(Antonio Serrano Santos) La política, la verdadera política, es respetuosa con todos los derechos humanos. Pero hay algunas “ políticas” que quieren invadirlo todo. Aunque no sea de su incumbencia. Todos sabemos lo que significa politizar, en su sentido peyorativo. La vocación política es una vocación, diríamos, sagrada. Porque los temas que toca son sagrados: los derechos humanos y, también, que se olvida con frecuencia, los deberes humanos. Hay una perniciosa tendencia a defender los derechos pero poca para exigir los deberes. Defender los derechos, según cada ideología, “ tiende”, con mucha frecuencia, a “ politizar”, a manipular al pueblo.

Hay manifestaciones, usos y costumbres populares, de siglos, ajenas totalmente a la política, religiosas o sociales, como la Navidad, las procesiones, las romerías, los bailes regionales, las competiciones deportivas, las fiestas populares…Y todo esto lo quiere invadir la “política”.

El ejemplo más representativo, quizás el más importante y paradigmático, es la Navidad. Ya, a nuestras puertas. ¿ Pero qué tiene que ver la “ política con la Navidad y esos otros eventos populares?

Hay cierta malicia que deshonra a la  política, a la verdadera. Cierta falsedad e hipocresía, porque saben que ése es el lugar donde más difícil lo tiene, pero que también es el ámbito donde mayor puede ser su calado si consigue sembrar su cizaña con el trigo hasta convertirlo todo en su cizaña política. Quitarle el carácter religioso-popular y transformarlo en algo de acuerdo con sus ideas políticas.

¿ Qué sentido tiene, por ejemplo, saltándose toda la historia cristiana y los datos de los evangelios, poner una niña-Jesús, en un belén viviente, en vez del Niño Jesús, por lo del machismo?  ¿Qué explicación tiene un belén con muñecos de «Famóbil» sin ninguna referencia belenística?¿ Cómo explicar a la inocencia de los niños unos Reyes Magos y un Niño Jesús, con la estelada independentista, en su ropa, en un belén?  ¿Hasta dónde puede llegar convertir la paz y el amor de la Navidad en odio separatista entre cristianos? ¿Cómo justificar suprimir la Navidad y los belenes “ por no ofender a los musulmanes y no pensar lo mismo de las costumbres musulmanas que pueden ofender a los cristianos? ¿Por qué no pueden convivir juntas y sólo una?  ¿ Cómo explicar las luces, las pantallas, los adornos, las estampas, los árboles, la escaparatería, las fiestas, las comidas, las músicas y las canciones, totalmente ajenas al sentido religioso de la Navidad, hasta, a veces, blasfemas, ridículas, sin arte ni gracia? Y esto, no es ya por la “ política”, sino también por la ignorancia, la irreligiosidad de muchos, el convertir la Navidad en una fiesta más?¿ Dónde está “el espíritu de la Navidad”?   La sublime sencillez de los villancicos, como “ Noche de paz, noche de amor”, las cenas íntimas familiares, las zambombas, panderetas, las canciones como “ Los campanilleros”, la misa del gallo, las visitas a los nacimientos o belenes…El culto religioso en las iglesias besando al Niño Jesús. El alma del pueblo sencillo..

Todo esto es lo que trasciende el alma, atraviesa los corazones de siglo en siglo, une, ama, consuela, redime, canta a la vida y a la esperanza, al Amor que viene a este mundo de un Dios que se hace Niño para que todo el mundo no tenga miedo de El, lo abrace, lo acaricie, se fíe de El.  Como dice el villancico: “ Madre, en la puerta hay un Niño más hermoso que el sol bello, parece que tiene frío y está medio en cueros.- Pues dile que entre y se calentará, porque en esta tierra ya no hay caridad”. Pero sí que la hay en todos los que en su corazón celebran la Navidad, pura y sencillamente, como siempre. Y, como se dijo al principio, es un deber respetar este derecho y exigir cumplir ese deber de respetarlo.

Quieren despojar a la Navidad de su sentido trascendente. Quitarle la alegría que, alegrando este triste mundo, viene desde los cielos en mensajes de ángeles: “Os anuncio una gran alegría: os ha nacido un Salvador” en la ciudad de David. Esta es la señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. No, en ricos pañales y cuna dorada rodeado de pajes y en una gran mansión. No, celebrando con Champán y caviar, dulces de lujo y cena- banquete ni regalos caros. Ni aire acondicionado, ni bebidas calientes.

Le rodea la dulce paz y sonrisa de su madre joven, la mirada emocionada de su joven “ padre”. Pastores humildes, queso, leche, requesón y miel, ovejas y una mulita y un buey dándole calor.

Siglos más tarde, una triste alegría va invadiendo el mundo,con espíritu totalmente mundano, fruto de unas Navidades “ celebradas”¿qué celebran? que no lo saben, ni les importa. Y, sin embargo, también nació para ellos el Niño Jesús. Surgen, en un ambiente totalmente ajeno al espíritu navideño, villancicos adulterados con letras profanas, políticas, ridículas, ordinarias,  hasta blasfemas, sarcásticas, que, además de absurdas, desdicen de la dignidad humana tanto por su falta de respeto como por su ausencia de educación, civismo y malicia gratuita. Aturden con su algarabía los sentidos y la mente y, al final, dejan un poso de inmensa soledad y tristeza cuando, por ejemplo, cantan con rutina y oculta y amarga desesperación,  solamente esa primera parte del villancico de los sin fe ni esperanza: “ La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más”. ¡ Qué profunda y alegre esperanza de la fe del pueblo sencillo cuando sigue cantando la segunda parte de ese villancico: “ ¡ Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra y viva el Niño- Dios que ha nacido en Nochebuena”.

Como dijo ese Niño,previendo la tristeza, a sus discípulos y a los de todos los tiempos: “ Me volveréis a ver y vuestro corazón se llenará de alegría y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría”. Y así en todas las Navidades verdaderamente cristianas.