“TESTIGOS” (LAS RESPUESTAS DEL AMOR)

Antonio Serrano Santos

Necesitamos muchos Papas Franciscos; muchas Madres Teresas; muchos como Francisco de Asís; como Ghandi, Martin Luther King, como Vicente Ferrer; muchos santos anónimos y cristianos heroicos de a pie…

Porque Dios, Jesús, no necesita defensores, ni de su existencia ni de su Iglesia; necesita testigos de su amor en el mundo, a los pobres, a los desgraciados, a todos.

Los apologistas y los polemistas de los primeros siglos de persecución del cristianismo, de la Iglesia naciente, no consiguieron convencer tanto como los mártires. Como consta por Tertuliano, contemporáneo: “Sanguis martyrum semen christianorum est”: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”. Y por las “Acta Martyrum”, documentos literarios coetáneos de los procesos y muertes de los mártires: “Actas de los mártires”.

Las polémicas y la apología del cristianismo, de la Iglesia, y hasta de la existencia de Dios, suscita, generalmente, más polémicas, y, a veces, violentas, agresivas verbalmente, llegando también, en ocasiones a las físicas. Las respuestas llenas de amor, pacíficas, de comprensión y paciente escucha, tienden a apaciguar, si es ciega, la ira del adversario o enemigo. Sobre todo, si van acompañadas del testimonio de una vida ejemplar, humilde y coherente con su fe.

La palabra “mártir”, en griego, “testigo”, se puede aplicar a todo cristiano que viva su fe y amor al prójimo heroicamente, que puede ser de forma cruenta, con derramamiento de sangre por esa fe y amor, y de modo incruento, es decir, en la lucha día a día por ser buen cristiano, superando las propias debilidades y pecados y hasta las persecuciones de palabra y de obra ofensivas. Sufre, así, a veces, una especie de martirio, de testimonio. Pero, también, con frecuencia, justamente, por esos pecados y de los demás cristianos. Como dice este Papa: “cristianos pecadores, sacerdotes y religiosos pecadores, monjas pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, Papas pecadores…

La Iglesia es santa, no por sus miembros, sino por su fundador, Jesús; por sus medios, los sacramentos; por su fin, la santificación y salvación de los hombres; por la vida eterna. Por eso, están llamados a ser santos por el arrepentimiento, la fe y el amor. Las persecuciones purifican a la Iglesia y hacen que aparezcan los verdaderos cristianos. Son dolorosamente necesarias. Ya lo dijo Él: “Si a mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros”. “¡Dichoso cuando por mi causa os persigan y maten…!

Este domingo, día trece, serán beatificados 522 mártires del siglo XX. La causa de su elevación al altar es su vida heroica, tanto en su vida ordinaria como, sobre todo, en el momento de su martirio cruento. Murieron no por causas políticas, sino por su fe, perdonando a los que los mataron, según el mandato de Jesús: “Se os ha dicho amad a vuestro prójimo, pero Yo os digo: amad, también, a vuestros enemigos y orad por ellos”. Siguiendo su ejemplo, muchos morían diciendo: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”.

Llamar mártir por otro motivo, como el político, es impropio y se toma en sentido análogo ya que la misma palabra “mártir”, por la historia y la semántica, es sola y exclusivamente de origen cristiano.

Porque en la España de izquierda, murieron, por desgracia, también muchos que eran cristianos. Por motivos políticos.

“Españolito que vienes al mundo

te guarde Dios;

una de las dos Españas

te helará el corazón”

(Antonio Machado)

Y hoy, las “tres” Españas, te helarán el corazón. La tercera: el nacionalismo en sus dos vertientes: el independentista y el terrorista. Con su carga de odio fratricida, física o moralmente, que no tiene en cuenta ni la fe ni el amor, a pesar de que, paradójica y falsamente, hay entre ellos cristianos.