esperanza mena web(Esperanza Mena) Dicen que los poemas están pasados de moda, que nada tienen que hacer los poetas. ¡Qué poco saben hoy de la belleza que encierra un verso!

Es cierto que la poesía es una bella quimera que perduró y perdurará en el tiempo, pero nada hay más hermoso que decir en un verso «¡Te amo!» y describir el tacto de una rosa de otoño.

Ser poeta es soñar despierto, ver la vida con un prisma de colores como si fuera un  arco iris.

La poesía nos eleva a lo romántico y lo asombroso y nos hace sentir cuán maravillosa es la vida con sus defectos y virtudes, porque el poeta la transforma en algo bello y llevadero.

Ya sé que en los tiempos que corren la poesía es más quimera que nunca y la pobre se queja amargamente, como veréis en el poema que le he dedicado.

Espero que os guste.

EL LLANTO DE LA QUIMERA

En ese mar de arena sofocante

en el que solo habitan los chacales

y la lluvia le niega su milagro,

la Quimera llora sus pesares.

El paisaje que divisa es tan agreste

ni una fronda, matorral, ninguna flor;

solo el cactus sobrevive inútilmente

soportando ese sol abrasador.

La Quimera se queja amargamente;

su llanto es un susurro hacia la luna

que en el cielo la mira fijamente

enterrada entre la arena de la duna.

«¿Qué habéis hecho, poetas, con mis versos?

¿Cómo olvidasteis lo que os enseñé?

Mis secretos que os fueron revelados

olvidasteis a cambio del poder.

Sois animales domados por el látigo

del poder, la fama y el dinero;

el hombre la hermosura va dejando,

en su avaricia desprecia lo más bello.

No tenéis el poder de la locura

para creer en mí y en mi enseñanza;

por eso mi tristeza y mi congoja,

y  no tengo ya fe ni en la esperanza.»

Tan triste era su queja, que dolió

hasta el viento frío de la noche,

que la llevó acunada en su silbido

para que todos oyeran sus reproches.

Cesa el sollozo lastimero.

La luna se marchó a sus aposentos.

La voz de la Quimera no se oye.

La magia de su voz la llevó el viento.

El reflejo de la luna se desliza

y en la duna a la Quimera deja

en el árido desierto traicionero

donde solo el Chacal oye su queja.

Pues ni hombres ni dioses ni sus obras

harán que yo reniegue de mi ser,

porque yo seguiré siendo poesía

¡y a la muerte no me entregaré!