(Antonio Serrano Santos) Hay quien opina y dice que” orar de rodillas es masoquista y que a Dios no le gusta”. Si se refiere a algunos casos, en particular, de rutina y fanatismo, no está mal dicho. Pero si es una afirmación general, para todo el que toma esa actitud, me parece que ha olvidado, o no ha revisado, la Sagrada Escritura, la tradición cristiana y la liturgia católica sobre este modo de orar, donde se muestra todo lo contrario. Y es mucho asegurar que todos esos son masoquistas y desagradan a Dios. Luego expondremos algunos de los muchísimos casos que aparecen en la Biblia, la tradición y la liturgia.
Una cosa es la actitud de temor servil, y otra, la actitud de temor filial. A Dios hay que rezarle como hijos, como dice el Padre nuestro y, entonces, solo cabe un temor filial, es decir, temer ofender a Dios porque se le quiere, y obedecerle en lo que sabemos que nos manda porque El sabe lo que nos conviene.
Dicho esto, nuestra oración es como la conversación y trato con un padre. “ Orar, dice Santa Teresa en el libro de su vida,es estar muchas veces, a solas, tratando amistosamente, con quien sabemos nos ama”. “ Para amar; no es otro el fin de la oración”.


La liturgia prescribe dos formas o modos de hacer oración: de pie, como se hacía, y ahora también, en la Iglesia Primitiva, con los brazoz abiertos, en alto; o de rodillas, en ciertos momentos también litúrgicos. Tanto en la misa, como en otros actos de culto, se ora de rodillas. Y no es, por eso, masoquismo ni humillación, ni desagrada a Dios, más bien todo lo contrario. Es un acto de humildad, intenso y profundo que, en algunos momentos, el cristiano realiza y necesita por la importancia de lo que adora y ama y cree, y por una gran necesidad espiritual, a veces, urgente, personal o comunitaria. En ese modo de oración vemos cómo Dios demuestra su grandeza infinita abajándose hasta nosotros que nos sentimos pobres, totalmennte necesitados, siempre en peligro. Y no solo nos sentimos, es que lo somos. Y en esa intimidad en que nos recogemos, en el silencio y la soledad, tantas veces, ante el sagrario o en nuestra habitación, o en plena naturaleza, en pura fe, unas veces, y con dulce sentimiento, otras, experimentamos la presencia y acción de Dios en nuestro espíritu y hasta en nuestro pobre cuerpo.El siempre habla mucho más en el silencio y la soledad que en medio del ruido del mundo. “ Le llevaré a la soledad y allí le hablaré al corazón”, dice en boca del profeta.
Algunos ejemplos maravillosos : 1.- Al ciego de nacimiento, una vez curado, le dijo Jesús: “ Crees tú en el hijo del Hombre?( Hijo de Dios)- ¿Quién es, Señor, para que crea en él?- Responde.-El que habla contigo- dice Jesús- Creo, Señor.Y, cayendo de rodillas, lo adoró. Jesús aceptó ese gesto. Le agradó. Su humildad, su fe, y gratitud. 2.- “…encontraron al Niño y a su Madre, y, postrándose de rodillas, le ofrecieron oro, incienso y mirra”. 3.- “ Jesús, cayendo de rodillas, sobre su rostro, en tierra, exclamaba: Padre mío…Y entrando en agonía, oraba más intensamente, hasta derramar sangre”. Parece que al orar de rodillas se ora más intensamente, acerca más a Dios, nos hace sentirnos más hijos, hasta el extremo de que el mismo Jesús, llega un momento en que no dice Padre, sino “Abba”, que tiene en hebreo una traducción castellana parecida a nuestro “ papá” .4.- Filipenses, 2,10-12: …para que, al nombre de Jesús, doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos…”
Hay otros muchos más casos en la Biblia de este orar de rodillas. Pero vamos a ver otros fuera de ella. 5.- Al momento de la Consagración.6.- En el Viernes Santo, en la adoración de la Cruz, todos se arrodillan, prescripción litúrgica. En el Credo, también, puede arrodillarse al momento de decir: …se encarnó de María Virgen”. Y en la adoración y exposición del Santísimo, en el “ Tantum, ergo, Sacramentum, veneremos cernui”.” Cernui” se traduce por “ de rodillas”. En el himno del Corpus: “ De rodillas, Señor, ante el sagrario, que guarda cuanto queda de amor y de unidad…”
Y hay en el canto popular y las costumbres cristianas, antiguas, ese cántico : “Cuando, de rodillas, te contemplo, Jesús, veo tu grandeza y mi pequeñez…”Ante la Stma. Virgen, como en Fátima, Lourdes. Versos como:” Pensamiento que al cielo subes y subes/mira bien no te pierdas entre las nubes/ Pliega, pliega las alas ,amaina el vuelo/ mejor a Dios te elevas cuando te humillas/ nunca es más grande el hombre que de rodillas”.
Hay personas que no pueden ponerse de rodillas, ni mucho ni poco.Fuera de lo que la Iglesia, en su sabiduría de siglos, nos prescribe, cada uno ora como puede y quiere. Tanto de rodillas como de pie. El valor de la oración está e el corazón, la humildad, el amor. Jesús pone un ejemplo de oración. “ Subieron dos al templo a orar. Uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, puesto en pie…” sabemos lo que sigue, pero está claro que si estaba de pie, el publicano estaba de rodillas. El fariseo, ante el altar, estaba seguro y satisfecho de su modo de orar. Y decía que no era ni siquiera como “ ese publicano” y lo despreciaba, el cual , al fondo del altar, de rodillas, se golpeaba el pecho, diciendo: “ ¡Oh, Dios, ten compasión de este pecador”. Jesús, termina la parábola afirmando: Este salió justificado”. Decir que” orar de rodillas es masoquista y no le gusta a Dios”, dicho con buena intención, sin la malicia y orgullo despectivo del fariseo, es, repito, no haber revisado bien la Sagrada Escritura, la tradición cristiana y la liturgia. Tarde o temprano, si no lo hace, puede caer en la actitud del fariseo, porque orar de rodillas no es masoquista y le gusta a Dios muchísimo. Es humildad, amor de hijo que necesita, muchas veces, acudir a su Padre, buscando fuerza, consuelo, intimidad. Es la íntima amistad con Jesús, de la que todo depende; seguir su ejemplo en esos momentos de oración intensa que nos saque de la tibieza, de la rutina y nos prepara para aceptar el cáliz, ese cáliz que siempre nos espera en nuestra vida y que, de otro modo, no podríamos. Porque de rodillas, orando intensamente, hasta sudar sangre, parece que es así como pudo Jesús aceptar la voluntad del Padre el cáliz que siempre aceptó, y no quería, incomprensiblemente para nosotros, en ese momento, aceptar.