(Redacción) Ya ha pasado un año pero el amigo Antonio sigue entre nosotros, con su legado pero también con su sonrisa perpetua, su amor a todo y todos, sus ganas de expresarse y desde nuestro corazón nunca le olvidamos, al igual que su familia, valga este artículo de su hijo como muestra de que D. Antonio se merece no olvidarlo nunca
(FJ Serrano Vázquez)29 de septiembre, recuerdo a mi padre, Antonio Serrano Santos, que hace un año partió a los 92 años.
Profesor de Filosofía y Letras, escritor y hombre profundamente religioso. Amante de Cervantes, citaba a menudo al Quijote y encontraba en Santa Teresita frases de luz para la vida diaria. Su fe y sus palabras nos guiaron siempre hacia lo esencial: el perdón, la unidad familiar y el amar con el corazón.
Antonio fue un hombre de palabra clara y corazón humilde. Creía en la fuerza de la educación como camino de libertad, y en la fe como sostén de la vida. Con la serenidad de un sabio y la ternura de un padre, nos transmitió que el perdón no es debilidad, sino la más alta expresión del amor.
Como Don Quijote, supo luchar contra molinos y gigantes, siempre desde la dignidad, el humor y la convicción de que la vida merece vivirse con ideales. Como Santa Teresita, encontraba en lo pequeño un reflejo de lo eterno.
Su ejemplo sigue siendo brújula: unidad en la familia, esperanza en la adversidad y la certeza de que el amor —vivido con sencillez y entrega— nunca muere.
Hoy no lo lloramos con tristeza, sino que lo celebramos con gratitud, porque Antonio fue, y será siempre, uno de esos hombres buenos que dejan huella eterna.
Fue un esposo entregado, un padre ejemplar y un maestro de vida. Su legado no son solo sus libros, sino las lecciones silenciosas que dejó en cada uno de nosotros: la serenidad, la bondad y la certeza de que el amor es la fuerza más grande.
Hoy lo recordamos con gratitud, sabiendo que su huella permanece en cada gesto de unidad, en cada acto de perdón, en cada corazón que aprendió a amar gracias a él.

















