(Francisco Javier Zambrana Durán – Plaza de Toros de Granada)

Un silencio. Solo uno. De entre las miles de voces que copan la Plaza de Toros de Granada, tan solo resta una. Solo una. Miran al frente quienes esperan escucharla, quienes por ella han vivido durante semanas la ilusión, como si de una primera vez se tratara, y pese a que fuera la decimoquinta. Un piano. Luces bajas. Levanta su mirada y la magia recorre el entorno de cuento que ha creado entre los que aprecian el arte de un artista que enmascara a una persona. De una persona que enmascara a un artista. Cierra los ojos. Mueve los dedos. El silencio se esfuma. Su voz no lo hace, permanece siempre en los corazones de quienes estuvieron presentes.

»Tengo la gran suerte de dedicarme a lo que me gusta», declara al público. »Creo que vivimos en un mundo machista, violento, duro. Creo que debemos tolerar más y luchar por la igualdad», prosigue. »Yo apuesto por ello y quiero trasladároslo. Tan solo tenéis que hacer que la sociedad sea mejor en vuestro círculo, no llevarlo más allá. Así es como realmente progresaremos», concluye.

Dicho de esta forma, pocos imaginan que estemos ante un concierto de uno de los artistas españoles más exitosos de nuestra historia. Parece incluso una anécdota que un malagueño que soñaba con hacer los sueños realidad de aquellos que vivían en pesadillas haya llegado a lo más alto de ventas, o, de lo que es más importante, de consideración popular. Y es que Pablo Alborán es un símbolo a día de hoy, no solo en la Costa del Sol, sino también fuera de ella, donde llena cada punto en el que decide dar uno de sus mágicos conciertos.

Pablo Alborán interpreta una de sus canciones

Este pasado fin de semana le tocó el turno a una Granada que esperaba impaciente la visita de su gira Prometo, la última lanzada en septiembre de 2017. Dos días de concierto dieron una gran sorpresa al respetable cuando fue anunciada la segunda fecha hace varios meses. Su devoción por Andalucía lo condujo a hacer vivir a sus compatriotas una noche cargada de emociones, y repetir al día siguiente por si no había sido suficiente. Por si cabía algún tipo de duda: para muchas no lo fue.

Poco importa esperar durante 5 horas una cola infernal en la que los 35 grados de la ciudad de la Alhambra bañan (en el sentido literal del verbo) el rostro feliz de los seguidores. Bueno, al menos poco lo hace un día, tal vez dos, pero no más de dos semanas, como bien conocen las primeras chicas en proceder con la espera eterna acampando cada noche en el mismo punto granadino. »Quiero dar las gracias a todos los grupos que han hecho cola durante tantos días, porque es gracias a vosotros todo esto», recalca Pablo, que jamás deja una aguja sin enhebrar en ciudad a la que acuda.

Prácticamente el mismo camino siguen sus fieles, que no dudan en proclamar gritos siempre que el silencio de sus canciones, en las transiciones de una a la siguiente, lo permite. No existe apenas hueco para la voz de un cantante que convierte todo lo que comenta en un poema de libro, en un recuerdo eterno. Es por ello por lo que siempre cautiva a todo aquel que lo escuche, ya sea buscando nuevas sensaciones o repetir las ya vividas. Aunque poco importa que ya se haya disfrutado de ellas anteriormente, porque cada noche que se sube al escenario da la vida por ello. Da la vida por lo que desde pequeño fue su pasión. Da la vida por hacer felices a miles de personas. Da la vida por otras vidas.

El 22 y 23 de septiembre la dio en Granada, allí donde por segundos las luces se apagaron, las voces acallaron y dieron paso a su garganta. A sus promesas de por fin llevarnos a Saturno con su voz.


Fotografías realizadas por: Francisco Javier Zambrana Durán (@neyfranzambrana/Francisco Zambrana).