(Francisco Zambrana Durán) Consideré siempre un error disminuir de marcha, ir más lento, frenar. Era una forma de demostrar que tu valía era inferior. Y todo porque te parabas. Parabas de producir, de generar. Las historias que se paraban eran malas, los compañeros de clase que iban más lento eran aún peores, el mundo en sí, todo, era más difícil, más complejo, más crudo, cuando uno se paraba.

Hoy lo veo una virtud.

Vivo rodeado de 120 alumnos diariamente en clases que no deberían acoger a más de 15-20. Cada uno de ellos reclama su propio papel en el camino de sus vidas, y en la mía. Reclaman ir al baño, reclaman una mejor nota, un poco de atención, cariño, una mirada, un gesto, un cambio de examen o un parte menos. Cada uno y cada una mantiene su prioridad y lucha por sacarla a flote, tiene sus problemas y batalla por esconderlos, camuflarlos y no exhibirlos para no ser vulnerable. Su miedo, su aspereza, su alegría y disposición son cambiantes. Saltan, se rompen, se arreglan y se quiebran, como si de plastilina moldeable se tratasen. No frenan. En el buen sentido de la palabra, no paran. No saben qué puede traer ese parar.

Por eso yo me esfuerzo y paro por ellos. Conforme pasa el tiempo delante de una clase como profesor, que, en mi caso, no es tanto, voy desarrollando una habilidad. Podría llamarla entereza, aguante o saber estar. Sería lo mismo en todos los casos. Yo la llamo ‘la habilidad de frenarse’. No hablo de comerse las emociones y no dar una voz cuando la situación se descontrola, sino de otra cuestión completamente distinta. Freno mirando al chico o la chica a la cara y permitiéndole que hable, que me explique, que él mismo vea que estamos parados en seco, que hay profundidad en lo que cuenta y que, para mí, es importante. Ese minuto de gloria rompe los relojes y hace reflexionar, porque (suena triste) nadie nos lo da.

En estos tiempos de locura vital, de lanzarse a todo en el ‘ya’ más cercano y absoluto, defender frenar tú y frenar a los que te rodean es un logro. A veces no tendremos el mejor día, el mejor momento, ni la mejor situación, pero en nosotros está hacer ese gesto. Ser humanos.