(Por Moisés S. Palmero Aranda Educador ambiental) Han coincidido varios eventos naturales que me llevan a recordar la mítica frase de Carl Sagan sobre que somos polvo de estrellas, aunque, por lo que parece, y los astrónomos dicen que es más preciso, la expresión que utilizaba es que somos materia estelar. Yo me quedo con la primera porque es mucho más poética, evocadora y mágica.

No es la primera vez que me acuerdo de él cuando se acercan las Perseidas, pero este fin de semana es la metáfora más adecuada para reflejar que somos fruto del azar, un cúmulo de elementos que se crearon en las estrellas primitivas y que, tras su muerte, la gran explosión que las convierte en una supernova, se repartieron por el universo, combinándose y generando, entre otras muchas cosas, la vida en la Tierra.

A pesar de todo el conocimiento acumulado a lo largo de la historia de la humanidad y de los grandes logros conseguidos como especie, de los que debemos estar orgullosos, somos conscientes de que hay mucho más que desconocemos de lo que hemos podido explicar. Y que se haya explicado no quiere decir que estemos en lo correcto. Escuchar a un astrónomo sirve para comprender que somos unos ignorantes. Escuchar a las religiones es demostrar que lo somos.

Pero desconocer los misterios del universo entra dentro de lo plausible, teniendo en cuenta que solo hemos puesto un pie en la Luna y nuestra tecnología, las Voyager 1 y 2, son las únicas sondas espaciales que han salido del sistema solar y se mueven por el espacio interestelar, mandando información desde 1977. Lo más increíble, y que nos debería hacer más humildes, es que aquí en la Tierra, siguen sucediendo cosas que se nos escapan al entendimiento y para muestra un botón con lo sucedido estos días bajo la influencia de la luna llena del esturión.

En la madrugada del viernes al sábado se llevó a cabo el anillamiento científico de flamencos en la Laguna de Fuente de Piedra. Unas cuatrocientas personas se introdujeron de madrugada para dirigir los pollos hacia los corrales que días previos construyeron en las orillas y donde permanecieron muy poco tiempo, el suficiente para tomarle las medidas, sacar un poco de sangre y colocarle dos anillas, una metálica en la pata derecha y otra de PVC, más grande para poder observarla con prismáticos, en la izquierda.

Este año, después de dos de sequía, se estima que desde el mes de marzo se han ido juntando en la colonia unas 33.700 parejas de flamenco común, y han nacido unos 22.000 pollos, de los cuales solo unos seiscientos (más un flamenco enano) se anillaron antes de que estén preparados para echar a volar.

A la vez, a unos 300 km de distancia, quizá bajo el vuelo de uno de esos flamencos, los huevos del nido de tortuga boba, custodiado desde finales de junio en la playa de Rumina de Mojácar, a donde fue trasladado por riesgo de inundación desde otra playa del municipio, están a punto de eclosionar. 99 huevos, de los que 79 quedaron en la playa y 20 se llevaron a una incubadora. Si a este nido le sumamos el aparecido la semana pasada en Roquetas, son seis los que se llevan contabilizados en Almería desde 2001, donde apareció en Vera el primero de España. Si antes no se producían, era porque la temperatura del agua en nuestras costas, por la influencia de la que entra desde el Atlántico, era muy fría. El cambio climático lo está alterando todo, y aunque nos gusta presumir de nidos, es una mala señal que los veamos por aquí.

Pensamos que con nuestras intervenciones lo tenemos todo controlado y, sin embargo seguimos sin conocer, por ejemplo, los mecanismos por los que las diferentes especies son capaces de realizar esas grandes migraciones, o cómo son capaces de encontrar la playa en la que nacieron, de dónde proviene la energía oscura que hace que las galaxias se alejen entre sí a un ritmo cada vez mayor o cómo detectar un seísmo.

A cada descubrimiento se vislumbran miles de incógnitas, que dan pie a numerosas hipótesis, experimentos, errores y aciertos. Vacíos, dudas, incertidumbres, miedos que suplimos con dioses creadores incapaces de controlar sus creaciones, a los que les brindamos sacrificios, por los que nos matamos entre nosotros, en los que depositamos nuestra esperanza y destino y a los que creemos capaces de igualar.

Puede parecer un pensamiento derrotista, sin esperanza, conformista, pero aceptar que somos simples combinaciones al azar de un puñado de elementos, polvo de estrellas que en polvo nos convertiremos, me hace disfrutar más de las lluvias de estrellas caminando por Punta Entinas, observando el vuelo de un flamenco o viendo a una pequeña tortuga correr hacia el mar y esperando, perdiendo mi tiempo entretenido mientras aprendo a mirar, el momento en el que volveré a disgregarme en millones de partículas que nunca volverán a ser yo.