Sátira (Por la Novia Roja de la Prensa) El despacho presidencial de San Telmo amaneció ayer con un aire nuevo. No fresco, eso sería pedir demasiado, pero sí con un aroma inequívoco a “gracias a Dios, ya era hora”. Rocío Hernández, la consejera que logró convertir el cribado de cáncer de mama en un experimento de desaparición masiva sin necesidad de David Copperfield, ha decidido (o le han ayudado a decidir) que era el momento ideal para salir por patas.

Su legado es innegable: más de 2.000 mujeres (que se sepa) atrapadas en un limbo sanitario donde Kafka parecería un autor de autoayuda. Un sistema de salud tan “eficiente” que convirtió las mamografías en objetos mitológicos -se decía que existían, pero nadie las había visto-. Su “gestión diferencial”, ese término tan de PowerPoint de máster carísimo, pasará a la historia como el arte de desatender la humanidad, pero con estilo.

El presidente andaluz, con cara de quien acaba de quitarse un alacrán del zapato, ha anunciado que se abre el proceso de selección para encontrar un nuevo gestor sanitario. Los requisitos son sencillos: conocimientos médicos, destrezas políticas, experiencia en apagar incendios sin agua y, por supuesto, poderes mágicos. Se valorará haber visto una mamografía en vivo, y no solo en Google Images.

Porque la sanidad andaluza no está enferma: está en cuidados intensivos. Y lo que se viene no es una gestión; es un culebrón. Con dimisiones, nombramientos exprés, promesas recicladas y silencios administrativos que suenan más alto que cualquier rueda de prensa.

La sanidad andaluza no busca a un simple gestor. Busca a un superhéroe de bata blanca, capaz de arreglar años de problemas estructurales en tiempo récord. El casting ha comenzado…

Y mientras el sistema busca un salvador improbable, las mujeres afectadas por el inhumano desastre del cribado, hacen lo que mejor saben hacer: esperar. Esperar en la cola del supermercado, esperar en la puerta del colegio, esperar una llamada del SAS, esperar que ahora no te llame el SAS. Esperar con el pañuelo siempre mojado de tanto esperar.

Algunas lo harán con esperanza.
Otras, con rabia.
Y otras ya no estarán.

NOTA. Si este texto molesta, perfecto.
Ojalá molestara tanto como vivir con un bulto en el pecho y no saber si vas a sobrevivir porque alguien perdió tu cita entre papeles.
Ojalá doliera tanto como mirar a los ojos de una mujer que lleva meses esperando una mamografía que nunca llega.
Ojalá enfadara tanto que nadie, absolutamente nadie, haya salido a pedir perdón de una puñetera vez.
Yo escribo esto desde la rabia. Desde la vergüenza ajena. Desde el dolor que no es mío, pero podría serlo mañana. Desde el cansancio y desde la necesidad urgente de no callarse más.
Porque cuando los políticos fallan, solo nos queda la voz,  las letras; y la mala leche.