(Susana López) Quiero aprovechar la oportunidad que me dan estas páginas de las cuales formo parte como columnista hace unos años para enviar este escrito a los trabajadores de Emprovima (Empresa Pública de la Vivienda de la Diputación de Málaga) que dejará de serlo a finales de este mes de noviembre.

No voy a entrar en detalles de cómo esta decisión afecta a mi familia y a otras, ya que la indignación, tristeza, desesperanza y sobre todo la desilusión, no me permitirían más que manifestar sentimientos que dadas las circunstancias solo reflejarían un dolor que ya no tiene razón de ser porque lo cierto es que doce de los dieciséis trabajadores que formaban la empresa van a la calle, a la puñetera calle por ser más precisos después de quince años de trabajo. Esta empresa que hasta hace poco era la única productiva de Diputación deja de existir así de un plumazo, dentro de un tiempo nadie sabrá que existió, pero si hay que destacar que esas trece personas seguirán estando.  Gente trabajadora, con nombres y apellidos, con familias e hijos pequeños a las que nadie tuvo en consideración a la hora de mandar a la calle.

Personas y no números, seres de carne y hueso con sus vivencias e ilusiones muchas de ellas truncadas tras esta dura decisión en la que podría haber habido otras soluciones menos drásticas, menos dolorosas y mucho más humanas. Tres meses de lucha y desesperanza, de enemistades y desilusiones navegando en un barco que al igual que el Titanic se iba a pique, pero que también al igual que en aquel buque sus pasajeros han sabido mantener el tipo, sin apenas protestar y con la dignidad de quien sabe que ya todo de antemano está perdido, porque la tripulación los había arrojado al mar hacia rato. Javier, Juan, Conchi, Juan Ma, Moli, Pepe, Diego, Belén, Antonio, José Antonio, Rafael S. y Adolfo,  se van a la calle a esa calle hoy en día vacía de sueños y de empleo y más a una edad donde las puertas están doblemente cerradas, tirados por la borda a un futuro incierto. Yo, que los conozco personalmente a todos quiero desearles desde aquí mucha, muchísima suerte, a aquellos que se van y a los que se quedan también, porque el barco aún sigue a la deriva.