Dicen que cada generación tiene sus grandes batallas: algunos cruzaron océanos, otros escalaron montañas… y luego estoy yo, que he sobrevivido a Windows 11, a las balizas inteligentes de la DGT y a las Zonas de Bajas Emoción (sí, emoción, porque ya ni ganas de llorar te dejan).
Mi odisea empezó el día que el ordenador me dijo que “debía actualizar”. No quiso preguntar si yo quería, no. Debía. Antes, las máquinas obedecían; ahora te dan órdenes con ese tonito pasivo-agresivo como de asistente digital con prisa. Tras tres horas de actualización, cinco reinicios y un pantallazo azul que juraría que me guiñó un ojo, pude volver a usar el ordenador. Eso sí, ahora hace cosas que no he pedido, como si hubiera adquirido personalidad propia. Un día de estos me pedirá paga extra.
Luego llegó el asunto de las balizas de señalización de la DGT. Las antiguas: levantar el brazo, poner el triángulo y rezar. Las nuevas: una especie de mini faro que parece diseñado por un ingeniero de la NASA con tiempo libre. Lo pones encima del coche y empieza a emitir luces naranja que dicen “aquí hay un conductor al borde del ataque de nervios”. La tecnología avanza, sí, pero yo echo de menos cuando lo más peligroso era que el triángulo saliera despedido como un frisbee asesino.
Y, por último, las Zonas de Bajas Emisiones. Que yo las veo muy bien, ¿eh? Pero reconozcamos que, para algunos, entrar a la ciudad se ha convertido en una especie de escape room emocional. Das vueltas, revisas matrículas, te conectas a tres apps y, cuando crees haberlo logrado, resulta que tu coche es “pre-histórico categoría 2”. Literalmente, como si hubieras llegado en carreta.
Porque, al final, todo es para el bien común, sí. Pero uno no puede evitar sentir que está superando pruebas dignas de un reality show:
“¡En el capítulo de hoy, nuestro concursante deberá aparcar sin pisar la zona restringida, evitar que el ordenador se actualice en plena reunión y colocar la baliza sin que caiga por el barranco! ¡Solo los más preparados sobrevivirán!”
En fin. Yo sigo aquí. He pasado por todo esto. Y si mañana prohíben respirar dentro de los núcleos urbanos salvo con mascarilla homologada ISO-2027 y app vinculada al padrón… pues habrá que adaptarse.
Total, ya he sobrevivido a Windows 11. A partir de ahí, el resto son misiones secundarias.




















