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Vecinos, autoridades e invitados valoran el cambio de ubicación del acto oficial, para hacerlo coincidir con la animación del centro y el encendido del alumbrado artístico navideño

El alcalde, Joaquín Villanova, hizo ayer una serena y tranquila defensa de la unidad de España durante el discurso oficial pronunciado con ocasión del acto de conmemoración del trigésimo séptimo aniversario de la Constitución de 1978. Ante una nutrida representación de la sociedad alhaurina, compuesta por autoridades, Corporación Local, representantes de colectivos, cuerpos y fuerzas de seguridad, hijos adoptivos y predilectos y vecinos a título particular, el regidor valoró la vigencia del texto constitucional como garante de la igualdad y el progreso en todo el territorio nacional, incluido Cataluña, en las últimas décadas, e invitó a dejar la puerta abierta al diálogo para su reforma. También criticó la deriva independentista, sobre todo, por su falta de respeto a la legalidad vigente y porque no respeta el deseo de una mayoría de catalanes.

Hoy, más que nunca, en un momento particularmente complicado, en el que algunos ponen en cuestión nuestro modelo constitucional y la unidad e igualdad de todos los españoles, mientras que otros quieren directamente derribarlo sin contemplación, es importante reflexionar sobre el presente y futuro de esta gran nación llamada España, construida, no lo olvidemos, sobre la base de un Estado Social, Democrático y de Derecho, agregó.

A Villanova le sorprende la prisa que demuestran algunos políticos para liquidar unilateralmente tantos años de historia común, en paz y libertad, en Democracia y en concordia. Esa parte de la clase política catalana, que no es mayoría, quiere imponer a todos sus conciudadanos y, lo que es peor, a todos los españoles, cómo quieren articularse como territorio y qué relación institucional van a tener en el futuro con el resto de España y de Europa. Y lo más llamativo es que se arrogan la palabra Democracia y Voluntad Popular para llevar a cabo un plan de secesión totalmente antidemocrático y sin encaje en ninguna legislación no solo española, sino también europea e internacional, criticó el alcalde.

Para el regidor, es profundamente antidemocrático, ilegal, inmoral y fuera de toda lógica es intentar imponer que un ciudadano o ciudadana tenga que elegir entre ser catalán, español o europeo, porque se puede ser todo al mismo tiempo. Villanova defiende que el catalán y el español son pueblos hermanos, y juntos estamos mejor, sin confrontación y con ánimo de resolver juntos los problemas que realmente nos acucian como sociedad: el paro, la corrupción, la garantización de los servicios sociales, etcétera.

Y advirtió: Hay que dejar muy claro que ni España ni la soberanía nacional van a ser troceadas y que no aceptamos que se cuestione la vigencia de la Constitución sin ningún fundamento. Eso sí: estamos dispuestos a afrontar ciertas reformas, pero con lealtad institucional y contando con el conjunto de toda la sociedad.

El discurso de Villanova fue muy aplaudido por los asistentes, quienes también valoraron muy positivamente su celebración en la plaza de España, un cambio de ubicación, fecha y hora que ha permitido una mayor concurrencia de público, al coincidir con la animación del casco urbano por el encendido del alumbrado artístico navideño y la gran fiesta posterior.

Tras la intervención del regidor, se llevó a cabo el izado de la bandera española gigante situada en un costado de la plaza, y acto seguido, la Banda Municipal de Música interpretó el himno nacional, villancicos y canciones de contenido navideño, al igual que antes del evento.

DISCURSO ÍNTEGRO DEL ALCALDE

Ilustrísimos Señores Concejales y Señoras Concejalas del Excmo. Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre; Ilmos. Hijos Adoptivos y Predilectos de Alhaurín de la Torre; Ilmo. Sr. Director del Centro Penitenciario de Alhaurín de la Torre; Ilmo. Sr. Juez de Paz; Ilustrísimas autoridades y representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; representantes de asociaciones, peñas, cofradías y colectivos de Alhaurín de la Torre; Pueblo de Alhaurín de la Torre; ciudadanos y ciudadanas, señoras y señores:

Por primera vez, celebramos aquí, en la plaza de España, este acto de conmemoración de la Constitución de 1978, que cumple 37 años. Qué mejor lugar para honrar nuestra Carta Magna que la plaza que lleva el nombre de este gran país, más accesible y cómoda, y qué mejor momento que éste, uno de los días más señalados del calendario pre-navideño, para hacerlo coincidir con el acto de encendido de la iluminación artística.

En esta magnífica tarde de viernes nos encontramos representantes de la vida social, económica y política de Alhaurín de la Torre y muchos ciudadanos y ciudadanas a título particular, para celebrar juntos el aniversario de la aprobación, por parte de todos los españoles, de la Constitución de 1978.

Hoy, 37 años después de aquél referéndum, España acumula el período de mayor libertad,  prosperidad y reconocimiento de las peculiaridades regionales y municipales de nuestra historia.

Y hoy, más que nunca, en un momento particularmente complicado, en el que algunos ponen en cuestión nuestro modelo constitucional y la unidad e igualdad de todos los españoles, mientras que otros quieren directamente derribarlo sin contemplación, es importante reflexionar sobre el presente y futuro de esta gran nación llamada España, construida, no lo olvidemos, sobre la base de un Estado Social, Democrático y de Derecho.

Como antes dije, nunca en los 250 últimos años de nuestra Historia Contemporánea hemos vivido tanto tiempo de forma ininterrumpida en Democracia y en concordia.
Por eso, resulta muy sorprendente las prisas y la obsesión que algunos políticos demuestran para liquidar unilateralmente esa historia común, en paz y libertad.

Cierto es que los anhelos independentistas de una parte de España no son nuevos. Ya hubo varios intentos, pero siempre quedaron en nada, porque siempre fueron fuegos de artificio. Pero sorprende mucho que sea precisamente ahora, cuando algunos Mesías del catalanismo se hayan lanzado a dar un salto mortal sin red, sin medir las consecuencias y, sobre todo, sin tener el respaldo social de una mayoría de catalanes, lo que solo causa y causará fractura, crispación y polarización.

Con un lenguaje victimista, altivo, destemplado, arrogante y exento de toda autocrítica, esa parte de la clase política catalana, que no es mayoría, quiere imponer a todos sus conciudadanos y, lo que es peor, a todos los españoles, cómo quieren articularse como territorio y qué relación institucional van a tener en el futuro con el resto de España y de Europa. Y lo más llamativo es que se arrogan la palabra Democracia y Voluntad Popular para llevar a cabo un plan de secesión totalmente antidemocrático y sin encaje en ninguna legislación no solo española, sino también europea e internacional.

Ante este fenómeno cargado de irracionalidad solo cabe la mesura y el sentido común. Defender la unidad de España y, sobre todo, hacerlo sin estridencias ni gritos ni gestos exagerados, no tiene color político ni califica a nadie. Que no se empeñen: ser español, estar orgulloso de serlo y proclamarlo a los cuatro vientos no es una actitud facha, como de forma injusta y reduccionista nos quieren hacer ver.

Ser español y reclamar la unidad de España es algo que refleja clarísimamente nuestra Constitución, esa que hoy recordamos y que se aprobó por referéndum en todo el país. En todo. No en parte.

Lo que es profundamente antidemocrático, ilegal, inmoral y fuera de toda lógica es intentar imponer que un ciudadano o ciudadana tenga que elegir entre ser catalán, español o europeo, porque se puede ser todo al mismo tiempo.

Cataluña es parte de España, una parte indisoluble y crucial para el pueblo español, como la historia ha demostrado decenas de veces. Los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron los Juegos Olímpicos de España, de todo un país. Gaudí es una figura internacionalmente conocida y parte de la vanguardia arquitectónica catalana y española. Grandes políticos como Cambó, Pi y Margall o Prim, aportaron  su sabiduría al progreso de España, con sentido de Estado.

Casi 80 catalanes han llegado a ser ministros españoles en estos dos últimos siglos, la mayoría de ellos, elegidos por las urnas. La cultura, el arte, la ciencia, la economía, la investigación, el deporte, las tradiciones, la gastronomía… Miles y miles de ejemplos de convivencia y lazos comunes que no se pueden borrar de un plumazo por el interés de unos pocos.

El pueblo catalán y el español son pueblos hermanos, y juntos estamos mejor, sin confrontación y con ánimo de resolver juntos los problemas que realmente nos acucian como sociedad: el paro, la corrupción, la garantización de los servicios sociales, etcétera.

El proceso que plantea esa minoría política y ese menos del 50% de los votantes catalanes significa una secesión que no cuenta con apoyos internacionales, pero que en realidad es un suicidio, un vehículo lanzado vertiginosamente cuesta abajo y sin frenos y sin respeto alguno a las normas de tráfico. Cataluña tiene el cariño del resto de España, eso sin duda. Y precisamente por eso, el resto de España le pide a los actuales dirigentes catalanes: sentido común, sin radicalidad y sin tener la sensación de que nos quieren chantajear esos pocos.

España no se va a doblegar al chantaje, pero por supuesto no cierra la puerta al diálogo. Eso sí: el diálogo es entre dos, y ellos, esos políticos, solo hablan consigo mismos. Un monólogo perverso con efectos perniciosos, porque incita gratuitamente al odio, los reafirma en su victimismo, en su intolerancia y en su órdago a la catalana.

Hay que dejar muy claro que ni España ni la soberanía nacional van a ser troceadas y que no aceptamos que se cuestione la vigencia de la Constitución sin ningún fundamento. Eso sí: estamos dispuestos a afrontar ciertas reformas, pero con lealtad institucional y contando con el conjunto de toda la sociedad.

La unidad en torno a la España de las autonomías y a la Constitución de las libertades y derechos permite superar los desafíos rupturistas con una responsabilidad clara e inequívoca. Defendemos por supuesto el Estado de las Autonomías y nos oponemos a las tentativas de dividir. Ni Reino Unido ni Suiza ni Alemania ni los Estados Unidos de Norteamérica, por poner algunos ejemplos, tienen tanto nivel de descentralización como nosotros en España. No somos un estado federal y, sin embargo, tenemos más competencias traspasadas a las autonomías que si lo fuéramos.

Queremos una España más fuerte, más unida, más próspera, más pujante, más segura, más libre, más justa, más social, más cohesionada y con más futuro, por lo que es fundamental seguir progresando juntos y reafirmar nuestro compromiso con una España en la que no haya muros ficticios entre compatriotas.

España es hoy una gran nación en el concierto europeo e internacional porque hemos sabido construir unidad a partir de nuestras diferencias históricas, que se remontan muchos siglos atrás. Los valores constitucionales nos hacen libres e iguales en derechos y obligaciones frente a los que cuestionan la Democracia.

Y muchos de quienes cuestionan más radicalmente la Democracia y hablan de la falsedad de periodo de Transición son precisamente quienes no vivieron aquella época de generosidad política y de sacrificio. Es como si nada de lo que anteriores generaciones lograron valiera para nada. Muchos quieren tirar a la basura el proceso de Transición y comenzar de cero, dando a entender que la mejor constitución de los últimos 200 años en España no sirve.

Hay que ser miope para no darse cuenta de que la Constitución ha ido inspirando leyes muy progresistas en todo este tiempo, muchas de ellas, reconociendo ciertos hechos diferenciales para Cataluña y el resto de nacionalidades históricas a todos los niveles.

Sin embargo, ahora se ha puesto de moda demonizar a la clase política y a las instituciones sin hacer excepciones.

La crisis y la corrupción, cierto es, ha hecho mucho daño a la credibilidad política, pero no por eso tenemos que tirar a la basura un modelo de Estado y una monarquía constitucional parlamentaria. Para algunos, solo con una República federal española y con una Cataluña independiente se acaban los problemas de la sociedad. Como si la corrupción se esfumara de un plumazo. Y como si la culpa fuera de una bandera y de un himno o de un sentimiento profundamente español.

El ‘España nos roba’ es una burda excusa empleada por una pequeña parte de la clase política catalana para tapar sus propias vergüenzas. Y eso lo sabe y lo ha demostrado el 52 por ciento de la población catalana, que no quiere independencia y se ha manifestado en contra de la oficialidad soberanista. ¿Quién cuidaría de ese 52% de catalanes no secesionistas? Dicho de otro modo: ¿es democrático que la voluntad del 48% de un territorio se imponga sobre los demás? ¿Es esa la democracia que esa minoría propugna?

Y es que la experiencia de 38 años de Democracia nos indica  que las reformas que España necesite deben afrontarse, como antes dije, con lealtad institucional sin necesidad de rectificar el núcleo de las decisiones fundamentales adoptadas en 1978. Modernizar sí, pero siempre dentro de los principios de la Transición.

Eso sí: estoy convencido de que el Gobierno de España, el que salga de las urnas dentro de dos semanas, tendrá que emplear toda su capacidad de persuasión para atraer y moderar a los menos exaltados del independentismo, porque ellos entienden la tolerancia y el respeto sin discursos histrónicos sobre banderas, himnos ni pertenencia al territorio.

Y tampoco deberíamos olvidar que, para profundizar en la calidad de nuestra Democracia, hay que mostrar desde la clase política y desde las instituciones un claro compromiso y mensaje de Gobierno Abierto,  potenciando la participación de los ciudadanos para mejorar la toma de decisiones y estando expuestos a ellos a la hora de ser controlados y fiscalizados. En la reciprocidad y la interacción está la Democracia, no en la imposición de un modelo por parte de unos pocos que sustituya al anterior, porque a esos pocos no les gusta.

La libertad, esa que conquistamos en 1978 para siempre, es el bien más preciado de todo español. Generaciones enteras dan por sentado hoy en día que vivir en Democracia es lo normal y que la libertad de expresión y la garantía de Derechos Fundamentales son cosas que nadie nos puede hurtar.  Nos los hemos ganado a pulso. Y sinceramente, me alegro de que así sea.

Y con las correcciones que podamos aportar entre todos a un sistema que a veces resulta imperfecto, creo que solo podemos ir a mejor. El rupturismo gratuito de todo el edificio constitucional no traería más que experimentos, improvisación e incertidumbre. No nos lo podemos permitir. No nos lo merecemos como país. La Constitución es nuestra brújula y marca el camino que debemos seguir juntos. Otra cosa es repararla ligeramente y  hacerle ciertos retoques por el desgaste y el paso del tiempo. Pero su salud es de hierro.

Y es por ello que hoy, desde nuestra tierra, desde Alhaurín de la Torre, queremos reiterar nuestra fidelidad al espíritu de concordia, de consenso y de generosidad que está detrás del texto de nuestra Constitución. Porque Alhaurín de la Torre, y lo ha demostrado, es un pueblo orgulloso de sus tres banderas: la alhaurina, la andaluza y la española. Y un pueblo orgulloso de su Constitución y su Democracia.

Por eso, deseo terminar mi discurso dando las gracias a todos los defensores de nuestro texto constitucional y de nuestras leyes, porque quienes lo hacen, aman su país y aman las libertades públicas y los derechos  civiles que tanto trabajo costó reunir. Rindamos, pues, el merecido homenaje a la Constitución española, en la que todos cabemos y que a todos protege. Muchas gracias a todos por su atención. Y ahora gritemos:
¡Viva España!
¡Viva Andalucía!
¡Viva Alhaurín de la Torre! ¡Viva la Constitución!