(Claudia Honorato) Varias veces he escuchado a mi alrededor que el tiempo pasado fue mejor. Jugábamos más a la pelota, conversábamos mirándonos a los ojos (por supuesto no existía el celular), ver a los niños jugar en las calles era lo natural; comprar el pan en la panadería e ir al zapatero del barrio parecieran ser las instancias que develan una vida tranquila.

A veces parece que la masificación y adelantos de la tecnología fueran una distracción inminente, sobre todo para los jóvenes.

¿Podrá ésta sustituir una buena conversación en familia o con los amigos? Pienso que no. Hubo días en que en gran parte de Santiago, debido a la caída de nieve, se quedó sin luz. A algunos nos hizo recordar cuando los juegos de mesa eran una instancia única de entretención así como cocinar y conversar a la luz de la vela.

Desde hace ya un tiempo se ha visto que los jóvenes tienen una visión y perspectiva distinta a la hora de dialogar y compartir, más aún en sus vínculos, en los que se puede destacar más la cantidad de relaciones que la calidad, el sensualismo por sobre el romanticismo, las relaciones pasajeras y el egoísmo en vez del compromiso. Una muestra de esto es el aumento del VIH en personas entre los 15 y 29 años. En un reportaje en el que se entrevistó a varios jóvenes, ellos comentaron que en un “carrete” se pueden tener relaciones con varias personas con tal de saciarse, sin necesidad de tener un vínculo afectivo.

¿Es posible encontrar soluciones para frenar el contagio de VIH?

Pienso que sí. Una de ellas es educar, fomentar en los niños y jóvenes los valores espirituales como el respeto, el amor a uno mismo y hacia la vida misma,o sea, hacia todo lo que es bueno, puro y perdurable.

 

Para Munyaneza Tite, en Rwanda, quien sufrió la pérdida de su esposa debido al VIH, y estando él diagnosticado junto a su hija de VIH, la esperanza de vida era muy poca, él comenzó a cuestionarse la existencia, sí eso era un castigo de Dios y estudiando la Biblia se dio cuenta que no.

Profundizó en el mensaje de las Escrituras y le regalaron el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, cuya lectura y comprensión espiritual le hicieron ver que podía ser sanado y que su inmunidad como hijo de Dios se encontraba intacta.

Finalmente no sólo sanaron de VIH, sino también de malaria.

 

Cada uno puede ser beneficiado al encontrar respuestas más profundas acerca de la vida, satisfacer las necesidades de afecto a través del amor, la razón y educación,  éstos traerán momentos renovados y más permanentes de felicidad.

Claudia Honorato integra el Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana para Chile y escribe reflexiones acerca de la conexión que existe entre los pensamientos y la vida.

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