que despertar el afecto, el amor a su Creador, a Dios; pero no a ese Dios policía, vengativo y castigador de los pecados, de esa equivocada idea de Dios. Sino de un Dios Padre, perdonador, descubierto en Jesús, el amante de las flores, los lirios del campo, del agua, de los niños, precursor del poverello Francisco de Asís, que decía hermana agua, hermano lobo, hermana muerte, hermana pobreza…… Un Dios que cuida de su obra y de sus habitantes, y les riñe cuando no cuidan de la preciosa casa que El les ha construido. El coronavirus es un aviso de la naturaleza y de su Creador, del que sacará, sin duda, un mayor bien, un mayor respeto a “ nuestra casa”, la de todos. Planeta Azul , rodeado de azules mares, como un bebé en la placenta materna ,de inmensa y sobrecogedora  grandeza y sublime  en su belleza, como la describieron los astronautas desde el espacio , conmovido el ánimo ante la pequeñez del ser humano y la grandeza del universo.

Cuando nuestro buen Antonio “ contemplaba” esa pequeña parte del ““paraíso” que le rodeaba y nos lo comentaba, entusiasmado, a mi me sugería algo más. Lo mismo que Ramón Tamames intuía la presencia de Dios en la grandiosidad de la naturaleza y del universo, yo intuía la existencia de otro paraíso del que este en que vivimos es un pequeño reflejo. Al contemplarlo, sentimos el deseo y la nostalgia de un paraíso en el que no haya la amenaza de un coronavirus, ni el atentado de los hombres destruyéndolo. Tiene que haberlo, porque lo necesitamos, lo deseamos. No basta este precioso y amenazado paraíso. Cuando, agonizando en la cruz, junto a Jesús, el buen ladrón le dijo: “ ¡ Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu Reino!”. Jesús le contestó con un juramento en hebreo: “ Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Paraíso que la fe lo cree y lo espera , y el hombre, agonizando por tantos males, siente nostalgia, lo desea y necesita. Dios no va a destruir este pequeño paraíso. Todo va evolucionando hacia la perfección según el plan de esa Providencia.” He aquí que hago cielo y tierra nuevos”. Dice. Y en cuanto al hombre, su plan es” trascender los límites del ser humano, algo para lo cual está ya predispuesto desde la creación, como esperanza y posibilidad por su semejanza con Dios”. Y, tanto el hombre como la naturaleza, habrán llegado, como criaturas hermanas, a la perfección y felicidad a las que El los ha destinado.