(Susana López Chicón) Pinos, esa urbanización marginada durante años, siempre la hermana pobre de Tita Capellanía, Tita Lagar y Tito Cortijos, pero exprimida en impuestos por ser la más extensa de la familia Urbanización y porque sus medidas superan la talla ideal.
Ha tenido que pasar por tantas vicisitudes y luchas para crearse un sitio en la alta sociedad alhaurina, teniendo que sufrir que llamaran casas de campo a muchos de sus imponentes y maravillosos cortijos, a los que muchos alhaurinos han nombrado durante años como los chalets de Pinos, como si los propietarios fuéramos todos marqueses de primera y no trabajadores, muchas veces de segunda, para poder terminar el costo excesivo que nos supuso construirlos y hoy en día mantenerlos a base de IBI alucinantes y facturas de agua desorbitadas.
Pero llegó el turismo. Esos extranjeros que valoran el sol y el jamón mucho más de lo que lo valoramos nosotros y la Costa del Sol se convirtió en la Costa de los alemanes, ingleses, holandeses y toda suerte de emigrantes con buenas Pagas y buenas jubilaciones que, a diferencia del español de a pie que poco puede presumir de esas pensiones, vienen aquí a terminar sus días tostados al sol como gambas y poniéndose morados de ellas al mismo tiempo.
El turismo que tantos ingresos trae a un país también puede ser su ruina si no se controla su exceso.
Los costes de la vivienda empiezan a ser inalcanzables para los autóctonos y muy adecuados para los foráneos. Y aquellos chalets en mitad de los pinos empiezan a ser muy rentables para quienes pueden permitirse alquilarlos, disfrutar de una segunda vivienda y ceder su casa a quienes pagan una buena suma.
El negocio del siglo, como no, pero muchas veces (la gran mayoría), el propietario no vive ni siquiera cerca y no se entera (o le trae al fresco) si la pandilla que ha metido quince días o un mes en su casa ocasiona molestias, ruidos o excesos.
Tal es así que la mayoría de las veces suelen ser adolescentes cuyas borracheras duran hasta altas horas de la madrugada y pueden estar chillando sin parar o cantando en inglés, alemán o turco; vaya usted a saber hasta que les cante el gallo o la sirena de la policía, que algunas veces pasa por nuestras calles vigilando.
En fin, Pinos, que como su nombre indica es o era una sierra poblada de pinos piñoneros, tampoco tiene normas para el cuidado, poda y mantenimiento de estos árboles centenarios. ¿Que le molestan? Pues no hay problema, pague una tasa en el Ayuntamiento y santas pascuas, pino eliminado y si no quiere limpiarlo, nadie le obliga, puede tener a sus vecinos con el alma en vilo por si ocurre otro incendio como el último. No pasa nada…
Eso sí, este año cuidado con regar sus plantas y gastar agua en ese maravilloso jardín creado seguramente a base de dejarse sus cuartos en la empresa más reconocida de este pueblo, pero cuidado, las multas lo dejarán más seco que el mismo parquecito que creó y que por desgracia no podrá regar porque se puede considerar derroche. ¡Qué pena! Dinero tirado y años de sacrificio para crear zonas verdes donde solo crecían piedras.
Eso sí, en las casas turísticas, los que se pueden pagar el verano a buen precio, juegan con la manguera mientrastocan las pelotas.