EVANGELIO EN «ANDALU»

Antonio Serrano Santos

Traducción directa, del griego al andaluz coloquial, de textos de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. (Por Antonio Serrano Santos)

1º. LUCAS. (Nota del traductor: Digan lo que digan, el Andaluz no es un dialecto. Sí el bable en Asturias y en otras regiones. Es puro idioma castellano. Con una estructura y expresión sintáctica y gramatical que ya quisieran tener otras comunidades autónomas. Precisamente, lo que hace que le llamen dialecto son los modismos, lenguaje coloquial y supresión de letras, lo que le da riqueza y ese gracejo simpático que tanto gusta por el norte. Nosotros nos entendemos muy bien. Para los extranjeros, o extraños, les supone un esfuerzo completar y comprender esas frases y palabras que amenizan la lectura, despiertan su imaginación y su curiosidad, como los jeroglíficos. Por ejemplo: “Vianca mi abuela”: voy a casa de mi abuela. “Mo amo a moá”: Nos vamos a mojar. “Pa qué quies má”: Para qué quieres más. “¡Ozú, ozú!: Jesús, Jesús. Etc. etc”. Fuera del lenguaje coloquial, la pronunciación y suplencia de la s por la z y, viceversa, es otra característica que hasta a los grandes oradores como los gaditanos Moret, Castelar, Pemán y el cordobés Alcalá y otros, no les avergonzaba usarlas. Por lo demás, abunda la corrección más perfecta en la literatura y el habla andaluz de los mejores autores castellano- andaluces: Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Miguel Hernández, Pemán y muchos más. Este artículo, y los que le sigan, si son aceptados, están escritos en esos términos, sin que, por eso, carezcan de un fondo de verdad religioso-histórico. Y ya, os dejo con Lucas., que comienza así su evangelio:

Amigo Teófilo, pa que te enteres de una vez por toas, me he pateao toas las calles de los pueblos recogiendo datos y opiniones de los que vieron con sus ojitos las cosas que a ti te han dicho. Vamos, las cosas que han pasao entre nosotros. Una encuesta tutiplén, no como la del CIS y otros. ¡Ah, y sin móvil ni feibú ni na! Con decirte que la misma María me dijo cosas que nadie sabe, na más que ella… Una primicia. Ya te iré contando. Pa que no hagas caso de otras noticias. Pa que las leas de pe a pa y no te fíes ni de tu padre.

Te comento. Había uno de esos curas más antiguos que Matusalén, vamos, de antes de Jesús. Le tocaba entrá detrás de una cortina en la que desían que estaba Dio, pero sin verse. Cuando estaba el pobre tan tranquilo echando su insienso, de repente, ve un ángel. ¡Vaya susto! Por poco le da un infarto. El ángel, como si nada, le dice: – “Zacarías (¡vaya nombresito!), no te asustes, mi arma; er Señó está harto de escucharte. Que, si no tienes hijos, que hay que ver y los demás sí, que se nos ha pasao el arroz… Bueno, y pa que te calles, dice que vas a tener un niño. Que no es broma. – El pobre viejo, más desconfiao que un inspector de Hacienda, le dijo, algo mosqueado: – ¡Anda ya, pero si yo soy más viejo que un dinosaurio y mi mujé está más seca que una pasa! – El ángel, un poco cabreao, va y le dise: – Yo soy Gabrié, que estoy delante de Dios. Eres más torpe que un arao. Por no creerme, te vas a queá más mudo que un gato yeso, hasta que nazca tu crío”. Salió el vejete con el rabo entre piernas. (¡Ya está aquí la imaginación picante andaluza! He dicho rabo, no otra cosa). Los que esperaban, dijeron: ¡A este tío ladao un soponcio! Pero él, con señales, les dio a entender que era una cosa de Dios.

Bueno, Gabrielillo, más rápido que el SEUR, se fue, aluego, a un pueblucho con un nombre mu raro. Es que allí tos los nombres son raros: Nazaret. Estaba una muchacha, por cierto, más “bella que el sol, más hermosa que las perlas que ocultan los mares”, lavando la ropa en su lebrillo, porque entonces no había lavadora, además más pobre que las ratas, ya ves que vivía en una cueva como las de Guadix. Sintió un ruidillo y miró parriba: se encontró con una sonrisa tan grande que se le quitó to el miedo. ¡Qué guapo era el muchacho! ¡Parecía un ángel, y que la estaba mirando embobaíto! Grabrié le dijo: – “¡No sabes cuánto me alegro de saludarte!”. Tanto gusto en conocerte, guapa. Tienes la grasia y er salero de toito er mundo entero. No sabes el enchufe que tienes con el jefe.” La chica se puso más colorá que un tomate, porque nunca le habían tirao un piropo tan bonito. Y se desía qué iba a pasar. El ange, embobaíto del to, le dijo: “No te asustes, María, porque eres el ojito derecho de Dio. Mira, vas a tener un niño más bonito que un San Luis. Y le vas a poner Jesús. Cuando lo veas le vas a desí: ¡Ay, rey mío!, porque va a ser to un rey. Un rey de Dio.” María, que era más inosente que un gorrión en una jaula, le dijo, con un poquillo de vergüenza: “¿Cómo voy a tener un niño, si yo no pienso acostarme con nadie? Esto es la monda, Teófilo, porque estaba prometía con José, Pepe, para los amigos. Mu buena gente, y que no sabía na de na de lo que estaba pasando. – No te preocupes, mi niña, que el Espíritu Santo, que to lo sabe, lo arreglará pa que tengas ese niño sin nesesiá de lo que dices. Y na de inseminasión artifisiá. Ni siquiera te vas a enterar. ¿O tú te crees que Dios no pue hasé lo que le dé la gana? Y na menos que su Hijo. Ya ves, ahí tienes a tu parienta Isabel que está preñá hasta las cejas y desían hace seis meses que era estéril.   Pa que veas que Dios to lo pue. Ella, agachó la cabeza y le dijo: “Aquí estoy pa lo que Dios quiera. Me fío de tu palabra”. El ange se sintió orgulloso. No como con el desconfiao de Zacarías. Y se esfumó.

María, que era más buena que el pan bueno y más servisiá que un camarero salío del paro, corrió a ayuá a su vieja parienta Isabel, a la que le queaban tres meses pa parí. Joven que era, subió la montaña, en Judá (por poco pongo Judas, que ese nombre lo tengo atravesao), entró en la casa, esa sí que era una casa, y la saludó. Isabel, que se lo imaginó to, o fue un chivataso del Espíritu Santo, se esgañitó diciendo: ¿Pero si yo no soy nadie pa que venga a verme la Madre de mi Señó? Humilde que era ella, no como el atontao de su marío. “Hasta el niño en mi barriga ha dao pataletas de alegría. Tú sí que eres dichosa porque has creío que se va a cumplir lo que te dijo el ange, no como el siesomanío de mi marío.” ¡Espabilá que era la tía!

A María, le entró tanta alegría, que sarrancó, casi, por soleares, peteneras, bulerías y por tos los palos del flamenco, porque, claro, era medio gitana. Y no soltó na por esa boquita: Que, si Dios era mu grande, que estaba loca de contenta, que cómo sabía fijao en ella, si no era nadie…Y que a los ricos los iba a poné a parir; a los pobres no les iba a fartá de na, y que toito er mundo la iban a queré con locura a ella. Que ya lo habían dicho los profetas y nadie se lo creía del to.

“Bueno, ahora te dejo con Mateo, que ése sí que cuenta, clarito, lo que pasó el bueno de José, nuestro amigo Pepe, con la bromita del angelito.” (Continuará, si me dejan, claro, en el siguiente artículo, con Mateo).