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(Eduardo Madroñal Pedraza) De momento, Europa ha aguantado el asalto de la ultraderecha aliada de Trump, pero los peligros para la Europa actual no se reducen a éste. La Unión Europea está repleta de descontentos y damnificados. Además el ataque de Trump continúa. Acaba de dar otro guantazo a la Unión Europea con su reciente visita al Reino Unido para reforzar los planes de división europea. Con amigos tales no se necesitan otros enemigos.

En las recién celebradas elecciones europeas, las fuerzas euroescépticas y de ultraderecha han obtenido el 24% de los escaños del Parlamento europeo -pero sin conseguir formar un solo grupo, debido a sus diferencias-. Éste no es el resultado que esperaban, no han alcanzado el objetivo propuesto en el “asalto” planificado por Steve Bannon -el exconsejero de Trump encargado de dirigir todo el proceso-, pero no deja de ser un porcentaje importante, que de hecho manifiesta el descontento -existente en muchos países europeos- de muchos ciudadanos ante la marcha de la política europea.

La ultraderecha ha perdido, sí. Pero su derrota no ha sido nada concluyente. Partidos xenófobos, ultranacionalistas y antieuropeos han sido los más votados en cuatro de los seis grandes países de la UE: Francia (con Marine Le Pen), Inglaterra (con el Partido del Brexit, de Nigel Farage), Italia (con Matteo Salvini y La Liga) y Polonia (con el gubernamental Ley y Justicia), y también han ganado en Hungría, con Orban. En cambio, en países como Alemania, Austria, España, Holanda, Finlandia y Grecia sus candidaturas han obtenido, por lo general, menos votos que en las pasadas elecciones.

Pero que podría ser más influyente, de lo que las propias cifras indican, es el hecho de  que los dos grandes pilares que han sido la arquitectura política europea de los últimos decenios, el Partido Popular europeo y la socialdemocracia, han salido seriamente “tocados” de estas elecciones. El PPE ha perdido 41 escaños, de 221 escaños a 180; y la socialdemocracia ha perdido también 45 escaños, de 191 a 146. Por primera vez en la historia del Parlamento europeo, ambos partidos no suman más del 50% de la cámara.

Los mayores beneficiarios de este retroceso no han sido las fuerzas ultraderechistas, sino otras fuerzas democráticas y europeístas, como los liberales (que han crecido hasta los 109 escaños) y los verdes (70 escaños), y otras fuerzas de izquierda. La crisis del bipartidismo europeo ha coincidido con una cierta movilización de las clases medias y populares, que le han visto “las orejas al lobo” ultraderechista, pero no han corrido a guarecerse en los refugios tradicionales (el PP y los socialistas), sino que amén de frenar la ofensiva ultraderechista demandan cambios significativos en la política europea.

Las heridas dejadas por la política de ajustes durante la crisis han pasado factura a sus artífices y ha castigado la poca o nula resistencia de muchos partidos socialdemócratas, que han caído de forma espectacular (en Alemania los verdes han superado al SPD, y en Francia el PS pasa con dificultad la barrera del 5%), con la excepción de dos países (Portugal y España) en los que los socialistas han demostrado cierta oposición a las políticas de austeridad.

Los resultados electorales van a poner en dificultades los planes de Merkel de ver nombrado a su hombre, Manfred Weber, al frente de la UE. Lo que parecía ya hecho, ahora no está tan claro. Liberales, socialistas y verdes podrían imponer un candidato más respaldado que el del PPE y acabar con muchos años de gobierno conservador en la UE. Son ya muchos los eurodiputados y ciudadanos europeos que piensan que sin resolver los abismos que se han creado entre países ricos y pobres y entre los sectores más poderosos y los más dañados de cada país, en definitiva, sin redistribuir la riqueza será imposible que la UE tenga futuro.