Antonio Serrano Santos: “Es demasiado joven para ser Papa. Necesitamos un Santo Padre, no un Padre Eterno”. Estas son las palabras que se dejaron oír en el entorno de los cardenales. Palabras poco afortunadas, en mi opinión, y muy cerca de los criterios mundanos, de los que juzgan a la Iglesia desde fuera.

Mandó el Señor al profeta Samuel a Jesé, el de Belén, para ungir rey a uno de sus hijos. Creyó el profeta que era uno de ellos por su aspecto. Pero el Señor le dijo: “ No te fijes en la apariencia. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia: el Señor ve el corazón”. Después de pasar siete hijos sin ser el elegido, preguntó Samuel si no había más. Jesé dijo:” Queda el pequeño, que está cuidando las ovejas” Entró el más joven y dijo Dios: ”Anda, úngelo, porque es éste”.

55 años. No pensó nunca en ser sacerdote. Estudiando en un colegio jesuita, allí se decidió. Una vez ordenado, fue a EE.UU.  con una beca para estudiar. Se le acabó la beca y se puso a trabajar de ayudante de una biblioteca, cargando cajas. Al enterarse de que era sacerdote le pusieron en trabajos menos duro. La familia quiso enviarle dinero, pero no quiso cargarlos con gastos.

Usa las redes sociales con 119,000seguidores. Los jóvenes son su dedicación especial. Sabe chino (su abuelo lo era), tagalo, francés, inglés, italiano, español, latín…Reúne las características de Juan Pablo II como comunicador y facetas teológicas de Benedicto XVI. Su currículo es muy importante y se puede seguir en Google. Aquí basta con estas pocas referencias.

He recogido el criterio, a nivel popular, y muchos se inclinan por un Papa joven, no mayor de 60 años. A partir de esa edad, la llamada tercera edad, las fuerzas físicas y la capacidad intelectual, se quiera o no, van perdiendo reflejos. La Iglesia, estamos cansado de oírlo, necesita más que nunca en estos tiempos de rápidos cambios, como decía el Papa anterior, esas fuerzas que, junto con las dotes intelectuales y carismáticas, espirituales, aseguren una continuidad y una superación de las limitaciones impuestas por esas circunstancias. ¿Qué importa el tiempo que dure el papado de un joven? ¿Es que Dios hace distinciones? ¿Es que El mira las apariencias y no sólo el corazón, sino su elección por encima de todo criterio humano? ¿Y si en esa elección hay, luego, fallos humanos, no los tuvo David, rey santo, pero, también, adúltero y asesino? Hoy se presenta el mundo como ese gigante Goliat de la descristianización, el relativismo moral, el ateísmo, y los enemigos dentro de la Iglesia. Este es el pequeño David que puede derribarlo. ¿Por qué tener miedo a su juventud, a su pequeñez?¿No está Dios con él?

El temor a equivocarnos al elegir a uno tan joven, es como el temor de Samuel que se fijó en la apariencia. De todos modos, el Espíritu Santo, inspirará a los electores, que, con la buenísima voluntad del profeta Samuel, elegirán, estoy seguro, según Dios porque obedecerán a a la voz suya y no a su criterio por la apariencia.

Hoy necesitamos un Papa joven sí, muy joven. Que rejuvenezca a la Iglesia. Que nos recuerde y haga vivir la juventud de Jesús. Porque la Iglesia, gracias a l Espíritu Santo, es también siempre joven. Necesitamos un tsunami de alegría, de optimismo, el que debe dar la fe, la fe en un Jesús joven que rejuvenece siempre a la Iglesia.

“Me acercaré al Dios, al Dios que es la alegría de mi juventud”

Puede que equivoque, y mucho; pero me inclino por este joven cardenal: Luis Antonio Tagle. Y ya rezo por él. Aunque por todos lo hago también.