La Real, Antigua y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad —conocida popularmente como la Hermandad de los Verdes— vivió ayer una de las jornadas más concurridas que se recuerdan. Desde primeras horas de la tarde, una marea de fieles y visitantes colmó el casco histórico para asistir, en primer término, al traslado del Cristo de la Vera Cruz desde la Casa Hermandad hasta la parroquia de San Sebastián, preludio ineludible de la procesión penitencial.

Traslado sobre un tapiz de romero

El cortejo avanzó lentamente sobre la tradicional alfombra de romero, un elemento distintivo de la Semana Santa alhaurina que impregnó de aroma las angostas calles del centro. Entre rezos y saetas, el silencio sólo era roto por el acompasado redoble de tambores y el leve crujir de las andas al tomar las curvas más estrechas del recorrido. Vecinos y curiosos, apostados en balcones engalanados, rendían honores al Crucificado con pétalos y aplausos contenidos.

Procesión de los Verdes

Al caer la tarde, la salida procesional de los titulares atrajo de nuevo a miles de personas. El Cristo de la Vera Cruz, iluminado por la luz trémula de los cirios, abrió paso a la Virgen de la Soledad, acompañada por marchas fúnebres interpretadas por la banda de la cofradía. La presencia de una sección de la Legión —que rindió honores en los instantes previos y custodió el trono— aportó un matiz castrense de sobriedad al desfile.

Organización impecable

La jornada se desarrolló sin incidentes gracias al dispositivo coordinado por las áreas municipales de Seguridad, Tráfico y Limpieza, apoyadas por Protección Civil, fuerzas de orden público y decenas de voluntarios. Al término del itinerario, el Hermano Mayor expresó su gratitud a todos los servicios implicados y destacó “la ejemplaridad y el civismo” mostrados por los asistentes.

Patrimonio vivo

Con esta nueva puesta en escena, la Cofradía de los Verdes renueva un legado que data del siglo XVI y reafirma el atractivo de Alhaurín de la Torre como enclave de referencia para el turismo religioso en la provincia. La afluencia estimada —que supera ampliamente la de ejercicios anteriores— constituye, además, un impulso para la economía local.

Al despedirse de los fieles, el capataz alzó la voz desde la peana del trono para proclamar: «¡Viva el Cristo de la Vera Cruz y viva la Virgen de la Soledad!», frase coreada al unísono por un público que, una vez más, supo conjugar fervor, respeto y emoción en un Viernes Santo que ya forma parte de la memoria colectiva del municipio.