( Antonio Serrano Santos) Espero que el protagonista de la escena que voy a reproducir, algo modificada, por el humor, no se moleste. Creo que no, porque es muy amable y amistoso, de gran comprensión, simpático y jovial. Yo le achaba unos 45 años, pero ya acaba de cumplir los 50.
En un examen de teología, el tema era Cristología, su último examen, uno de los miembros del jurado, profesor suyo, le hizo la siguiente pregunta, no exenta de cierta ironía: “¿ Qué prefieres, : decir Jesús o Cristo?” La pregunta parece que llevaba una doble intención, pregunta capciosa. La respuesta del examinando fue lúcida y tal vez inesperada: “ Si usamos Jesús, respondió él, parece que a la humanidad de Jesús se le da demasiada importancia como si desapareciera ante la fe su divinidad. Es un riesgo. Si le llamamos Cristo, ocurre al revés, la humanidad parece diluirse ante la divinidad. Por lo que creo más conveniente llamarle con las dos palabras en una sola, compuesta: Jesucristo”. En el tribunal se hizo un silencio y de reojo miraron, casi todos, al que hizo la pregunta. Como diciendo: “ Tómate esta”.
Yo, con toda humildad y admiración, quiero añadir algunas matizaciones a la respuesta del examinando. En los evangelios y en las cartas, sobre todo de San Pablo y de los demás apóstoles, y en los Hechos de los Apóstoles, se menciona con mucha reiteración las tres formas de nombrar al Hijo de Dios, nacido entre nosotros y como nosotros: Jesús, Cristo, y Jesucristo. Para la fe bien formada, la palabra Jesús no se desvincula de su divinidad, no corre el riesgo de olvidar la divinidad. La palabra Cristo, también para esa fe, no menoscaba u oculta, necesariamente, su humanidad. Pero esta palabra no manifiesta, en sí, la divinidad de Jesucristo, porque su traducción es : “ Ungido”, el Ungido, unción que se daba en la elección de los reyes por los profetas. Cristo es “ el Ungido, elegido por Dios Padre. Palabra que usó Pedro al preguntarles Jesús. “ Y vosotros quién creéis que soy Yo?”. “ Tú eres el Ungido de Dios. Por eso hasta que no se reveló claramente su divinidad en la resurrección, no “ creían”, no sabían que el Ungido era el mismo Dios, el Padre en Él. La palabra Jesucristo, para la fe, por supuesto, incluye la humanidad y la divinidad. Las tres formas son correctas, teológica y dogmáticamente. Cuando el Arcángel San Gabriel anunció a María su maternidad, le dijo: “…y le pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados”. Jesús, en hebreo, Yesuá, se traduce por “ Dios salva”. La misión de Jesús, por tanto, era salvar. Y Cristo, Ungido, indica, más bien, elección, el Elegido. A José también le dice” …le pondrás por nombre Jesús”. Después de explicarle la concepción de María. En los cuatro evangelios esta palabra, Jesús, es la más repetida. En boca de casi todos los personajes. Es llamativo que los evangelistas, sobre todo, San Juan, dicen que lo nombran así: Jesús. Pero ellos, los discípulos, siempre se dirigen a Él llamándole “Señor”. Menos Andrés cuando le dice a Natanael:” Hemos encontrado a aquel de quien hablan los profetas, a Jesús de Nazaret ”. Hasta en el INRI de la cruz: “ Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. Y hasta “ Dimas”: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Ya se ve que, con una clara diferencia de uso y finalidad de Cristo y Jesucristo, Jesús es la palabra que más íntimamente se ha usado y se usa, para dirigirse a Jesucristo, a Cristo, al Hijo de Dios, y que a Dios mismo, por verlo más identificado y más unido a nosotros, que más confianza nos inspira, y más a nuestro alcance, como cuando nos dirigimos a un padre o a un hermano. Jesucristo y Cristo nos parece más solemne y más lejano, más respeto nos infunde y menos intimidad. Por eso, en la liturgia se usa al final de las oraciones de petición y de culto, se termina: “…por Jesucristo Nuestro Señor”. En Adviento, es muy frecuente la invocación “ Ven, Señor Jesús. Y en la misa, después de la consagración: “ Anunciamos tu muerte, clomamamos tu resurrección, ven,Señor Jesús”.
Ahora bien, nosotros los humanos, hombres y mujeres, con un alma y un espíritu que dependen, en sus manifestaciones, del cuerpo, de lo físico: amar, comprender, hablar, reir, llorar, sufrir, aprender…,la palabra “Jesús”, el mismo Jesús, como hombre, aunque Persona divina, nos lleva más claramente, más directamente, al conocimiento de la Divinidad, es decir, al Padre, a Dios que, al ser Espíritu, espiritual,no podemos conocer, tratar y llegar a Él por nosotros mismos, físicamente. ( “ Dios es Espíritu y hay que adorarle en espíritu y verdad…”,Jesús a la samaritana) “ Nadie va al Padre sino por mí”. “Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. Y ya le habéis visto y conocido”. “Señor, le dice Felipe: Muéstranos al Padre y nos basta”. Felipe quería evidencia física, no solo palabras. Jesús acababa de decir: …y ya lo habéis visto y conocido”. Por eso dice: “ Muéstranos al Padre y nos basta”. Como diciendo” así te creereremos. “Felipe,responde Jesús,: ¿ Hace tanto tiempo que estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que me ve a mí ha visto al Padre”. ¿ No creéis que el Padre está en mí y Yo en el Padre? Creedlo, al menos, por la obras”. Pero hasta el día de la Resurrección de Jesús, con el “¡Señor mío y Dios mío” del incrédulo Tomás, que no creía hasta “ ver”, no creerían ni” verían”. De donde la venida y presencia de Jesús, con su humanidad, eran necesarias. “ El tiempo se ha cumplido. Arrepentíos y creed en el Evangelio”. La Buena Nueva : Jesús. “El Enmanel, Dios con nosotros.” Como dice el Papa emérito en su obra “ Jesús de Nazaret: Desde que vino Jesús no parece que haya cambiado nada. Todo sigue igual. ¿ Qué nos ha traído Jesús? Jesús nos ha traido a Dios. Por Él ya sabemos cómo es Dios, cómo piensa, cómo ama, cómo actúa. Tiene un rostro con el que se asoma a nosotros, nos habla, nos perdona, nos ama, podemos hablarle, verlo; sufre y da su vida y resucita abriendo el camino a la vida eterna con Él. Como dice el poeta Alfonso Junco: “ Así: te necesito de carne y hueso….Divina locura de misericordia: los dos de carne y hueso”.
“ La íntima amistad con Jesús, de la que todo depende, corre el riesgo de moverse en el vacío” si no tenemos una fe y un conocimiento cierto del Jesús histórico, al que podemos dirigirnos con confianza y seguros de que nos escucha, el del evangelio y no el que intentan demostrar las falseadas imágenes de un Jesús distinto. Como dice Santa Teresa de Jesús en el libro de su vida: ““Quisiera yo siempre tener delante de los ojos su retrato e imagen ya que no podía tenerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera”. Y ahí tenemos el rostro de Jesús en la Sábana Santa de Turín, el verdadero rostro de Jesús, que algunos creen falsificación y se ha demostrado su autenticidad,por otros muchos medios científicos, descartando el carbono 14 no por él, sino por su mala aplicación. ¿ Qué diría ella a nosotros si lo viera?
Este conocimento de Jesús, y de su amor, nos lleva a un trato íntimo y seguro con Él y con el Padre. “Es una cuestión de máxima importancia”.