(María Damiani) Muchas veces asociamos la humildad con la sumisión o la debilidad cuando en realidad no tienen ningún punto en común.
Entiendo por humildad una hermosa cualidad carente de todo tipo de presunción y de la voluntad propia en tratar de satisfacer nuestras exigencias personales. Su opuesto es la soberbia, una característica negativa desprovista totalmente de amor.
Dalai Lama, en una charla en la Universidad de Harvard, expresó refiriéndose a la compasión: “Yo intento tratar como un viejo amigo a todo aquel con que me encuentre. Esto me da una sensación genuina de felicidad. Esta es la práctica de la compasión”.
“Si asumimos una actitud de humildad, crecerán nuestras cualidades” Dalai Lama
Pero nos preguntamos, ¿cuántos actos de humildad practicamos en nuestra vida diaria?
¿Consideramos actitudes como servir a los demás, escuchar más, ser agradecidos por los logros sin alardear, no juzgar, admitir nuestras equivocaciones, evitar reacciones agresivas, etc.?
Reflejar este tipo de cualidades nos acerca al desarrollo de nuestra verdadera espiritualidad. Es un proceso mediante el cual aprendemos a amarnos y aceptarnos, y de esa forma nos acercamos más a nuestra paz interior, a la quietud del corazón.
En una etapa de mi vida sentí cierto rechazo hacia las personas con diferencias sociales y reaccionaba con actitudes negativas como la soberbia. Con el tiempo y en la búsqueda de mi verdadera identidad pude reconocer que estaba reflejando debilidad humana y que en realidad esa conducta hacia los demás era ocasionada por un vacío de amor. Fue entonces cuando comprendí que debía ver a cada persona desde una perspectiva espiritual, a la imagen del Amor, es decir, con lazos de hermandad.
Un estado mental receptivo a la humildad nos ayuda a silenciar los argumentos del temor y de la confusión y nos nutre de bondad y fortaleza.
Jesús, quien fue el hombre más compasivo, trató de enseñarnos que cuando amamos a otros, especialmente a aquellos a quienes menos queremos amar, también nos amamos a nosotros y nos dejó la lección de tratar a cada persona como valiosa y merecedora de aprecio.
Asimismo, cuando manifestamos la tendencia de juzgar y condenar a otros, nos perjudicamos nosotros mismos.
Hace unos meses leí una noticia que me gustó mucho y la transcribo como un verdadero ejemplo de humildad y solidaridad. Trataba sobre la historia de un inglés que vivía en una mansión. Sumido en el dolor por la pérdida de su esposa y después de pasar por diferentes situaciones dolorosas, comenzó a interesarse en los escritos de espiritualidad y salud de la escritora norteamericana Mary Baker Eddy.
Su vida cambió notablemente e inició una campaña de caridad a favor de los pobres y desvalidos del municipio. Habilitó algunas dependencias de su mansión y las convirtió en comedor y hogar de ancianos sin recursos. Al mismo tiempo suministraba alimento a los indigentes y a cuantos se acercaban a su casa les entregaba, a cambio de leer alguna página de la Biblia, una peseta de plata, cantidad nada despreciable en aquel tiempo.
Fue nombrado hijo adoptivo y predilecto de Torremolinos. http://andaluciainformacion.es/gente-lugares-y-tradiciones/233626/don-jorge-hijo-adoptivo-y-predilecto-de-torremolinos-1/
Las ideas cristianas de Mary Baker Eddy son una nueva perspectiva de enfrentar la vida que no solo me han permitido renovar mi propio punto de vista acerca de mi identidad y de lo que es el Amor y su creación, sino que me han llevado a tomar conciencia que el renacer espiritual es una posibilidad presente y esta manera de transitar el camino atrae incontables bendiciones.