(Susana López Chicón) Cuando miro atrás y recuerdo mi infancia pienso ¿Donde quedó la ilusión de los Reyes Magos?. Aquella mezcla de miedo y expectación que nos tenía asustados debajo de las sábanas esperando dormirnos para no escuchar el sonido de sus capas ni el roce de los camellos masticando nuestra almohada. La tremenda alegría de aquellas cajas adornadas con grandes lazos donde rebuscábamos los nombres de cada uno y esperábamos que al abrirlas encontráramos aquel juguete que tanto deseábamos.
Creo que uno se siente ya adulto en el preciso momento que deja de creer en los reyes y se da cuenta que la magia, la ilusión y la esperanza solo queda guardada en aquel rincón de la infancia donde todo es posible y la realidad no es tan cruda, tan difícil y tan complicada.
Y si por el solo hecho de crecer ya perdemos esa chispa de creer en algo que imaginábamos, mucho más cruel es agregar a la propia naturaleza del ser humano un hecho como el que hoy en día asola tantas familias y es el de perder un empleo y tener que pasar de pensar en mirar que regalos comprar, mirarlos y pensar como poder comprarlos. Estos reyes de hoy en día deciden tus navidades, tu futuro y el de tu familia y pueden regalarte con la mayor de las desverguenzas un futuro incierto y desconcertante asi de un plumazo haciendo justificable algo totamente injusto.
Entonces caemos en la cuenta que los reyes de hoy son otros muy diferentes a aquellos que eran capaz de atravesar el desierto tras una estrella para llevar a un niño pobre lo mejor que tenían, estos reyes, los de la ahora son los que viven de lujo a costa de quienes creyeron en ellos y que en vez de traerte el oro, el incienso y la mirra te dejan sin empleo y sin futuro sin importarles lo más mínimo si los habías adorado o no, si habías creído en ellos o simplemente si te habías dedicado a cumplir con tu trabajo y tus obligaciones como cualquier otro ciudadano de pie.
Ya han sido coronados y eso marca a veces una gran distancia y diferencia entre lo que prometías ser y lo que luego eres. Así somos los humanos, o mejor dicho así son algunos humanos y aunque el poder corrompe, siempre queda la esencia de lo que uno fue, ha sido y es, depende de que te deslumbra más si el niño del pesebre o los trajes dorados de los reyes, o lo que traducido significa pensar en los demás o pensar en uno mismo, quien antepone su poder y su egoísmo a todo lo demás deja de ver el establo, la pobreza y la humildad del pesebre y mira para otro lado, dejan de importar los demás, su sufrimiento, su destino, su día a día y todo se justifica de la manera más fría, más tirana y más canalla.
Una vez traspasado el límite ya nada importa, el camino a la fama está trazado, no importan quienes te ayudaron, quienes te acompañaron o quienes creyeron en ti, tú ya estás arriba y ellos abajo y solo te han servido para ponerte allí en la gloria que dominas y manejas, porque un pueblo, una nación o un gran número de personas creyó en ti. Sin embargo no hay nada como defraudar a quienes creyeron en algo, la gente no olvida y quienes siguen llevando ilusión en sus corazones saben que no deben nunca rendirse y guiarse por la única estrella verdadera….la de la verdad, la humildad, la de ir de frente por la vida y con el corazón en la mano.