(Antonio Serrano Santos) No todo es materia en este mundo en que vivimos. Materia-energía; energía-materia.” Nada se crea ni nada se destruye.Todo se transforma”. Dice la ciencia. El espíritu, dicen algunos, es una forma de energía. Lo inmaterial se identifica, también, con lo espiritual, y viceversa. Un pensamiento, un sentimiento, una imaginación, son  realidades inmateriales. No son pura nada. Tienen existencia. No tenemos duda de su realidad, y, sin embargo, no podemos tocarlos, palparlos, materializarlos. Sí podemos detectar sus efectos, hoy, con los medios tecnológicos modernos. Se detectan las emociones, la actividad cerebral, incluso en las fases del sueño, en los electrocardiogramas, electroencefalogramas…Son datos fidedignos de su existencia.

Morimos y se acaban todas esas manifestaciones. No cabe duda, de que, también, hay una  base o causa que las produce. Son efectos;  lo que significa que son producido por algo que no son ellos: una causa; algo que tiene ser, entidad, sustancia, que  no es un accidente pasajero, como lo son esos efectos. Mientras los accidentes nacen, mueren, desaparecen y vuelven a aparecer en distintas formas, y se modifican, su causa permanece. El efecto es siempre de la misma naturaleza que la causa. Si el efecto es inmaterial, espiritual, la causa también lo es. Con la diferencia de que la causa es y permanece, mientras que el efecto no es, no era nada hasta que surge de la causa, y puede dejar de ser. La causa, no. El efecto no tiene entidad en sí mismo, la ha recibido; en cambio, la causa, sí la tiene: es. Pero esa entidad, ese ser, no se la ha podido dar a sí mismo, porque si no existía, no podía hacer nada, y menos a sí misma. Tiene que tener su ser recibida de otra causa. Y así tendríamos una serie de causas que no podría ser infinita ya que, en último término, sería necesaria una causa incausada. Ya que no puede haber efecto sin causa.

Estas reflexiones nos llevan de la mano al origen de todo lo que existe como efecto de una causa. Una causa que tendría que tener su existencia no causada; es decir, no deber su existencia a nada. Esto es, hoy, lo que se llama “ la teoría de las explicaciones”. Todo tiene una explicación. Nada existe sin causa. En base de que los efectos son de la misma naturaleza que su causa, tenemos que, si el efecto es espiritual, la causa también lo es. Y eso en el orden espiritual o energético. En el material, ya vemos que todo efecto material, tiene su origen o causa en lo material. No podemos negar la existencia de esa causa espiritual o inmaterial, basándonos en estas demostraciones. Lo que se llama alma o espíritu, porque tiene que tener entidad esencial, como sujeto y no como accidente o efecto, ya que lo produce como causa. Llámese como se llame: alma, espíritu, energía…Pero, ciertamente, no material,conocida así por sus efectos.

Ahora, después de estas disquisiciones y análisis psicológicas, y científicas, reales, cabe la posibilidad de aceptar que no es irracional, ni absurda, ni invención humana, la posibilidad de que en el orden espiritual, inmaterial o energético, exista, como la gran causa espiritual, lo que en religión llamamos Espíritu Santo. El autor de ese mundo misterioso y causa del espíritu o alma humana. Aceptado en la mayoría de las religiones, de las grandes religiones, sobre todo, monoteístas.  En la manifestación y creación de lo espiritual no tiene la exclusiva la católica. La gran dignidad la recibe la Humanidad por su espíritu; el hombre, la mujer,en su realidad material, están supeditados al espíritu por los valores espirituales, como son la verdad, el amor, la justicia, la bondad, el honor, el perdón, la comprensión, la tolerancia. Valores todos ellos espirituales. Porque nadie ve, andando por la calle, esos valores. Están en el espíritu y alma de la persona humana, hombre o mujer. Valgan estas consideraciones y las que siguen, para los creyentes y, con respeto a los que no lo son, puedan ser motivos de reflexión para ellos, sin que suponga una imposición las mismas, si quieren seguir leyendo.

Dice el libro del Génesis, aunque se interprete como un símbolo de una realidad: “ …pero el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”. Es decir, el Espíritu estaba “ creando” todo. Da por supuesta la creación material, las aguas; y sobre ellas iba incubando la vida, los seres animados, animales y plantas; y los seres animados, con cuerpo material y un soplo de vida espiritual. “ Y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado”. En el Nuevo Testamento, en la aparición de Jesús a sus apóstoles, sopló sobre ellos y dijo:” Recibid el Espíritu Santo, a los que perdonéis los pecados les son perdonados”. Y aparece el espíritu Santo a lo largo de las narraciones evangélicas y en los Hechos de los Apóstoles, en la conversión de muchos, y se le invoca a través de los siglos: “ Ven, Espíritu creador, visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú creaste..” “ Ven, Santo Espíritu,y desde el cielo envía un rayo de tu luz…”” dulce huésped el alma…”.

La filósofa  judía Edith Stein, atea,conferenciante por Europa y discípula de grandes filósofos, se convirtió  al catolicismo.Luego, ingresó de carmelita descalza. Víctima en las cámara de gas de Auswit, es hoy Santa Teresa Benedicta de la Cruz, copatrona de Europa.Ella, en uno de sus muchos escritos, narra sus experiencias y su asombro refiriéndose al Espíritu Santo: “¿ Quién eres Tú, dulce presencia, que me inundas e iluminas los más oscuros rincones de mi alma?” Tenemos una imagen, más o menos confusa, de Dios Padre; tenemos imágenes de Jesús, Hijo de Dios. Ahí está la Sábana Santa de Turín, materia de estudio científico, con la imagen increíble del cuerpo y rostro de Jesús, descartado, con los nuevos análisis, el carbono 14, por su defectuosa aplicación. Pero del Espíritu Santo, el gran desconocido, sólo tenemos de El imágenes simbólicas: paloma, brisa o viento impetuoso, lenguas de fuego. Y experiencias de su presencia como “ dulce presencia”, felicidad inexplicable, éxtasis místicos, fuerza consoladora en los mártires, paz y conciencia tranquila en almas sencillas; sus dones y frutos.  Dice San Agustín: “ A veces, me haces sentir una dulzura interior que, si fuera completa en mi, sería un no sé qué que no sería esta vida”. “ No quieras enviarme, de hoy, ya más mensajeros que no saben decirme lo que quiero, y todos más me llagan, y todos van muriendo, y  todos van dejando un no sé qué que queda balbuciendo”( San Juan de la Cruz) “ Esta es la vida verdadera. La única vida feliz es ésta: contemplar eternamente la belleza de Dios en la inmortalidad e incorruptibilidad del cuerpo y del espíritu. Allí está la fuente de la vida cuya sed debemos avivar en la oración mientras vivimos todavía de esperanza”. ¡ Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran,los que luchan por ser justos, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos, los que son perseguidos por ser justos…!” Dios enjugará sus lágrimas, los consolará con su Espíritu.

Se podrá creer o no, pero esa es la realidad creída y vivida por miles de millones.  Pero la religión católica no tiene la exclusiva de ese hálito, o aliento de amor y dulce presencia, del Espíritu. Preguntaron a unos convertidos, en los Hechos de los Apóstoles si habían recibido el Espíritu Santo, y contestaron : “ No sabíamos ni siquiera que había Espíritu Santo”, y, entonces dijo San Pedro: “ No se puede negar el Espíritu a los que ya han sido bautizados ”, y les impusieron las manos, recibiendo el Espíritu Santo”. Parece que era el rito de la Confirmación. Es un testimonio histórico. La persona humana, cuerpo y espíritu, al morir, no se destruye, no se aniquila ni se reduce a la nada,como dice el nihilismo y otras teorías materialistas. Hasta, según la ciencia, “ se transforma”. Para el creyente, esa transformación, es obra del Espíritu: se transforma en cuerpo “ espiritualizado”, “ cuerpo glorioso”, exactamente igual que Jesucristo resucitado. Inmortal, feliz y glorioso. Ese es el destino del ser humano condicionado sólo por el amor, que ésa es la misteriosa realidad de la Persona del Espíritu Santo, el gran desconocido para muchos. “ Venid a mi todos los que tenéis sed. De sus entrañas surgirá un río de agua viva que brotará hasta la vida eterna”, clamó Jesús con tal fuerza que hasta los guardias enviados a prenderle no lo hicieron excusándose ante los fariseos: “ Jamás ha hablado hombre alguno como éste”. A la samaritana le dijo Jesús palabras y promesa parecida: “ Si conocieras el Don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a El y El te daría un agua viva. Todo el que beba de este agua volverá a tener sed, más el que beba del agua que Yo le diere, jamás volverá a tener sed sino que se convertirá en él un manantial de agua que estará brotando para vida eterna”. El Don de Dios, el Espíritu Santo.

Quiero terminar con un poemita de Antonio Machado que refleja lo que muchas almas pueden sentir, sin ser “ religiosos” , por ignorancia o por las razones que sean, pero que conservan una inocencia de espíritu y bondad que a algunos creyentes “ oficiales”, les falta, ajenos al verdadero Espíritu; y que Este les llevará, al fin, a la verdad del amor de Dios, de su Espíritu.

“ Anoche, cuando dormía/soñé¡bendita ilusión!/ que una fontana fluía/ dentro de mi corazón/. Dí:¿ por qué acequia escondida,/agua, vienes hasta mí/ manantial de nueva vida/en donde nunca bebí?Anoche cuando dormía/ soñé¡bendita ilusión!que una colmena tenía/dentro de mi corazón;/y las doradas abejas/ iban fabricando en él/, con las amarguras viejas/blanca cera y dulce miel/Anoche cuando dormía/ soñé¡bendita ilusión!/ que un ardiente sol lucía/ dentro de mi corazón./Era ardiente porque daba/calores de rojo hogar,/y era sol porque alumbraba/ y porque hacía llorar/Anoche cuando dormía/ soñé¡bendita ilusión!/ que era Dios lo que tenía/ dentro de mi corazón.”