(Por Eduardo Madroñal Pedraza) “Él no ha dimitido. No lo ha hecho dimitir su partido. Lo hemos hecho dimitir las familias de las víctimas y toda la gente que nos ha apoyado (…) Mazón va a dimitir gracias a la movilización y a las asociaciones de víctimas. No debemos olvidar eso para los siguientes pasos que tenemos que dar”. Rosa Álvarez, presidenta de la Asociación de víctimas Mortales de la Dana del 29 de octubre.
Rosa Álvarez, en la comisión de investigación del Congreso, ha afirmado, humilde pero solemnemente, que la comparecencia de las víctimas es “un alivio moral y una victoria social, la prueba irrefutable” del potencial de las personas pequeñas haciendo cosas grandes. Y que “salir a la calle para mantener la dignidad es capaz de cambiar el mundo”. Y ha señalado el siguiente paso importante: “Mazón, a prisión”.
A lo largo de este año se ha ido formando una especie de “frente amplio” en la opinión pública, absolutamente abrumador y trasversal, que exigía la dimisión de Mazón. Según recientes encuestas el rechazo a Mazón y la exigencia de su dimisión llegaban al 82% de los valencianos, incluyendo un 61% de los votantes del PP.
Mazón ha dimitido. Una victoria popular incontestable. La incansable movilización de la sociedad valenciana ha hecho dimitir a Mazón. Mazón no “se va”, lo hemos echado. Mazón ha dimitido forzado por más de un año de lucha popular, arrinconado por un clamor ciudadano encabezado por la firmeza y la dignidad de las asociaciones de víctimas.
Es un acontecimiento histórico
Tomemos perspectiva de lo que ha ocurrido. Es un acontecimiento político histórico. Nunca, en toda la historia de cuatro décadas de régimen democrático, un presidente autonómico había sido derribado a mitad de mandato. No en unas elecciones, no en una moción de censura, no por un escándalo de corrupción. Por una lucha popular, con manifestaciones masivas, sostenidas a pulso durante un año.
A lo largo de estos doce meses, bajo el lema “Mazón dimisión” y convocadas por las asociaciones de víctimas y por un amplísimo tejido de organizaciones, partidos, sindicatos y asociaciones de toda índole, una docena de multitudinarias manifestaciones, llegando algunas a 100.000 y 130.000 asistentes, han desbordado las calles de València. Pero muchas, muchísimas protestas más han tenido lugar en Alicante, Castellón y otras ciudades de todo el territorio valenciano, así como en las universidades y casi en cualquier lugar al que acudía Mazón.
Algunos sectores de la izquierda enarbolan que Mazón y Vox siguen teniendo la sartén por el mango para convencernos a la gente que vence que no hay apenas nada que celebrar. Las víctimas presentes en el funeral de Estado catalizaron el sentir general de todo un pueblo y dictaron sentencia inapelable: ¡Mazón vete ya! Que no nos coman la moral. No dejemos que empañen lo que es una verdad irrefutable: Mazón ha presentado su dimisión. Ya no seguirá siendo president de la Generalitat valenciana.
Es una victoria incontestable del viento popular que vuelve a demostrar su enorme capacidad e influencia. Una victoria que debemos celebrar. Esta es una enseñanza que debemos grabar a fuego en nuestra memoria.
No olvidar la dana, las batallas que quedan
Mazón ya se ha ido. Le hemos obligado a irse. Es el primer paso de un proceso de “verdad, justicia y reparación” que no ha hecho más que empezar. Desde la fuerza de esta victoria popular debemos abordar las siguientes batallas, como ha destacado Rosa Álvarez.
Debe abrirse paso la verdad. Deben salir a la luz todas las circunstancias políticas y administrativas que hicieron que Mazón y los principales responsables de la Generalitat tuvieran un desempeño tan negligente y sobre todo criminal el día de la Dana, así como las jornadas posteriores.
Debe abrirse paso la justicia. Ahora más que nunca -como exigen las víctimas- debe respaldarse la ejemplar labor de Nuria Ruiz Tobarra, la jueza de Catarroja, que está avanzando paso a paso en una investigación para determinar todas las responsabilidades penales en la muerte de 229 personas el día de la riada. Mazón debe responder ante la Justicia.
Es necesaria una reconstrucción real, que está lejos todavía de alcanzarse. Un año después de la catástrofe, la vida de las poblaciones afectadas dista mucho de haber retornado a la normalidad. Miles de familias que perdieron su hogar, su trabajo, sus negocios o su vehículo, se han empobrecido y endeudado. Miles de infraestructuras y edificios siguen pendientes de reparación.
Eduardo Madroñal Pedraza


















