(Antonio Serrano Santos) Creyentes y no creyentes. Prácticamente, de todo el mundo. Cinco días de camino, unos; semanas y meses, otros. Llueva o haga sol. Solos o en compañía. No parece que les impulse sólo el turismo o la curiosidad. E incluso ni la sola fe personal. Tiene que haber algo más.

Lourdes, Fátima y otros centros de peregrinación, sí, generalmente, son motivados por la fe. Y una fe en unas manifestaciones milagrosas de la Virgen María.

Pero en Santiago de Compostela no hay nada milagroso, a no ser que se considere así el ininterrumpido peregrinaje de millones de romeros, peregrinos, durante casi dos mil años, y desde casi todo el mundo.

Compostela tiene su origen, como nombre, de “ campo de la estrella, del latín: Campus Tellae”. Dice la tradición que, buscando el lugar donde se hallarían los restos del Apóstol, vieron aparecer una estrella sobre un campo. Según esa misma tradición, los discípulos de Santiago Apóstol trasladaron su cuerpo, decapitado por Nerón, desde Roma a España. Fue el primer mártir de los apóstoles., seguido de San Pedro y San Pablo; el primero, crucificado, boca abajo, dice la tradición, por no morir como su Maestro, en recuerdo de sus negaciones; y el segundo, decapitado por ser ciudadano romano, aunque judío, y no podía ser ejecutado de otra manera, ni crucificado ni flagelado.

No voy a narrar toda la historia del Camino de Santiago; hay muchas, infinitas formas que lo cuentan : vídeos, películas, literatura, publicaciones de todas las clases al alcance de cualquiera. Solo intento analizar y encontrar una explicación a ese “ ¿ Por qué el Camino de Santiago?”

Los primeros peregrinos se llamaron “ romeros”, porque empezaron a salir de Roma, siguiendo el mismo “ camino” por donde  llevaron los discípulos el cuerpo del Apóstol. Pero peregrino es una palabra derivada del latín: “ per-agro”, atravesar los campos, “ por los campos”. Con lo que se unieron peregrino y romero. Sin más guía que los datos que iban dejando por el camino y la Vía Láctea. Eran  para todos un gps perfecto. Y eso es lo que hoy ha dado lugar a un recorrido moderno a través de ciudades, campos, aldeas, villorrios, ríos y montes, con una modernización de atención a los peregrinos inimaginable en sus primeros tiempos.

Por más que analicemos y estudiemos este fenómeno universal de siglos, no encontramos explicación humana, racional y al alcance de nuestros actuales conocimientos sociales, psicológicos, científicos, históricos. Todo esto lo supera este fenómeno social del Camino y deja sin respuesta a nuestro intento y curiosidad.

Y, sin embargo, tiene, debe tener una explicación. Como no hay nada que no la tenga. Pero que nosotros, no siempre, la encontramos. Hasta lo que llamamos misterio tiene que tenerla. Muchos antiguos misterios dejaron de serlo cuando la ciencia, la investigación, o la casualidad sorprendieron a la Humanidad al descubrirlos, a veces, luego de años y siglos.

La Naturaleza es sorprendente y el hombre también. Si lo miramos desde un punto puramente racional, humano, fenómeno social como otros muchos, turísticos o caprichosamente elegido, no podemos olvidar el verdadero origen de este “ fenómeno”: la presencia de los restos, de su sepulcro, de un Apóstol, el de Santiago el Mayor, uno de los tres discípulos más íntimos y elegidos por el mismo Jesús. Y el imán que atrae a millones de personas, peregrinos, romeros, o no; con fe y sin ella.

“ ¿Por qué el Camino de Santiago? “. Jamás, nunca, ha superado en visitantes, peregrinos, curiosos, con fe y sin ella, ningún otro llamémosle “ fenómeno social” de masas, ni religioso ni civil. Ahí están los archivos y los datos históricos; pergaminos, fotos, imágenes, edificios, templos, iglesias, monasterios, obras de arte de incalculable valor histórico, artístico, literario, musical…

¿ Una alucinación colectiva, una locura general, un engaño y montaje espectacular…? ¿ Y durante siglos? Racionalmente no cabe aquí. Y sin que conste ningún milagro. Lo que podría hacer pensar a muchos, como en otros casos de materia religiosa, de un fraude o falsa fe para creyentes poco formados, o mal formados, fans de la milagrería. No hay milagros, ni curaciones milagrosas, ni apariciones sobrenaturales. Solo hechos, historia, riada humana desbordante por el Camino en busca instintiva del espíritu humano de algo o alguien que responda a esa búsqueda.  A esto sí se le podría llamar milagro.

Solo nos queda un camino: Nunca mejor dicho. De doble sentido, como en tráfico. El que lleva al Apóstol y el que viene del Apóstol. Cuenta la tradición, mantenida por siglos,  que este apóstol al llegar a España, la Hispania a la que San Pablo habla en una de sus cartas, a la que pensaba venir, su siembra tuvo muy poca cosecha. Apenas aceptaban el evangelio. Muy desanimado, a orillas del Ebro, se le apareció la Virgen María, todavía en vida, sobre una columna o pilar, animándole a seguir. De ahí el nombre de la Virgen del Pilar. Hasta hoy no hay documentación escrita que confirme este hecho; ni de la vuelta del Apóstol Santiago a Roma. Lo que sí sabemos es que fue decapitado por Herodes. Y sus discípulos llevaron su cuerpo hasta Compostela. Y que el ánimo que le dio la Virgen dio como resultado una Hispania totalmente convertida al evangelio, a Jesús. Con sus luchas y vaivenes posteriores, pero ya la semilla sembrada permanecía viva y fructífera hasta hoy.

El camino primero, el que lleva, no  solo a Santiago, es, en realidad, camino hacia el Maestro del Apóstol, hacia Jesús de Nazaret. Porque El Apóstol predicó que Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías profetizado, Dios mismo hecho hombre. Y mandó predicar su evangelio. Y que, precisamente, dijo: “ Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.  “ Todo el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Seguir el Camino de Santiago como camino hacia Jesús, no por puro turismo, no es andar en tinieblas; le guía la luz de la fe, de la Vida, porque sin fe en la Vida que Jesús nos asegura, la vida en la tierra es tinieblas, sin sentido. Eso es lo que se van a encontrar los peregrinos y romeros.

El segundo camino, o segundo sentido, el que viene del Apóstol, para unos habrá sido una simple curiosidad, una marcha turística realizada y satisfecha. Un esfuerzo físico en contacto con la belleza del camino y de la naturaleza. Quizás una bondad natural de amor a la convivencia, ganar algunos amigos, una satisfacción de haber superado un gran reto a sus posibilidades físicas. Nada más, al parecer. Pero ha andado el Camino espiritualmente en tinieblas. No ha seguido a Jesús, que es lo que quería su Apóstol. La fe, por lo pronto, no lo ha iluminado. Pero la semilla está sembrada, y, a su tiempo, si cae en tierra buena, dará su fruto. Ese esfuerzo no ha sido inútil, porque en lo más hondo de su corazón, por la bondad de su esfuerzo, y el agradecimiento del Apóstol por su “ visita” y abrazo, mártir que dio su vida por esa siembra, brotará, seguramente, la luz que iluminará siempre su camino en la vida. Muchos, recuperada su fe, han vuelto al Camino.

Para otros, de vuelta ya en el Camino, habrá sido y será, un encuentro feliz con el Apóstol y con Jesús. Una mayor fuerza para su fe; una felicidad y alegría distintas y mayores que las de este mundo, y contagiosa con los “ peregrinos” que le acompañan en el camino de su trabajo, de su familia, de sus amigos.  Una luz en medio de las tinieblas del camino de sus vidas. También, de estos que regresan, algunos han encontrado la fe que no tenían o desconocían. Y que solo al calor de la Iglesia en la que se ha conservado el Camino, la ha encontrado. Esa es una de las sorpresas del misterio que aguardan en el Camino. Nadie que se acerca a Dios, en Jesús, y atraído en su caminar por su Apóstol, se vuelve vacío.

Una vez realizada la hazaña del Camino, muchos “no reconocieron la presencia de Dios en el instante en el momento en que estaba con ellos, durante el Camino; sino después, cuando vuelven la mirada sobre los acontecimientos pasados, agradables o dolorosos: no sabían en el momento su significado. No veían en ellos la mano de Dios. No comprendieron cómo puede suceder tal cosa o a qué sirve la otra. No obstante todas se van convirtiendo en bienes. ¡Prodigiosa Providencia, silenciosa y no obstante tan eficaz, constante e infalible ¡ “ Como el Camino de Santiago.