(Francisco Javier Zambrana Durán – Alhaurín de la Torre)

La vida es un sendero de piedras que debemos superar con la mayor entereza posible. Existen ocasiones en las que nos caeremos y nos levantaremos, en las que podremos lidiar con todas las situaciones posibles y hacernos de hierro. Sin embargo, también existen otras que serán más duras de superar, de sobrellevar. Todas ellas las superó un señor que representa el ciclismo para Alhaurín de la Torre, alguien que fue capaz de traer un final de etapa con su corazón al municipio.

El exciclista profesional, Javier Otxoa, ha fallecido este viernes 24 de agosto de 2018 tras una larga lucha contra una enfermedad no especificada públicamente. El chico que logró un día un oro en Atenas y otro oro y dos platas en Pekín en ciclismo en ruta y dos platas en Atenas en ciclismo en pista se marchó sin cesar de pedalear.

El más ‘grande’ de sus éxitos

Podemos decir que Javier Otxoa es la bandera del ciclismo en Alhaurín sin que quepa duda alguna. El nacido en Baracaldo consiguió hacer historia allá por el año 2000, cuando una de esas tardes de siesta de verano, concretamente la del 10 de julio, consiguió dejar de lado a un americano que vivía sus mejores años. Sí, a Lance Armstrong.

Desde aquel momento, su carrera, con el equipo Kelme-Costa Blanca, estuvo plagada de buenos recuerdos y de una posibilidad enorme de convertirse en el estandarte español con tan solo 25 años. Por desgracia, como todo lo que nos ocurre en nuestra vida, siempre debe existir algo negativo, o no necesariamente negativo.

El giro de su carrera, la subida de su montaña particular

Un 15 de febrero cualquiera, Javier salió junto a su hermano gemelo, Ricardo Otxoa. La carretera de Cártama sería el lugar de entrenamiento para un día más, para un momento perfectamente de tranquilidad y de satisfacción por el trabajo bien hecho. Ambos fueron arrollados por un vehículo que provocó la muerte de Ricardo y la parálisis de Javier.

A partir de ese momento, su carrera dio un giro demasiado especial, uno que no necesariamente tuvo que ser negativo, y que significó su escalada en el deporte paralímpico. Como había sucedido en el ciclismo años antes, Otxoa se colgó el nombre de él y de su hermano y se alzó con un palmarés envidiable, solo a medida de una persona de su altura.

En Atenas, el corazón le regaló un oro en Ciclismo en Ruta y dos platas en Ciclismo en Pista, justo 3 años después de haber terminado la historia más dura de su vida personal. Cuatro años más tarde, Pekín le puso en su poder un oro en la Contrarreloj Individual de Ciclismo en Ruta y dos platas en la Ruta Individual de la misma modalidad de ciclismo.

Alhaurino desde que se hizo de oro

Javier se convirtió definitivamente ciudadano de Alhaurín desde el momento del accidente. Vivió en la casa de sus padres por momentos, pero definitivamente se decidió a dar el paso después del episodio sucedido. Su sacrificio fue esencial desde el primer día para que el municipio fuera considerado uno de los más grandes en ciclismo paralímpico, pero, ante todo, para que se reconociera como el punto en el que residía la historia viva de este deporte.

Porque Otxoa no solo fue ciclista, sino que fue deportista, de élite, de calidad, de coraje. Y también un espléndido ser humano. Porque para alcanzar el éxito en el deporte, primero se debe ser una persona con fuerza. Justo la que él siempre tuvo.

Descansa en paz, Javier.


Realizado por: Francisco Javier Zambrana Durán (@neyfranzambrana/Francisco Zambrana).