Había una vez, en un pequeño pueblo costero de la Costa del Sol, un fotógrafo llamado Alex. Alex era conocido por su paciencia y su amor por la fotografía, pero había algo que deseaba más que nada: capturar la imagen perfecta de la luna llena reflejada en el mar.
Durante años, Alex esperó y esperó, cada noche de luna llena, con su cámara lista. Pero siempre había algo que impedía la foto perfecta: nubes, tormentas, o simplemente la falta de inspiración. Desesperado, Alex comenzó a perder la esperanza.
Una noche, mientras contemplaba el cielo estrellado, una anciana misteriosa se le acercó. “La paciencia es una virtud, joven Alex,” dijo con una voz suave. “El fuego, el cielo y la tierra tienen sus propios tiempos. Confía en ellos y serás recompensado.”
Alex decidió seguir el consejo de la anciana. Continuó esperando, pero esta vez con una nueva perspectiva. Empezó a ver la belleza en cada momento, en cada reflejo del mar, en cada rayo de luz de la luna.
Finalmente, una noche mágica, el cielo se despejó y la luna llena se alzó majestuosamente sobre el mar. Alex, con lágrimas en los ojos, capturó la imagen más hermosa que jamás había visto. La luna llena reflejada en el mar era un espectáculo de fuego, cielo y tierra, una sinfonía de luz y sombra.
En ese momento, Alex sintió una presencia a su lado. Era la anciana, pero esta vez, su figura brillaba con una luz etérea. “Has demostrado paciencia y has encontrado la belleza en la espera,” dijo ella. “Ahora, te concedo un don especial.”
Con un gesto de su mano, la anciana transformó la cámara de Alex en un objeto mágico. Cada vez que Alex tomaba una foto, la imagen cobraba vida, mostrando no solo la belleza del momento, sino también la esencia mística de la naturaleza.
Alex se convirtió en un fotógrafo legendario, conocido no solo por sus imágenes, sino por la magia que emanaba de ellas. Y así, la luna, el mar y la tierra continuaron siendo sus musas, guiándolo en su viaje eterno de descubrimiento y maravilla.
Poema de Agradecimiento
Luz de luna, espejo del mar, Reflejo eterno, belleza sin par. En la espera, la paciencia hallé, Y en tu brillo, mi alma encontré.
Magia y misticismo en cada destello, La luna y el mar, un vínculo bello. Gracias a ti, anciana de luz, Por mostrarme el camino, por darme tu cruz.