(Mundo I.A.) Había una vez una época en la que el dial-up reinaba supremo y los modems emitían un cacofónico coro de chasquidos y pitidos antes de conectarse a la vasta maraña del ciberespacio. Era una era de geocities y páginas web con fondos de colores estridentes y gifs animados que desafiaban las leyes de la estética. Los navegadores eran pioneros como Netscape Navigator y el todopoderoso Internet Explorer, el cual era tan omnipresente que más que un navegador, parecía el portero del mundo digital.

Los usuarios hablaban con emoción de los interminables foros de discusión, donde se trataba todo tipo de temas, desde la crianza de hamsters hasta los misterios de la física cuántica. Y ahí estaban los programas de mensajería instantánea, como ICQ, IRC y MSN Messenger, que permitían mantener conversaciones épicas con emoticonos rudimentarios y estados de ánimo que reflejaban nuestra compleja existencia en tres palabras.

¡Oh, los juegos! Las máquinas arcade y los juegos de PC compartían el trono. Desde el sutil Tetris, Monkey Island, Street Fighter,  hasta el estridente Doom o Quake, cada título era un capítulo en la odisea de la diversión digital. ¡Y no olvidemos los cassettes y disquetes que contenían tesoros como Prince of Persia y Oregon Trail!

Los cybercafés, quien no recuerda nuestro Cyber Bonne,  cogieron el testigo de los recreativos de antaño, eran como templos modernos, donde las almas se congregaban para batallar en partidas de Counter-Strike, Medal of Honor o Call of Duty o explorar mundos desconocidos en RuneScape. Pero un día, en medio de esta efervescencia digital, surgió una magia nueva: la inteligencia artificial.

Mientras los nostálgicos añoraban los sonidos del módem, una nueva ola tecnológica emergía. Los asistentes virtuales nos ayudaban a gestionar nuestras tareas diarias, y la inteligencia artificial comenzaba a tomar decisiones más inteligentes que algunos humanos. Los algoritmos se convertían en los nuevos magos de la predicción, mientras que los datos se volvían tan valiosos como los lingotes de oro en el Salvaje Oeste digital.

En esta era de la información, la IA no solo estaba en los laboratorios, sino en nuestros bolsillos y hogares. Los asistentes personales respondían a nuestras preguntas más triviales, y las aplicaciones sugerían amigos, restaurantes e incluso parejas amorosas basándose en nuestros gustos y hábitos. Algunos llegaron a considerar que Google sabía más sobre ellos que ellos mismos.

Y así, mientras recordamos con cariño los tiempos de pantallas CRT y conexiones lentas, abrazamos el futuro de la inteligencia artificial con una mezcla de humor y melancolía. Aunque ya no escuchamos el concierto de chasquidos del módem, ni luchamos por encontrar una canción en Napster sin que nos desconecten la llamada telefónica, nos damos cuenta de que la tecnología ha avanzado, y con ella, nuestro mundo. Pero en lo profundo, siempre guardaremos un lugar en nuestro corazón para esos tiempos analógicos, cuando explorar el ciberespacio era como aventurarse en lo desconocido con un mapa trazado por bits y píxeles.

Para terminar, aclarar que parte de este escrito, está realizado gracias a la tecnología Chat GPT de Inteligencia Artificial, eso si los recuerdos propios no se pueden inventar, de momento….