Antonio Serrano Santos

UNA ESTRELLA FUGAZ

Esta es la canción, Diamond, en extracto, que interpretó Iraila, con vaqueros cortos y camisilla de Micky, en su primera actuación en “la Voz”. Es la traducción del inglés que, así, para el que lo desconoce, tiene un valor añadido a su prodigiosa voz infantil que traspasa los más duros oídos hasta llegar a lo más profundo del alma.

 

 

 

“Resplandeciente como un diamante.

Encuentro la luz en el hermoso mar.

Elijo ser feliz. Tú y yo. Tú y yo.

Somos como diamantes en el cielo.

Eres una estrella fugaz que veo.

Una visión de éxtasis.

Cuando me abrazas estoy viva.

Sabíamos que nos convertiríamos en uno

desde el primer momento.

A primera vista, sentí la energía de los rayos del sol.

Vi la vida dentro de tus ojos.

Seremos como diamantes en el cielo. Ojo a ojo, tan vivos.

Levantamos las palmas hacia el universo.

Siento el calor que nunca muere.

Eres una estrella fugaz que veo.”

La he vuelto a oír por internet, desgraciadamente interrumpida por la publicidad. Y no quiero pensar que la utilicen para los anuncios. Como yo no quiero, ni puedo, utilizarla en este artículo mío, para otra cosa que no sea adorar y publicar hasta el infinito esa voz que trasciende los cielos e inunda la tierra de recuerdo y amor a la luz en el hermoso mar”, resplandeciente ella, Iraila, “como un diamante en el cielo”, que nos hace ver “la vida dentro de sus ojos” y sentir, en ella, el calor que nunca muere”. Hemos visto “una estrella fugaz”. Se nos ha concedido, por unos momentos inefables e irrepetibles, una visión de éxtasis”.

Leo y releo su canción, la escucho asombrado y no me cabe la menor duda de que es un ángel trasplantado por unos instantes desde el cielo. A nosotros, los mortales, ese candor, esas lágrimas, esa letra y esa voz, nos trae el eco de una canción que nos dice que el universo entero se mueve al ritmo de una música eterna.

Como dicen los comentaristas en los medios de la red, de vez en cuando, Dios nos envía un ángel así y, luego, la devuelve junto a los demás ángeles. Es el deseo y la fe de ellos. Habría que pedir a Dios el libro de reclamaciones por habérsela llevado y, también, darle las gracias por haberla hecho pasar por nuestras vidas porque, con su paso fugaz, las ha iluminado de una forma nueva e inolvidable. Gracias, pequeña y grande Iraila. Has ganado el mejor concurso con tu voz y con tu personilla. Guárdanos un sitio, a tu lado, para seguir aplaudiéndote.

Si a alguien le parece que este artículo es una simple manipulación literaria y beateril, sólo le puedo decir que la leucemia de Iraila no me lo permite, por infinito respeto a su dolor y al de sus padres, a la dignidad de su persona y, porque yo también tengo un hijo con leucemia.