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(Antonio Serrano Santos) “ Una Iglesia pobre y para los pobres ”
Finalizado el Concilio Vaticano II, “ la tarde de aquel martes 16 de marzo, cuarenta y un padres conciliares se dieron cita en las Catacumbas de Santa Domitila. Firmaron un pacto, una declaración del Concilio más clara y determinada sobre la pobreza.” Luigi Bettazi, de 92 años, el último obispo vivo del pacto, recuerda lo que se dijo: “Comencemos nosotros, los obispos, a dar el ejemplo”. El obispo belga Charles Marie Himmes, presidió la ceremonia del pacto en la basílica construida sobre las Catacumbas. Al final leyó el texto de trece puntos. Todos firmaron. Se agregaron, luego, 500 firmas más que entregaron a Pablo VI.
       El Pacto decía, entre otras cosas,: “Nos empeñamos en vivir sencillamente, en no habitar grandes palacios, en no usar medios de transportes lujosos, no dejarnos llamar con el título de eminencia o excelencia, en estar muy cerca de los trabajadores y de los pobres, en no tener nosotros las finanzas en nuestras manos, sino dejarlas en manos de los laicos de confianza”.

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Explica Bettazi. “ Poco a poco, la cosa se perdió y hace algunos años se relanzó el pacto. Esto antes de la llegada del Papa Francisco, pero ahora, con la llegada, el tema ha explotado. El piensa en una Iglesia de los pobres y para los pobres, quiere que la Iglesia salga, la prefiere herida y sucia porque sale, a cerrada en sí misma. Los latinoamericanos decían que era una oportunidad preciosa para que la Iglesia se convirtiese en la voz de la mayoría de la Humanidad compuesta por pobres que no tienen voz”.
       Bettazi, con su bastón y andar titubeante, participó, en Roma , en un congreso, el 16 de este noviembre, para recuperar la herencia del Pacto, justo 50 años de la firma.
       El Pacto, revolucionario en aquel entonces, hoy es obvio con el Papa Francisco. Aunque no tuvo mucho éxito, fue profético. Histórico. Y hoy, no solo mira a este Papa, sino a todos los cristianos. A toda la Iglesia. Entre los que fomentaron el Pacto destacan el brasileño Helder Cámara, el argentino Enrique Angelelli, el ecuatoriano Leónidas Proaño y el chileno Manuel Larrain.
      “  Yo no tuve esa valentía, dice Bettazi, pero después de 50 años, el Espíritu Santo dijo: “ Este es el momento, mandamos un Papa como Bergoglio”, que no era obispo entonces, pero realizaba en Buenos Aires aquel empeño de los del Pacto, y mejor que ellos.”
          Aquellos 41 padres conciliares firmaron movidos por un espíritu evangélico. El espíritu de una Iglesia cercana a los pobres y a los desamparados. Un compromiso más vigente que nunca.”
         ¿Por qué este Papa viaja en modestísimos coches, dice las misas más solemnes tradicionales en el Vaticano, como el Jueves Santo, la Navidad, y la dice entre los presos, los pobres, los enfermos, les lava los pies, los besa y abraza, los acaricia, vive pobremente, sus zapatos negros viejos, sus pantalones de siempre, vive y trabaja fuera del Vaticano, come con sus empleados,  con los presos, se para en las barracas de los barrios, baja del papa móvil para abrazar a los enfermos, a los ancianos, llama hermanos a los obispos y cardenales, quiere que sus amigos le tuteen, no se hace llamar Santidad, sino padre o Francisco, o Jorge, o Bergoglio, no quiere tronos, ni sillas lujosas, a sus antiguos amigos y colaboradores en sus obras de Buenos Aires con los pobres, los pone en primera fila antes y entre los ministros, presidentes de gobiernos, cardenales, obispos… Destituye a cardenales y obispos que vivían lujosamente, recomienda a los sacerdotes y demás que no usen coches caros. Contesta a la pregunta de por qué no vende los tesoros de la Iglesia, del Vaticano, para ayudar a los pobres, que no puede venderlos, como La Piedad de Miguel Angel y los demás tesoros artísticos, porque no son de la Iglesia, son de la Humanidad; están en la Iglesia, pero no son de la Iglesia. Y esto que hace no son cuatro actos simbólicos. Es todo, exactamente, lo que hacía y hace ahora, antes del Pacto de las Catacumbas. ¿Una Iglesia de los pobres y para los pobres? ¿Pero qué pobres? ¿ Es que el rico, sólo por ser rico, se condena y el pobre, sólo  por ser pobre, se salva? “¡Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos!”. Es pobre de espíritu, en su corazón, el que no ambiciona ni ama dinero, riquezas. El que se contenta con unos medios suficientes, no más, para una vida humana y digna. El que dice con la Sagrada Escritura: “Señor, no me des riqueza ni pobreza (miseria). Porque si me das riqueza ya no me harás falta y te despreciaré. Si me das pobreza( miseria) me desesperaré y blasfemaré. Dame, Señor, una medianía “ dorada”, lo suficiente y digno para vivir “. Esos son los pobres del evangelio. Ciertamente, sin embargo, el  “pobre” que carece de lo necesario para vivir, que eso es la miseria, aunque sea ambicioso y envidie al rico, y no lo sea de espíritu, tiene derecho a ser atendido porque su estado así lo ha podido trastornar.

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Como dice Cervantes, con ironía, en el Quijote: “Era pobre pero honrado, si es que el pobre puede ser honrado”. Yo diría con Cervantes: “ Era rico pero honrado, si es que el rico puede ser honrado”. Jesús insistió: ¡ “Qué difícil es para los que aman el dinero entrar en el Reino de los Cielos ¡” Los discípulos exclamaron: ¿Entonces quién puede salvarse?” Y El les dijo: “ Lo que es imposible para el hombre es posible para  Dios”. De ahí el difícil, pero no imposible. En cambio, el rico, como Zaqueo, José  de Arimatea, Nicodemo y Lázaro de Betania y sus hermanas, el que  comparte sus bienes con los necesitados, crea puestos de trabajo, no explota a sus empleados, es ““pobre” de espíritu. Pero a los otros ricos,  dice Jesús: ¡Ay de vosotros, los ricos,( los ambiciosos apegados al dinero y las riquezas, olvidados de los pobres) porque habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros lo que ahora estáis hartos, porque pasaréis hambre!¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!”.
           Parece que ese “…porque de ellos es el Reino de los Cielo” quiere decir que de esos ”pobres” está hecho ese reino. Se refiere no al cielo o la salvación, sino al establecimiento del reinado  de Dios en la tierra, en la vida y en los corazones de los hombres, como preparación para el Reino definitivo de Dios. Eso quiere decir su invitación: “Convertíos porque se acerca el Reino de los Cielos”. Y en el Padrenuestro: “ Venga a nosotros tu reino”. Un reino, como dijo a Pilato, que no es de este mundo, pero que empieza en este mundo.