(Francisco Javier Zambrana Durán – Centro Cultural El Portón [Alhaurín de la Torre])

Hay sonidos que se apagan en el susurro de la noche. Con cierta calma, buscan aminorar su fuerza, su encanto, su llama viva que siempre marca su llegada. También existen silencios que truenan como una tormenta de verano, que despiertan los sentidos del respetable que se siente en las butacas. Silencios que, con la parsimonia que les caracteriza, se tornan sonido; y sonidos que, con la agitación que les define, se convierten en silencio.

Y así ocurrió en la noche del 16 de julio. En una atmósfera cargada de sensaciones a flor de piel, el más mínimo ruido causaba estragos entre la multitud, y fue el silencio quien se adueñó del recinto durante la media hora larga en la que un par de músicos deleitaron con sus manos a las teclas blancas y negras. Y, ante todo, a los que los observaban.

Nersessian interpreta uno de los temas. – Fuente: Francisco Javier Zambrana Durán.

Temas como Diciembre resonaron en el vacío de la noche que abrió Pavel. Un eclipse lunar que no permitía ser visto a causa de la nubosidad creciente sirvió de símil con sus dedos, tan veloces, tan cubiertos de maestría, tan ocultos. Nersessian, sereno, simple y plástico en su movimiento, atrajo por momentos la tormenta veraniega con sus notas. El cántico celestial que las musas entonaron hace miles de años pareció emerger de un tiempo pasado para plasmarse sobre aquel cuadrado de color oscuro con teclas que lucía la más alta de las calidades.

Sin apenas demora y con la insistencia personal de Pompa-Baldi, el segundo de los conciertos demostró lo que en su repertorio poseía aquel virtuoso que en Nueva York suele exhibirse. Pese a temblarle el pulso al ver la fotografía cerca del escenario, Antonio se mantuvo firme en su particular oda a la delicadeza. La pausa y la tranquilidad lo definieron por momentos, y el disfrute del silencio marcó la actuación. El paso a paso, como dirían los ajenos al arte del piano que pululaban por la grada, fue su estandarte.

Pompa-Baldi interpreta uno de los temas. – Fuente: Francisco Javier Zambrana Durán.

Alhaurín de la Torre, en la noche en la que Málaga se vistió de gala para recibir a su patrona de los mares, vivió su particular cántico a la ilustración, a la calidad, al dominio y la entrega a un instrumento como el piano. El primero de los festivales internacionales celebrados en la ciudad de Málaga (FIPMA) se convirtió en la mejor excusa para poner sobre el lienzo de los jardines de ‘El Portón’ a dos genios como Antonio Pompa-Baldi (Italia) y Pavel Nersessian (Rusia).

No hubo espacio para nada más que para la admiración constante, y, sobre todo, para el aprendizaje de los que deslizan sus preciadas herramientas humanas sobre la blanca pintura. Sin importar el grado de formación, de comprensión acerca de este preciado instrumento de cuerda percutida. Tal y como marca la música, tal y como marca el arte: alabar desde cualquier formación, pese a que no se comprenda su calidad.


Realizado por: Francisco Javier Zambrana Durán (@neyfranzambrana/Francisco Zambrana).

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