antonioserranofirmalibro(Antonio Serrano Santos)  Próxima la festividad de Santa María, Madre de Dios, y todavía en el ámbito de la Navidad, quiero dedicar este artículo, algo atrevido, a los que, como yo, creen en la Madre de Dios, de Jesús. Con el deseo, humilde, de aportar un poco más de luz al conocimiento de María de Nazaret y su atractiva y misteriosa belleza espiritual y humana.

 Benedicto XVI, en su obra » La infancia de Jesús», dice que queda sin resolver, que es un misterio, el significado de esas palabras de María :¿ Cómo podrá ser eso, pues yo no conozco varón?». Que ninguna explicación, hasta hoy, parece válida. Que la opinión más extendida, desde San Agustín, es que ella hizo voto de virginidad. Pero afirma Ratzinger que eso era impensable en el mundo judío.

         Pero creo, con perdón, que eso era impensable en la sociedad, cultura y mentalidad judía pero no parece que lo fuera aplicándoselo a la joven María de Nazaret. Ella no dio ninguna explicación del origen de su embarazo a José, como parecería lógico, y así exculparse. Pero no lo hizo.  ¿Pensó que no la creería? El hecho es que decidió guardar silencio y no defenderse. Y, por lo visto, dejó en manos de Dios, confiada, su situación. Si José resolvió dejarla en secreto es porque ella no le dijo nada.

Aquí cabe una reflexión lógica sobre el carácter de la joven judía. Dice Ratzinger que era una joven muy reflexiva, ya que meditaba qué significarían las palabras del ángel. Ya vimos, después, cómo «guardaba las cosas que pasaban y las meditaba en su corazón», y  esto más de una vez. Y valerosa, siendo muy  joven, como era costumbre entre las jóvenes casaderas, lo cual es más de admirar, pues ante la presencia del ángel, se turbó pero no mostró miedo ni perdió la presencia de ánimo, hasta, incluso, dialogar con el mensajero divino. Zacarías, en la aparición del ángel » se turbó y el temor se apoderó de él»; los pastores, en Belén, se llenaron de temor: » No temáis, les dijo el ángel». A María no le dice: » No temas», sino «Alégrate, llena de gracia». Recorrió unos cien kilómetros para ayudar a su parienta Isabel hasta el parto; huyó a Egipto con el Niño, y estuvo de pie al pie de la cruz, sin derrumbarse…

 Es lógico, por eso, y se deduce, también, de su gran carácter, que, contra la mentalidad judía, exponiéndose, incluso, ante su familia, que decidiera no casarse, no tener hijos. Y esto, a mi entender, por dos motivos: El primero, por verdadera humildad. Sabía que sus paisanas, y todo el pueblo judío, querían garantizar la llegada del Mesías prometido por los profetas. Por lo que tenían por una maldición ser estéril y un deber ineludible casarse y tener hijos. Hasta el extremo de que una viuda tenía que casarse con su cuñado y conservar el apellido en los hijos. Como dijo Isabel: «Dios  me ha librado de la vergüenza». No se creería digna de ser nada menos que la madre del Mesías. Ya lo dijo a Isabel: «…porque se fijó en la pequeñez de su esclava «.Como diciendo: ¿Cómo se ha podido fijar en mí?

         En segundo lugar, implícitamente, consecuentemente, sin un voto expreso de virginidad, decidió ser virgen. Entonces ¿por qué se comprometió con José? San Agustín, que creía que hizo un voto de virginidad y añadió que escogió a José para que fuera el guardián de su virginidad, tanto en lo primero como en lo segundo, según Ratzinger, era impensable en el mundo judío. De lo primero, ya expuse mi opinión; de lo segundo, creo más bien, que por la misma razón que dejó en manos de Dios su defensa, la siguió dejando en el compromiso con José, y que, seguramente, seguirían la costumbre de los padres de escoger esposo para sus hijas sin consultar con ellas. Todo en ella es pura confianza y abandono en Dios, con esa fe y valentía que la caracterizó desde el principio hasta el final, como en las bodas de Caná desoyendo la negativa de Jesús y conseguir el milagro.

   Y así lo confirma toda su vida. Ni una protesta, ni una queja ante Dios ni ante los hombres. Sufriendo lo que suponía una vergüenza el embarazo inexplicable. Sin posada en Belén, en un pesebre su Hijo; la huida a Egipto; esa «espada profetizada que atravesará su alma; los treinta años sin nada extraordinario que confirmara las promesas del ángel en una vida doméstica normal; nada que manifestara el misterio de Jesús; la Pasión y la crucifixión. Su silenciosa ausencia, casi siempre. En una heroica, única en la historia, «peregrinación en la fe» ,aceptando la voluntad divina en todos los momentos duros, incomprensibles, humanamente.

   Sinceramente, y con todo respeto a las demás opiniones, no creo que haya otra explicación ni tiene por qué quedarse sin resolver ni ser un misterio la pregunta y actitud de María. Aunque parezca una osadía, ésta es para mí, desde mi modesto saber, la razón de su pregunta: : «¿Cómo podrá ser eso? Pues no conozco varón». ¿No conocía a José? «Conocer era sinónimo de relación sexual matrimonial. Ese conocer se usa en toda la Escritura, sobre todo en la genealogía de Jesús. Hizo la pregunta  no porque no sabía cómo se concibe un niño y cómo nace. Bien se ve en su ayuda a Isabel en su parto.» María estuvo con Isabel unos tres meses, y luego se volvió a su casa»

Cuando su parienta dio a luz puesto que ella llegó a los seis meses, y tres más tarde, a los nueve, se cumplió el parto. Llegó para asistir a un parto en los meses más duros y de una mujer anciana; ella, joven y fuerte, la ayudó a parir. Decir «cómo podrá ser eso» no era por ignorancia, claro está, sino por su voluntad ante el mismo Dios de ser virgen. Y tan segura y decidida estaba de ello que, prácticamente, enfrenta su voluntad, humilde y serena, a la de Dios, como hizo en Caná con su Hijo, como diciendo» yo no quiero tener relación, no quiero «conocer» varón», ni ahora ni nunca». Aquí tenemos un dilema: ¿Era por ser toda de Dios, su amor sólo para Dios, o era por esa humildad de creer no ser digna de ser madre del Mesías? La dos cosas son posibles en esta extraña criatura, futura promesa profética y adelantada de las vírgenes consagradas de todos los tiempos posteriores. Extraña, por ser extraordinaria y contra corriente de su época y de sus paisanas.

    Conocer a María, Virgen y Madre de Dios, es entrar en el misterio de Dios, de Jesús y la manera de conocer, también, a Dios, a Jesús y sus misteriosos y amorosos designios con nosotros. Imitar a María en su contemplación, su meditar y conservar en el corazón, todas las cosas que ocurren en nuestra vida, es el camino de fe a seguir para conocer y aceptar, como Ella,  el plan de Dios sobre nosotros.