dance-76092_640 [640x480](Patricia Marín Rueda) La mañana que nos encontramos no nos buscábamos, tímidamente me enseñó aquella caja cerrada por el tiempo, en todo lo que le rodeaba dejaba impregnado ese olor a inocencia que no podía ni quería quitarme de la ropa,  las ilusiones se deslizaban por su rostro

Aquella mañana yo me había despojado de todo lo que no me servía, eso me acercaba más a ella , ¡ me mostró tantas cosas que las agujas del reloj me hicieron olvidar!.

Aquella muñeca bailaba con ella, me enseñaban lo que la niña había dibujado en las nubes. Jugando volábamos, el olor a témpera fría cubría cada palmo de mis manos, me enseñaba a imaginar a través de los cristales lo inimaginable. Me había olvidado tanto de ella que ni siquiera sabía su nombre.

Me hizo recordar aquel aroma dulce y tostado que desprendía su risa, eso me hacía pensar que ya nos conocíamos…!éramos ya tan distintas!, el deseo de ser ella cubría mis pensamientos, podía enseñarme el mundo a través de sus ojos; cada noche me arropaba y me sentía a salvo.

Su sonajero no me conocía, se escondía detrás de su pelo sigiloso. Las dos sabíamos que el reencuentro era efímero y pasajero, que yo ya había perdido esa magia que solo ella podía mostrarme, tristemente nos habíamos convertido en dos y no una. Las horas se columpiaban a través de un reloj de plastilina, ella movía las agujas a su antojo; El sol, la arena, el cemento, todo había que explorarlo. La mujer que estaba detrás de ella daba cuerda a aquella cajita de música, se convertía en bailarina, las dos queríamos jugar con ella porque nos gustaba su música.

Nos deslizábamos por aquel tobogán cual gota ligera y cálida que se ríe de las nubes. Nuestro disfraz de princesa me hacía olvidar en quien me había convertido y me acercaba a esa margarita que deshojaba cada vez que quería conocer mi suerte.

Me gustaba mirarla, observarla mientras preparaba esa taza de té imaginado, sabía a todo lo que el tiempo me había obligado a dejar por el camino.

Juntas abrimos la caja, al principio olía a polvo y humedad, sus ojos me preguntaban qué había sido de esos sueños; lo que contenía esa caja era mas suyo que mío, de repente, salieron a pasear mariposas verdes, azules y rojas, llevaban demasiado tiempo escondidas deseando que las liberase, que la yema de mis dedos las rozase, que yo las descubriese.

La niña me miró triste, las mariposas volvían a su caja aleteando revoltosas, era hora de cerrarla; contemplarla un millón de años no habría sido suficiente… .

Hasta siempre niña.